Ignasi Roviró

Entrevista con Irene Solà: “Me interesa el folclore y lo que cuenta de cómo hemos mirado el mundo como grupo”

La novela más reciente de la escritora explora la oscuridad como un lugar de placer y refugio.
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Irene Solà (Malla, 1990) publica Te di ojos y miraste tinieblas (Anagrama, 2023), su primer libro tras el éxito de Canto yo y la montaña baila. Te di ojos… transcurre en un único día y en un único espacio, que a su vez contienen siglos y lugares, y recorre una saga de mujeres presuntamente malditas a partir de un primer pacto con el diablo, cuya ruptura habría generado una falta que van heredando. Solà estuvo en Zaragoza para presentar la novela. 

¿De dónde viene el interés por esta historia de la saga de mujeres que tienen el pacto con el diablo que se va heredando?

Hay una semilla en este libro, una cosa que yo vi muy desde el principio que estaría allí, que es este pacto con el diablo. La idea del pacto con el diablo, que es una premisa de cuento y está en muchísimos cuentos del folclore catalán, pero también en muchas otras culturas y muchos otros contextos. Y luego hay toda una serie de temas en el libro, que de alguna manera estructuran o me llevan a concretar ciertos personajes y todo un paisaje, y toda esta casa, este día, y todas estas mujeres que viven allí dentro. Trabajé mucho temas de brujería, temas sobre todo de procesos judiciales por brujería, en relación con Canto yo y la montaña baila. En el caso de esta novela creo que hay menos de eso, si bien sí que es verdad que hay el pacto con el diablo, y luego hay una mujer a la que se asesina supuestamente por bruja, por haber encantado unos cerdos de la familia. Lo que me lleva a esta estructura de mujeres dentro de esta casa son distintas reflexiones alrededor de la subjetividad, alrededor de la voz, alrededor de la no objetividad de la historia familiar, la no objetividad de la historia en mayúsculas, y toda una serie de preguntas que básicamente son: ¿Quién ha decidido que forma parte de la historia y que no? ¿La historia de quién forma parte de la historia y que no? ¿La historia de quién es relevante y la de quién no? ¿Quién ha escrito o quién ha decidido qué hechos son importantes y quién protagoniza estos hechos? Al ir haciéndome preguntas alrededor de todo esto, y al ir trabajando temas de subjetividad y perspectiva, voy llegando a esta historia que está protagonizada por aquellas que no han protagonizado la gran mayoría de hechos históricos en mayúsculas, pero tampoco la gran mayoría de historias en minúsculas, y ya no solamente es que sean mujeres, es que además son mujeres viejas, es que además son mujeres fuera del canon o supuestamente abyectas, es que además son mujeres muertas, y un poco por eso en esta novela en vez de irnos a vivir aventuras, irnos a ver el mundo, irnos a hacer guerras, pues nos quedamos en casa, y toda la novela sucede en esta casa, y no salimos de esta casa salvo en el recuerdo. Quería plantear la casa como este lugar al que históricamente se ha relegado a las mujeres. 

¿En qué medida hay una voluntad de captar, incluso de documentar, leyendas, dichos populares, todo ese gusto por la oralidad? Pero también ritos, es casi una especie de catálogo de mitología pagana popular.  

A mí me interesan mucho las historias en general, me interesa contar historias, pero me interesa mucho que me cuenten historias, y entender el mundo a través de qué historias contamos, y cómo las contamos, y qué perspectivas, qué ideas, qué preconcepciones del mundo están allí escondidas o detrás de estas historias. Este interés está allí desde siempre y en el caso concreto de esta novela, la semilla, que es el pacto con el diablo, tiene que ver con todo esto. A mí me interesan mucho el folclore, la narrativa oral, las canciones, las leyendas, y creo que dentro de estos productos culturales, o dentro del folclore, dentro de las leyendas, hay como una especie de ADN de quiénes hemos sido, y de cómo hemos mirado el mundo como grupo, y de cómo hemos intentado entenderlo, y de cómo lo hemos imaginado. Al imaginarlo y contarlo, también lo hemos manipulado, también lo hemos afectado, y esta manera de mirar el mundo ha ido sobreviviendo dentro de estas historias y ha ido pasando de generación en generación y ha llegado hasta nosotros. No es neutro, no es simple, al revés, es complicadísimo, está muy cargado de muchas cosas, de nuestras virtudes, pero también de nuestras complicaciones. Es un material muy interesante con el que reflexionar sobre qué hemos heredado y qué piedras cargamos en la mochila. A mí me interesa mucho usar este material y trabajar con este material desde la contemporaneidad. Por eso para mí era muy importante que esta novela, que juega con el folclore, que juega con la historia, y se va atrás y adelante en el tiempo más de 400 años, que pasara en la contemporaneidad. Lo que estamos reflexionando es desde el ahora, con una mirada contemporánea, con una mirada crítica, con una mirada feminista, ponle el nombre que quieras, pero es muy desde el ahora. 

¿Es importante para ti la documentación? 

Para mí el proceso de escritura tiene mucho que ver con el aprendizaje, con la curiosidad. Tengo formación como artista, estudié bellas artes, y mi sensación es que trabajo desde metodologías del arte contemporáneo, y eso para mí significa que el proceso es tan o más importante que el resultado final. Cuando empiezo, no decido qué novela voy a escribir, lo que yo empiezo haciendo es intentar entender qué me interesa, y a qué ideas, a qué conceptos y temas les quiero dedicar los próximos meses y años de mi vida. Es un ir tirando hilos muy diversos, muy distintos, que tienen que ver con documentarse, que tienen que ver con ir a archivos, que tienen que ver con leer mucho, que tienen que ver con ver infinitas horas de vídeos de Youtube, que tienen que ver con ir a conocer gente que es experta en ciertas cosas, o gente que sabe cosas que yo no sé. Para mí todo este proceso no está separado del proceso de escritura, no es como si primero investigo y cuando ya lo sé todo me pongo a escribir: no, para mí van muy juntos. Uso muy a menudo la metáfora de la piscina: construyo una piscina y la voy llenando de agua, el agua es todo esto, y cuando hay un poquito de agua me tiro y nado, y nadar es escribir, pero nunca dejo de meterle más agua a esta piscina, porque también el hecho de escribir te lleva a lugares que no sabías que estaban allí, y de repente tienes ganas o necesidad de explorar en más direcciones. Es muy orgánico pero sí, hay una parte que a mí me interesa muchísimo, que tiene mucho que ver con aprender, con hacer preguntas, y hacerte preguntas, y con pasarlo bien. 

En tus libros hay una voluntad de disolver los límites entre lo humano y todo lo demás. Por ejemplo, en este libro hay muchas escenas de sexo entre animales, tratado como se trataría el sexo entre humanos. 

En este libro hay un personaje, Blanca, que está obsesionada con mirar y a través de sus ojos se nos van describiendo esto que tú dices: animales copulando. Estos gestos me permiten reflexionar sobre temas diversos. Y lo que estoy reflexionando en cada caso acostumbra a ser distinto. En Canto yo… el primer capítulo está escrito desde las nubes por una cuestión concreta. En el caso de este libro, hay en esta familia una supuesta maldición, supuestamente hay unas consecuencias del trato roto con el diablo, y estas supuestas consecuencias son que a todo el mundo de la familia Clavel le va a faltar algo. A Blanca lo que le falta es la lengua y, por lo tanto, el lenguaje. Blanca me permite reflexionar sobre el lenguaje y me permite reflexionar sobre todo lo que tiene que ver con lo que no es lenguaje o con lo que no es abstracto. A Blanca no le interesa en absoluto nada que no se pueda tocar y ver, no le interesa la abstracción y no le interesa lo que se pueda comunicar desde el lenguaje. Blanca es un personaje absolutamente físico. Lo que le interesa es la fisicalidad: está obsesionadísima con estos animales que están ahí como copulando. 

En el caso de Canto yo…, se empieza a describir desde la perspectiva de estas nubes que llegan a esta montaña en donde va a suceder todo, llegan mirando en picado desde arriba. Te presentan a un personaje que podría ser el héroe por excelencia: es un hombre relativamente joven, atractivo, inteligente, amante, padre de familia, poeta… Y lo que pasa es que en la segunda página estas nubes tiran un rayo que le cae al señor en la cabeza. Era un un poco decir: esta historia ya la sabemos, es la base de la mitad de la literatura y está muy bien, pero ya la sabemos. Lo que vamos a hacer en este libro es contar otras historias y mirar el mundo desde otros lugares. 

Antes hemos hablado de la casa, los lugares son bastante importantes. La zona geográfica está delimitada, pasa en un día. La literatura es tiempo, sobre todo, pero también espacio y un lugar. ¿Cómo manejas tú estas dos variables? 

Acaba dependiendo del proyecto y de qué esté explorando en cada proyecto distinto. Por lo que respecta al territorio, al espacio, lo importante para mí es contar una historia y utilizar esta historia y sus personajes para reflexionar sobre ciertos temas. Les construyo un contexto a los personajes y a la historia, un paisaje, un lugar en donde desarrollarse. Para mí en ningún caso ese espacio, ese lugar, es el tema de la novela. Hay muchos temas y eso no es el núcleo, no es el centro de lo que estoy escribiendo. 

En relación con el tiempo, en esta novela hay un juego muy evidente, que es esta idea de que sucede toda en un solo día. Y es una cosa que voy entendiendo a medida que voy trabajando en el proyecto, a medida que voy sumergiéndome en él . Esta novela es esto: una casa, un solo día, dentro del que caben cientos de días, cientos de recuerdos, cientos de historias. 

¿Cómo se relaciona esta novela con tus otros libros, con las otras novelas? 

Cada libro es como un proyecto distinto, una exploración distinta, un juego distinto. Y hay unos intereses que pueden aparecer en todos. Es como que hay una misma persona detrás, haciéndose las preguntas o tirando de los hilos. Pero sí, de alguna manera entiendo mi trabajo, la exploración que yo voy haciendo como una constante como vital en la que van apareciendo estos distintos proyectos que van tomando forma y definiéndose. Una novela se termina, pero la intención de seguir explorando, de seguir aprendiendo, sigue allí, no se para porque ya se terminó una novela. 

Tú vienes de bellas artes, ¿sigues por ese camino? 

Ponme la etiqueta que quieras, pero déjame hacer lo que a mí me apetezca, ¿no? Considero que las novelas son proyectos artísticos. 

¿Tienes especial interés por explorar desde la escritura cualidades que a lo mejor se asocian más a lo visual?

Es que yo no lo separo tanto. Por ejemplo, en Canto yo… había unos dibujos y me decían: “se nota que hiciste bellas artes porque hay esos dibujos”. Para mí en lo que se nota es en el proceso, en cómo yo desarrollo, concibo, trabajo en esta novela. Lo que tiene que ver con el arte está allá. 

Las propias protagonistas, estas mujeres a las que les falta algo

Supuestamente. 

Hay una cierta abyección en todas, o sea, incluso fealdad, al menos desde fuera, desde, digamos, visiones estándares. Hay una voluntad por mirar lo considerado feo. Le otorgas, no sé si belleza, pero desde luego sí atención. 

Me interesa mucho la idea de la subjetividad y la idea de la perspectiva. Son supuestamente feas, bueno, depende de quién las mire y de con qué ojos las esté mirando. Y sí que se describen muchas veces como feas, pero si te fijas en cuándo se describen como feas, siempre es Margarida la que está diciendo que son feas, que son feas y que todas son feas. Tiene una mirada del mundo complicada, heredera de maneras de pensar y de maneras de hacer absolutamente patriarcales. Eso se junta con lo de que supuestamente están malditas, porque de nuevo hay algo de subjetividad allí. Evidentemente Joana sospecha y luego llega a creerse que hay una consecuencia del pacto con el diablo que es que a todo el mundo le va a faltar algo. A Blanca le falta la lengua, sí, pero que a Margarida le falte un cuarto de corazón, ¿cómo lo sabemos? O que a Dolça le falte una cola de cabra o que a Bartomeu lo que le falta sea el amor por una madre y a esa conclusión llega su propia madre. Depende de cómo te mires a ti mismo o depende de cómo mires a los demás siempre vas a poder considerar que les falta o te falta algo. Hay también mucha reflexión alrededor de qué heredamos tanto de nuestro contexto como de nuestra familia. Heredamos maneras de ver, maneras de pensar y creencias. Han heredado la creencia de que están malditos y de que a todos les falta algo. Y hasta llega un momento en el que como a Alexandra, que es la contemporánea, ya no saben lo que le falta, Margarida hace una lista de lo que le falta. Sobre lo feo, a mí ellas me parecen exageradamente estéticas. 

Hay un juego en la novela con el título Te di ojos y me miraste tinieblas. Hay un juego en la novela con la oscuridad. 

La novela plantea constantemente la oscuridad como un lugar de placer, como un lugar de refugio, como un lugar de libertad, como un lugar de posibilidades. Las tinieblas aquí acaban siendo un espacio de libertad para estas mujeres, de posibilidades al menos, de placer, de risa, un refugio también. A mí me interesaba también preguntar, bueno, un momento, pero ¿quién dijo que la oscuridad era mala? 

Es tentadora la idea de hablar de tus libros dentro de esa tendencia de vuelta a lo rural, por lo ancestral, las tradiciones, la historia, ¿cómo te sitúas ahí? 

Hay diferentes temas que a mí me interesan y que esos temas se podrían desarrollar desde sitios muy distintos. El ejercicio que estoy haciendo allí se podría hacer desde un contexto que actualmente sea una ciudad, por ejemplo, y estaríamos haciendo el mismo ejercicio. Escribí las dos primeras novelas desde Londres y esta novela está escrita en gran parte desde Estados Unidos y moviéndome mucho por el mundo. Mi intención en los libros es que haya una mirada contemporánea, una mirada crítica que Londres me alimentó totalmente para poder escribir. Era importante no bucolizar, no poner en un pedestal ciertos espacios, al revés. Intentar entenderlos y mirarlos desde puntos de vista muy diversos. Y en el caso del Canto yo… hay, por ejemplo, este capítulo del dominguero, este turista que se va a la montaña a pasar un día y que no lo tratan bien y se enfada y tal y cual. Él nos desvela una de las cosas más tristes que se nos van a contar, pero lo hace sin darse cuenta de lo que está pasando. No conecta en ningún caso con lo que está pasando. Cuando iba a Barcelona a presentar el libro me decían, de broma, ¡cómo te pasas ahí con nosotros! De los de Barcelona, de los de la ciudad, y yo les decía: pero no me estoy riendo solamente de vosotros. Todos somos ese señor constantemente. Todos los turistas que vienen a Barcelona y se echan una foto aquí, sin conectar en ningún momento con la ciudad y con las consecuencias que su paso por esa ciudad puedan tener y usan la ciudad de fondo para sus selfies, igual que el turista está usando ese pueblo de fondo de su selfie. Es lo mismo, o sea, lo que estoy hablando es de ir por el mundo sin conectar en profundidad con lo que estamos viendo, sin entender o querer entender lo que está pasando a nuestro alrededor. 

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