Foto: Imago via ZUMA Press

Hacer de lo clásico algo cotidiano

A través de su obra, Ordine ha conseguido que los grandes filósofos se sienten a nuestro lado a discutir ideas que siempre se renuevan, porque cada vez que volvemos a leerlas es necesario repensarlas.
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Nos une la amistad con Umberto Eco y Fernando Savater, pero fue gracias a Manuela Melato, la agente literaria de Nuccio Ordine en la editorial Bompiani, que él y yo entablamos una gran amistad. Su simpatía, verticalidad y el sentido filosófico de sus ideas, así como su compromiso con la cultura clásica, siempre me han impresionado.      

Compartí con Ordine y su esposa unos maravillosos pimientos calabreses en su ciudad natal de Diamante, y él a su vez ha venido a mi estudio en las afueras de Milán. Al igual que con Umberto Eco, conversamos horas y horas sobre libros, informándonos mutuamente sobre nuestras respectivas actividades, yo saliendo de la permanente ignorancia socrática que nos hace a todos aspirantes a filósofo y él empapándose de los colores de la pictórica, un arte supremo que no necesita palabras. Pero, sobre todo, conversamos sobre nuestros intereses comunes: lo clásico como fundamento de lo moderno.   

Esa preocupación hace de Ordine una figura señera, extremadamente original, porque él se ha percatado de que “clásico” significa digno de ejemplo. Él ha querido recuperar eso, no en un combate simplista ante el utilitarismo, sino mediante la defensa de los valores a través de los cuales podemos comunicarlos. Lo que podría parecer el descubrimiento del agua tibia ya no lo es, porque el conocimiento se ha enfriado en los océanos de la ignorancia en los que se han hundido las ideas los grandes pensadores.  

Al insistir en la necesidad de una cultura clásica sólida, Ordine se ha convertido en el defensor de una posición que compartimos muchos, ya sea en el frente de la filosofía, la literatura, la música, la danza o, en mi caso, la pintura.  

A través de libros como La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida o Los hombres no son islas, por ejemplo, Ordine combate lo que llamo “el complejo de estatua”, que consigue que los grandes filósofos se sienten a nuestro lado a discutir ideas que siempre se renuevan, porque cada vez que volvemos a leerlas es necesario repensarlas.

Nos preocupa especialmente un proyecto que involucra naturalmente los procesos de difusión y las plataformas necesarias para lograr, como ya lo había demostrado Umberto Eco antes que nosotros, hacer de lo clásico algo cotidiano. 

Me parece que nuestra generación, dispersa en egocentrismos, debe unirse a través de una única comunicación universal. El premio Princesa de Asturias que merecidamente recibió Nuccio Ordine no debe transformarse en falsos aplausos cuyo eco se pierdan en el vacío, sino al contrario, debe recordarnos que estamos vivos, unidos en el esfuerzo por la vida, no en un sentido biológico, sino en un sentido intelectual. Recordemos que nosotros somos la historia y que somos el presente de esa historia: un presente continuo que tiene un pie en el pasado y otro en el futuro, siempre en la incertidumbre del vacío. ~

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(Ciudad de México, 1958) es artista plástico.


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