Nicolü Campo/Pacific Press via ZUMA Wire

De María Zambrano a Nuccio Ordine

El ganador del premio Princesa de Asturias ha tenido que enfrentar la difícil encrucijada entre la insignificancia del intelectual inactual y el potencial estrellato del comunicador global. Ha escogido la segunda opción.
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El primer premio Príncipe –ahora Princesa– de Asturias de Comunicación y Humanidades fue otorgado a María Zambrano; el último, a Nuccio Ordine. Desde entonces, han ocurrido unos cuantos acaecimientos acerca de los cuales seguimos escribiendo por costumbre y, quizá, por hastío: el fin del siglo XX; la desaparición de los últimos, terminales maestros de una época cercana y, a la vez, inalcanzable; la irredimible ruptura que nos separa del “mundo de ayer”, o bien la insuperable distancia que nos vuelve contemporáneamente miopes y présbitas ante nuestros propios anacronismos.

¿Qué es lo que ha pasado entre 1981 y 2023, entre el premio a la gran filósofa andaluza y el del hábil académico calabrés? En mi opinión, las Humanidades han menguado, ya exangües, a favor de la Comunicación.

Desde luego, Nuccio Ordine ha sido y es un estudioso muy serio y competente, capaz de entregarnos, por ejemplo, un libro tan relevante como El umbral de la sombra. Literatura, filosofía y pintura en Giordano Bruno (Madrid, Siruela, 2008). Pero las razones de su presente éxito estriban en otros aspectos de su trayectoria: creo que le ha ocurrido lo que a todos nosotros, pues ha tenido que elegir, ha tenido que enfrentarse a la difícil encrucijada entre la insignificancia del intelectual inactual y el potencial estrellato del comunicador global. A mi juicio, ha escogido desde hace varios años la segunda opción. Lo entiendo: ¿para qué dedicarse, si no, a un oficio rebosante de decepciones y falto, más bien, de satisfacciones y reconocimientos?

Sus panfletos –ennoblecidos por las tapas de la prestigiosa editorial barcelonesa Acantilado– atestiguan el destino del humanismo en estos tiempos posthumanos, y, en realidad, lo legitiman. Comparto gran parte de lo que escribe Ordine en La utilidad de lo inútil. Manifiesto, así como no puedo sino admirar casi todos sus Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal. Sin embargo, me resultaría imposible ocultar la desazón y el malestar que se apoderan de mí cada vez que los abro.

Me explico: cualquier relectura no hace sino confirmar mi primera impresión, es decir, la impresión de que se trate de un humanismo al uso, de un saber irremediablemente liofilizado y alejado de la vida y sus ofensas. Debo reconocer que Ordine lo hace muy bien, cuando compendia en un centenar de páginas la historia entera de la cultura occidental para unos lectores que pertenecen, o creen pertenecer, a un “club exclusivo, mas de masas” (Alfonso Berardinelli). El problema principal deriva precisamente de tales circunstancias, que nos atañen a todos, a los vencedores no menos que a los vencidos: consciente de su inevitable marginalidad, el intelectual (post)humanista debe decidir, ante todo, el campo de sus efímeras batallas. En este sentido, las posibilidades son bastante limitadas, entre la academia y el mercado, entre los círculos universitarios y la industria cultural, entre la corrección política y lo políticamente correcto…

Tal como el mentor de todos nosotros, Umberto Eco, Nuccio Ordine se ha posicionado en la franja patinada de la sociedad del espectáculo, desde cuya atalaya sigue lanzándonos mensajes que no entendemos, o que entendemos demasiado bien, dado que su código morse únicamente remite a un humanismo un poco deslavazado que no logra entretener ninguna auténtica relación con nuestro glorioso, dudoso pasado. Ya nadie, hoy día, podría afirmar, en su sano juicio, ser contemporáneo de Dante. Nuestros mayores sí pudieron serlo.

Podríamos decir que Ordine se ha limitado a utilizar de la mejor manera los escasos recursos de los que disponemos, así que el premio de marras ha sido conferido con total legitimidad, y además termina reconciliándonos con los angostos horizontes de nuestro presente y de nuestro porvenir.

Dárselo a un verdadero cascarrabias, a un gran literato “impuro” –pienso, por ejemplo, en Félix de Azúa– hubiera conllevado, en cambio, algún problema: ¿lo aceptaría? ~

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(Padua, 1974) es ensayista y editor italiano residente en México.


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