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Cambiรณ el dinero en la caja, unos cincuenta dรณlares, recibimos las fichas en envases blancos, de plรกstico, como los del chifa cuando pides sopa wantan para llevar.
Frente a las tragamonedas:
Escoge.
Esta.
Introdujo un envase en la palanca:
La marcas y todos ya saben que es tuya.
Se detuvo frente a otras tres. Y a las tres les clavรณ el baldecito en la palanca.
ยฟNo vamos a jugar solo con una?
No. Hay que repartir la suerte.
Su mรฉtodo: el bloqueo. Al bloquear la suerte para ella, bloqueaba tambiรฉn la suerte de los demรกs. El pasadizo, cubierto con una alfombra roja de iglesia o de funeral, su cuadra premiada. Convocรณ a la buena fortuna con una combinaciรณn de rezo, hechizo y profecรญa. Les hablรณ, como a viejas amistades, cargada de resentimiento:
Esta vez no me pueden fallar.
Y como a personas con las que se tiene cierta intimidad, les sobaba las panzas:
Hoy nos tienen que dar todo. Todo.
Muchacha que pasaba, algo le pedรญa:
Flaquita linda, ยฟnos dejas otra bandejita?
Una procesiรณn ilimitada de tallarines, cerveza, cigarros, platos de plรกstico con salsas de colores, sin ser tocados, bajo las luces coloridas y las figuritas triplicadas de palmeras. Nosotras en la noche del casino, como en una vacaciรณn todo incluido.
Acepta, decรญa mi madre. Es gratis. Amontonaba para despuรฉs, aunque se atiborrase. Acumulaba por si acaso. En las fiestas, envolver pastelitos y esconderlos en la cartera. En los restaurantes, tomar una ruma de servilletas y agolparlas en el sostรฉn o en las mangas. Hurtos al vuelo. Ceniceros y floreros con logos, ยฟde dรณnde salieron?, me los regalaron, a ti quรฉ te importa, todo el mundo me regala cosas.
Durante el viaje que hicimos a Estados Unidos, se paseรณ por las gรณndolas del supermercado y fue guardando, uno a uno, los objetos disรญmiles que codiciaba: un perfume, un lรกpiz de labio, una toalla, una vasija.
La observaba de lejos. Y aprendรญa de la mejor.
Yo estaba robando golosinas cuando la detuvieron. Las dos encargadas de seguridad: La esperas acรก. Y cerraron la puerta.
La vi ser interrogada a travรฉs de una ventanita rectangular. Retiraban las cosas, una a una, de su elegante bolso azul. Ella las veรญa estupefacta y negaba con la cabeza como si le estuvieran mostrando armamento. Ahora le pedรญan los comprobantes de pago. Se palpรณ los bolsillos, buscรณ en los separadores de su billetera. No evadรญa las miradas, los ojos de cervatillo encandilado por faros neblineros.
Me vio, me hizo muecas y rompiรณ a llorar. Atroces y torturados. Cualquiera hubiera dicho que le arranchaban las uรฑas. Gritรณ apuntรกndome. Prometรญa que nunca, nunca, nunca jamรกs volverรญa a robar nada, lo juraba por su hija, mi tesoro, ยฟquรฉ culpa tiene ella?, por favor, no me deporten, no sean asรญ, ยกse los imploro!
Desde la ventanita suspirรฉ y me dejรฉ arrastrar. Mi Sophia Loren. Mi Elizabeth Taylor. Mi Catherine Deneuve. Mi Gena Rowlands. Mi Ivonne De Carlo.
Dรฉjenla ir. Le creรญ todo.
Las alimentรณ, les rogรณ, festejรณ cada timbrazo, fumรณ en trance. Su cara, la de tener el boleto del pozo de la loterรญa, a punto de ser anunciado. A punto.
ยกGanamos, ganamos!, bailaba, una niรฑa desquitรกndose en su revancha.
Muchas veces bajamos juntas la palanca, su mano sobre la mรญa, casi igual de larga, los puรฑos bien cerrados, abracadabras, profecรญas, bendiciones. Las imรกgenes calzaban una junto a otra, haciรฉndose esperar โlas palmeras cocoteras y las cerezas, sobre todoโ y el timbre de las monedas titilaba y brotaban como lava.
ยฟPuedo usarla?, le preguntรณ una seรฑora.
Es mรญa, rugiรณ.
ยกPero si no estรก jugando! Y estรก prohibido separar.
Fingiรณ no escucharla. Le dio la espalda y siguiรณ fumando, los rulos rubios al vaivรฉn:
ยฟMe das mรกs cigarros? Dos mรกs, no seas malita. Mira, Susy, ella es mi hija, la menor.
Seรฑora, soy Paula.
ยกPaulita!
Yo sentรญa que competรญamos por pasajes al Caribe, nos recibirรญan con cadenetas de flores fucsias y blanquiazules, Vรญrgenes Coladas, nos exhibirรญan como diosas a las faldas de un volcรกn.
Ganamos, hijita, ganamos. ยกQuรฉ te dije! Hoy es mi dรญa.
La vi moverse, dueรฑa, diosa, esotรฉrica, sobaba las panzas de las mรกquinas, las seguรญa seduciendo entremezclando insultos, golpecitos y frases animistas. El pasillo con la alfombra roja, su pasarela. Se agachaba para ver su reflejo en la pรกtina negra y, en las pupilas, el brillo de la buena suerte y la conquista, sacaba su lรกpiz rojo, repasaba sus labios y lanzaba un beso que era a la vez para el dinero y para ella. Una madame.
El tintineo fue desapareciendo; los baldes, vaciรกndose. El fogonazo del timbre se espaciaba y la alegrรญa de mi madre se diluรญa, como el maquillaje en el llanto.
ยฟPor quรฉ? ยฟPor quรฉ?, se lamentaba. El bajรณn, igual de eufรณrico, desfile ida y vuelta a travรฉs de la alfombra, les renegaba a las mรกquinas por no entregar mรกs, por no acceder, ยกustedes son de lo peor!, autoritaria, como a un batallรณn desobediente.
Sin apaciguarse con nada, se volteรณ hacia mรญ:
Dame plata, tรบ tienes.
No tengo.
Te di medio balde.
Se acabรณ.
Mi madre, ademanes mafiosos. Tampoco me sorprendรญa.
ยฟEn quรฉ lo gastaste?
En lo mismo que tรบ.
ยฟCรณmo asรญ?
Se llaman tragamonedas, mamรก.
Basta. Ven. Acompรกรฑame.
ยฟA dรณnde?
Adelante, tรบ ven.
La seguรญ entre copiosas enredaderas de plรกstico, vides que caรญan del techo recreando la fantasรญa de pรฉrgolas romanas, y absortos jugadores de pรณker, Black Jack y ruleta. La misma mirada compulsiva y roja. Ojos de conejo albino. Las mozas seguรญan repartiendo embutidos, tallarines, cigarros, cerveza. Nadie quedaba desatendido. Su presencia estรก subrayada. Sonrisas, bebida, alimento, colmar, demostrar que cualquiera puede entrar pero que el deleite es exclusivo, que alcanza para todos, que sobra, pero nada es aรฑoso, todo es de hoy para hoy. Aliviar el desasosiego, impedir la frugalidad, acompaรฑar en las buenas y en las malas, compensar la tacaรฑerรญa premeditada del casino con el festรญn de la abundancia, si no chirrรญan los bolsillos, al menos el placer va de la boca para adentro. Campanillas y recompensa: dinero en efectivo, sorteo del 0 kilรณmetros y pasajes a un mar turquesa y cristalino. Auto, barco, aviรณn, catamarรกn. Sentir en carne propia la literalidad de ser transportado a otro mundo. O comida, bebida y cigarros ilimitados como premio consuelo y desquite. Serรกs eclipsado por un sinsabor con sabor. La vida no es asรญ, cuando te quita solo te quita.
Retomamos nuestros pasos hacia la entrada, comparte recepciรณn con el hotel.
Nos vamos, quรฉ bueno, dije con alivio.
ยฟCรณmo que nos vamos? No. Mi madre se instalรณ frente a un cajero automรกtico. Otra vez, las mรบltiples trampas que, por obvias, no menos trampas. Como los aeropuertos y sus duty free, como el animal mรกs visitado del zoolรณgico cuya vitrina colinda con la tienda de peluches, banderas y tazas, esta recepciรณn enlazada con el casino y, a la vez, con el cajero, por si ya agotaste el efectivo en rachas de mala suerte.
Sacรณ su tarjeta y la introdujo. A lo lejos, las mesas, las manos, las bocas, los dientes, las sonrisas, una alegrรญa sostenida y derrochadora, tenรญa tanto de cierta como de falsa.
ยฟQuรฉ haces?, vรกmonos. El รบltimo recurso, por si pescaba la ironรญa: ยฟSabรญas que en otros paรญses a las tragamonedas se les llama mataperras, mamรก?
ยฟยฟยฟY???
Ellos nos ponen el taxi, dijiste.
Sรญ, cuando ganas.
Extrajo un billete de veinte dรณlares. Sigamos un ratito mรกs.
Me voy.
No te puedes ir, me siento mal, creo que voy a vomitar. Se recostรณ contra el cajero. Por favor.
La dejรฉ hablando sola.
Corrรญ unas cuadras, en esa รฉpoca ya no entrenaba, pero todavรญa corrรญa, si me provocaba, corrรญa, contรฉ las monedas que tenรญa en el bolsillo, detuve un taxi, regateรฉ. Entre la inseguridad del azar y yo, su apuesta segura, habรญa sabido quรฉ elegirรญa.
La casa siempre gana. No la nuestra.
Katya Adaui es escritora. Entre sus libros, destaca 'Geografรญa de la oscuridad' (Pรกginas de espuma, 2021).