(La prosa clásico-barroca castellana contemporánea). Carlos Manzano tradujo la totalidad de En busca del tiempo perdido de Proust. En el primer tomo, Por la parte de Swann, colgó una dedicatoria que dice así: “Dedico este trabajo a la memoria de Luis Martín Santos y de Alejo Carpentier y a Rafael Sánchez Ferlosio, mis maestros en el arte de cierta prosa castellana contemporánea, inexistente, por lo demás, salvo en sus obras”. No contento con ello, en el segundo tomo de su colosal traducción, A la sombra de las muchachas en flor, Manzano colocó una nueva dedicatoria, más extensa, precisa y malintencionada que la anterior: “Dedico este trabajo a la memoria de Luis Martín Santos, Alejo Carpentier y José Lezama y a Rafael Sánchez Ferlosio y Agustín García Calvo, mis maestros en el arte de la prosa clásico-barroca castellana contemporánea, prácticamente inexistente, por lo demás, salvo en sus obras o fracasada -puramente imitativa de cierto modelo extranjero- en las de un Juan Benet qualunque”. En el tercer tomo, La parte de Guermantes, el traductor vuelve a poner una dedicatoria en honor también de “los grandes estilistas clásico-barrocos contemporáneos”, pero en este caso no menciona a ningún escritor en castellano.
(Personaje de Bernhard) En 1966 Juan Benet le escribió una carta a Carmen Martín Gaite en la que le decía lo siguiente: “Imagínate ahora un hombre que acerca de una rama cualquiera de la cultura se construyera él solo, partiendo de cero, todo el saber que atesora ahora la comunidad. Imagínate que un autodidacta de la geometría, por ejemplo, dedicara toda su vida a aprender todos los secretos de esa ciencia por sí solo. Que empezara por los postulados de Euclides para terminar con la geometría operacional. Un hombre así no hará avanzar un paso a la ciencia o apenas tendrá un puesto en el campo de la cultura certamen, y sin embargo no cabe pensar en un tipo de intelectual más puro, aun cuando la pureza no vaya unida en ese caso ni a la sociabilidad ni al desinterés, sin duda porque un determinado tipo de interés, el del goce personal, ha prevalecido durante toda su carrera. En algunos momentos Rafael me recuerda mucho a ese hipotético geómetra y mi admiración por él descansa en buena medida en la envidia que me produce la fidelidad con que obedece al primer placer intelectual, solitario y orgánico, y sabe soslayar las dádivas de los derivados”.
Por entonces Ferlosio, hastiado del éxito de El Jarama, andaba apartado de la circulación y, espoleado por la conmoción que le produjo la Teoría del lenguaje de Karl Bühler, se había abismado en el estudio de la gramática y entregado a experimentos lingüísticos y al cultivo de una prosa con unos meandros semejantes a los de su amado río Alagón. Aunque Benet no había leído aún a Thomas Bernhard, cuando compara a Ferlosio con ese hipotético geómetra autodidacta parece que estuviera describiendo a alguno de los personajes del escritor austriaco, todos ellos excéntricos y obsesivos hasta la demencia, como Roithamer.
Por otra parte, a Ferlosio le irritaban tantas cosas como a Bernhard, si no más.
(Dibujos animados) No fue de la España vacía, marbete que tanto juego les está dando a los periodistas, sino de la España árida de donde surgió una criatura literaria tan maravillosa como Alfanhuí, pariente tanto del Lazarillo como del Principito. Ferlosio jamás habría permitido que Pixar ni, por supuesto, Disney, el terrible corruptor de menores, se apropiaran de su personaje, pero qué buena película o serie de dibujos animados se podría hacer con el niño de los ojos de alcaraván.
(El marido de la cebolla). Incluso en las más serias, sesudas y enrevesadas divagaciones de Ferlosio hay siempre un espacio, aunque a veces no sea más que una pequeña rendija, para el humor. Por ejemplo, en una de las notas a pie de página de la semana primera de Las semanas del jardín, después de haber empleado la metáfora de las capas de la cebolla para explicar que hay relatos en los que se utiliza la superficie como la apariencia y el fondo como la verdad, escribe : “Es curioso observar cómo la imagen capaz de representar un modo de concepción contrario nos la ofrece precisamente el marido de la cebolla, o sea, el ajo”.
(Borges hasta en la sopa) Sería interesante leer a Ferlosio a la luz de Borges. Comparar El testimonio de Yarzof, ejemplo cimero de prosa clásico-barroca castellana contemporánea, con Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Nos llevaríamos unas cuantas sorpresas.
(Quijote punk) Así como su hermano Chicho fue un cantautor hippy, Rafael fue un escritor punk. Cargó contra todo y contra todos. También contra sí mismo. Donde la mayoría veía solo molinos o no veía nada, él veía gigantes, follones y malandrines teledirigidos por el poder imperante.
(Resurgimiento) Sin el concurso de Ignacio Echevarría el fenómeno Bolaño seguramente no se habría producido. De igual manera, a Echevarría, como responsable de la edición crítica de las obras completas de Ferlosio para Penguin Random House, le corresponde el mérito de haber impulsado su resurgimiento, catapultándolo a la posteridad. Justo es reconocerlo.
(Zaragoza, 1976) es escritor. Ha publicado los diarios Días sin día (Xordica, 2004) y En medio de todo (Eclipsados, 2010). En 2017 publicó la novela Paraíso alto (Anagrama).