Tres palabras recorren la vida de Octavio Paz: la poesía, el amor, la revolución. Quiso fundarlo todo, descubrirlo todo, reiniciarlo todo. Lo mismo cabe decir de su siglo, que nació y murió desfasado del calendario. El poeta vivió de 1914 a 1998. El siglo XX nació en el mismo año y murió poco después, el 11 de septiembre de 2001. Paz lo vivió con intensidad de punta a punta. Las perplejidades del siglo fueron las suyas propias. Pero no fue solo un espectador: fue hasta el último momento un actor apasionado, comprometido con la literatura, con la libertad y con el núcleo irreductible de verdad que hermana a ambas.
Letras Libres rinde homenaje a Octavio Paz en su centenario con textos que tocan aquellos tres temas esenciales. En este número, el poeta David Huerta sostiene que el papel asumido por Paz como polemista y participante activo en las discusiones ideológicas, filosóficas y políticas del siglo pasado ha resultado muy atractivo pero ha servido también para ocultar el centro de su obra: la poesía. A Huerta le parece indispensable volver a los poemas de Paz, que “perdurarán en su mayor parte” y “son más jóvenes que nunca”. Entre sus disertaciones, el ensayo alude a la manera en que Paz dialogó con la tradición poética en lengua española. El crítico Michael Wood advierte en los poemas de Paz una preocupación por la solidez o la accesibilidad de aquello que consideramos real. Esta ilusión es coherente, afirma, con la historia de América Latina, que ha hecho del encubrimiento y las mentiras oficiales una forma de política. Por su parte, la poeta Tedi López Mills reflexiona sobre cierta crítica a Paz –enconada, prejuiciada, injusta– y se pregunta si los poetas posteriores podrán leer su obra del mismo modo que se lee la de Eliot y Pound: reconociendo la admiración por un escritor con el que no se comulga enteramente.
Guillermo Sheridan –el mayor estudioso del tema del amor en la obra de Paz– nos da un adelanto de su próximo libro. Para Paz, dice Sheridan, el amor fue una forma, la más alta, de conocimiento: encontrar, vislumbrar, al otro para encontrarse a sí mismo. Sheridan recrea el modo en que Paz leyó –en paralelo con la suya propia– la vida y la obra de López Velarde para encontrar su propio “camino de la pasión”: el sentido último del amor.
Uno de los momentos clave de la vida intelectual de Octavio Paz fue su renuncia a la embajada de la India en 1968 en protesta por la matanza de estudiantes. En otro adelanto de un libro de próxima aparición, Christopher Domínguez Michael recrea el trasfondo de esos días revolucionarios: las hondas desavenencias familiares que sufrió Paz y sus repercusiones en la vida pública.
Pero hay muchas más dimensiones en su obra, y en nuestro número, Donald Keene, la mayor autoridad mundial sobre literatura japonesa, rememora emocionado al Paz ávido de penetrar en otras culturas para asimilarlas. Así fue como, según Keene, Paz entendió la cultura japonesa y pudo verla no como un espejo, sino como una ventana a un mundo distinto. Era un “auténtico cosmopolita”, en el sentido de que “dialogaba con la sociedad a la que se acercaba y la enriquecía”. Marc Fumaroli, por su parte, refiere la capacidad profética de Paz, el don para adelantarse a su tiempo. Mucho antes de que el arte moderno diera las muestras de profundo agotamiento que padece hoy en día, Paz supo ver, más allá de su admiración por Marcel Duchamp, cómo el capitalismo acabaría pervirtiendo la sensibilidad a través del mercado. Y en homenaje al autor de El mono gramático, en un original ejercicio ensayístico construido a través de asociaciones libres y un fluir casi incontenible, Adolfo Castañón imagina una sociedad animal que usa la gramática para intentar ocultar su condición simiesca.
Nuestro número contiene una sorpresa editorial: una carta de Paz a Jaime García Terrés que revela las tres candidaturas presentadas por Paz en 1961 para el Prix International des Éditeurs: Borges, Carpentier y Rulfo. La carta desmiente la versión de que el poeta ninguneaba al autor de Pedro Páramo o desestimaba la importancia de Borges. Dice Paz: “Ojalá que Rulfo continuase escribiendo. Su obra es vista con gran interés en muchos sitios y por la gente mejor.”
En nuestra conmemoración no podía faltar Mario Vargas Llosa. En conversación con Letras Libres nos relata su descubrimiento de Paz, primero como poeta y después como ensayista. Subraya una amistad que en ningún momento se interrumpió, ni siquiera con el sonado episodio de la “dictadura perfecta”. Además de su labor crítica, el Nobel peruano evalúa el papel de Paz como editor: a sus ojos, las revistas fundadas por Octavio Paz abrieron a los escritores latinoamericanos una tribuna que no existía desde Sur. Además, dieron voz al liberalismo en un momento en que la mayor parte de los intelectuales creía que el único camino para nuestros países era la revolución armada. Habla también Vargas Llosa del espíritu juvenil, polemista, con que Paz vivió hasta el último momento, y cuenta la notable historia donde Paz, a los 73 años, se arremanga la camisa, durante un encuentro de escritores en Valencia, para defender a Jorge Semprún de un provocador.
Finalmente, Fernando García Ramírez escribe sobre un tema que nos importa a todos los que estuvimos cerca de Octavio Paz, a sus amigos, a sus colaboradores, a sus lectores de ayer y hoy: los lectores de mañana. Es importante que la obra de Paz se edite mejor, circule más, y que su edición se adapte a las circunstancias y tecnologías del siglo XXI.
Letras Libres es el título de una fundación que establecimos con Octavio Paz. En 1999, generosamente, su esposa Marie-José Paz nos permitió usar el nombre para nuestra revista. Nunca nos hemos sentido herederos de su legado, pero hemos procurado estar a la altura. En lo personal, con frecuencia confundo los dos nombres, Vuelta y Letras Libres, como si nunca hubiese dejado de ser lo que alguna vez, honrosamente, fui: el secretario de la Redacción. A menudo escucho sus reconvenciones, sus críticas, y espero en cualquier momento que suene el teléfono con la voz inconfundible: “¿Aaaló?” “Algún día comprenderá usted lo que significó Vuelta en su vida”, me dijo al final, desde su silla de ruedas. Creo que ahora lo comprendo y lo agradezco. Por eso este número de Letras Libres dedicado a Paz tiene un título implícito: gratitud. ~
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.