Hace poco mรกs de doscientos aรฑos, Chateaubriand escribiรณ en su revista Mercure la reseรฑa de un libro de viajes titulado Voyage pittoresque et historique de lโEspagne, de Alexandre de Laborde. El libro estรก dedicado a Manuel Godoy, sin mencionarlo por nombre, sino por tรญtulos: โDedicado a Su Alteza Serenรญsima, el Prรญncipe de la Paz, Generalรญsimo de los Ejรฉrcitos de Su Majestad Catรณlica, Gran Almirante de Espaรฑa y de las Indias, etc. etcโ. Vaya uno a saber hasta dรณnde llegarรญan los etcรฉteras, pues los nobles espaรฑoles siempre han sabido aderezarse con mรกs ingredientes que un mole.
Cuenta la prensa que Victoria de Hohenlohe es la espaรฑola con mรกs tรญtulos nobiliarios, sumando al menos treintaicuatro. Debe de ser pariente del mรกs ilustre prรญncipe mexicano, Hubertus von Hohenlohe, que solรญa representarnos en las olimpiadas de invierno esquiando con traje de charro.
El libro de viajes de Laborde interesaba en el siglo XIX a los franceses para conocer a sus vecinos espaรฑoles; con el paso del tiempo, ahora no interesa a los franceses, sino a los propios espaรฑoles, para conocerse a sรญ mismos. Lo mismo pasa con libros de viajeros en Mรฉxico, como los de Humboldt, la Marquesa Calderรณn de la Barca y tantos otros, que mรกs nos interesan a nosotros que a ellos.
El libro de Laborde comienza con un gancho bien conocido en este tipo de literatura: โEspaรฑa es uno de los paรญses menos conocidos de Europaโฆโ. Y como es de esperarse, su naturaleza es variada, sus monumentos dignos de verse, su historia apasionante, su arquitectura bella, sus templos majestuosos. Por aquellos tiempos las sevillanas tenรญan tal fama por hermosas, que hasta Pushkin les escribiรณ versos sin haberlas visto. Sus ojos eran muy celebrados.
No hallรฉ la reseรฑa que hizo Chateaubriand de quince pรกginas sobre el libro de marras, apenas unos fragmentos. Pero eso poco importa, porque la reseรฑa nunca fue notable, sino solo esos fragmentos. En aparente digresiรณn, Chateaubriand habla de los gรฉneros literarios, de la poesรญa y de la historia, menciona a Homero, a Tucรญdides. Sobre los crรญmenes de los hombres, dice que hay algo tan bello en el lenguaje de los poetas, que los mismos crรญmenes parecen bellos; solo el historiador sabe pintarlos sin ablandar el horror. Entonces viene la famosa frase: โCuando todo tiembla ante el tirano, y cuando resulta tan peligroso ganarse el favor como hacerse merecedor de su castigo, aparece el historiador, encargado de vengar a los pueblos. En vano Nerรณn prospera, pues ya Tรกcito ha nacido en el imperioโ.
Por mucho que el emperador romano se afanara en su grandeza, la pluma del historiador habrรญa de clavarse mรกs letal que una espada.
La palabra es lo que queda cuando la gente ya no estรก. Palabra de poeta, de historiador, de evangelista. Por eso muchos hombres, cuando ven su majestuosidad desperdiciada, descarrilada y derrumbada, optan por volverse cronistas de sรญ mismos. Mas sobre ellos prevalece el historiador.
La reseรฑa de Chateaubriand hablaba de Nerรณn, pero se referรญa a Napoleรณn. El propio Chateaubriand cuenta en sus memorias: โNapoleรณn montรณ en cรณlera: nos irritamos menos por una ofensa recibida que por la idea que tenemos de nosotros mismos. ยกCรณmo! ยกDespreciar hasta su gloria!โ. Por su parte, el emperador dijo: โยกChateaubriand se cree que soy un imbรฉcil, que no lo capto! Lo harรฉ acuchillar en la escalinata de las Tullerรญasโ.
No lo acuchillรณ, pero mandรณ cerrar la revista y arrestar al autor, que se las ingeniรณ para no ir a la mazmorra. Por eso pudo escribir: โAunque Napoleรณn habรญa acabado con los reyes, no habรญa acabado conmigoโ.
Los lectores de aquellos tiempos sabรญan leer entre lรญneas, captaron tanto como Napoleรณn. โMi artรญculo, al aparecer en medio de sus triunfos y maravillas, conmoviรณ a Francia: se difundieron innumerables copias en mano; varios suscriptores del Mercure arrancaron el artรญculo y lo hicieron encuadernar aparte: era leรญdo en los salones, se divulgaba de casa en casa. Hay que haber vivido en aquella รฉpoca para hacerse una idea del efecto producido por una voz que resonaba sola en el silencio del mundoโ.
Ese recurso de hablar de literatura mientras se habla de otras cosas lo practicaron varios crรญticos. Muy famosamente lo hizo Belinski en la Rusia zarista para hablar de lo que estaba prohibido y engaรฑar a los censores. Kapuลciลski tambiรฉn escribe sobre los lectores que en textos inocentes buscaban y hallaban mensajes mรกs crรญticos.
Igualmente, cualquier aguzado lector de este artรญculo se darรก cuenta de que hablรฉ de varias cosas cuando mi propรณsito no era sino alabar los ojos de las sevillanas.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.