Estas semanas está itinerando por España (y también viajará a la Cinemateca Portuguesa) un ciclo dedicado a las primeras películas del cineasta francés Jean-Claude Rousseau, nacido en 1950. El ciclo incluye solamente las películas rodadas en Super 8, que es el formato con el que empezó a trabajar, aunque luego se han ido hinchando todas a 16 milímetros para facilitar su proyección. En el plazo de 48 horas, en Madrid se proyectaron Les Antiquités de Rome (de 1989) y La Vallée close (de 1997) en la Filmoteca y Jeune femme á sa fenêtre lisant une lettre (de 1983), Venise n’existe pas (de 1984) y Keep in touch (de 1987) en el Circulo de Bellas Artes. Se caracterizan también porque Rousseau no monta, sino que utiliza las bobinas de película como unidades completas, sin cortarlas.
Son películas que se proyectan raras veces y los cines se llenaron. Hizo un fin de semana esplendoroso, ¿se repartió toda la ciudad entre las terrazas y las pelis de Rousseau? En cierto modo sí, en proporción desigual. Yo no llegué a La Vallée close, que es la buena y que está basada en unas sextinas de Petrarca, y de Les Antiquités de Rome, llamada así por la colección de sonetos de Joachim du Bellay y que empieza con la cita “Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome / Et rien de Rome en Rome n’aperçois”, he visto solo algunos fragmentos. La cita de Bellay, aunque habla de una inaccesibilidad de las cosas que nos rodean, sirve como paradójica guía y da bien el tono a casi seis siglos de distancia, porque hay en las películas de Rousseau una especie de obstinación y de acecho a lo que se está filmando y se resiste a revelarse. Los versos se dirigen al cineasta futuro (“crees que sabes donde estás —quién no tiene una idea de Roma—y crees que sabes hacia dónde mirar, pero no reconocerás nada”) pero también a todo el que se enfrenta a la vida con ánimo contemplativo, o buscando y aparentemente no encontrando. Quién no tiene una idea de Roma.
En la sesión del cine Bellas Artes pudimos ver la digitalización de Jeune femme à sa fenêtre lisant une lettre que ha llevado a cabo la Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián. Luego he visto que dura 45 minutos, con mucha sorpresa porque me pareció mucho más corta, esa despojada película cuyos muy pocos elementos se repiten, vuelven y vuelven en un nuevo encuadre. Un mapa de carreteras clavado en la pared. Una ventana que da a un árbol. Una silla modelo paesana. El movimiento de la luz del sol en plazos cortos. Un cuadro dado la vuelta, que nunca veremos de frente. Un hombre que cruza el plano. Durante tres cuartos de hora se alternan esas imágenes y se va llegando a algo, algo se ha construido mientras, y aparece un plano cercano de la joven de Vermeer que lee junto a la ventana abierta, porque es alrededor de este cuadro, o hacia él, como se ha hecho la película.
Las dos siguientes películas se proyectaron en 16 mm: Venise n’existe pas (11 minutos) nos lleva también a un interior sencillo y a otra ventana, abierta sobre la laguna de Venecia y a través de la cual vemos pasar un barco; se repite todo el rato una estrofa de una canción popular y el barco pasa una y otra vez por la ventana. A Roma no se la podía encontrar y Venecia no existe. Sigue la fantasmagoría con Keep in touch (25 minutos), rodada en Nueva York, en la que se mantiene la sensación de soledad o de aislamiento del mundo que trasmiten estas películas, a pesar de que en ella aparece lo más parecido a un diálogo que hay en esta tríada. Ahora pienso que es más aislamiento que soledad, porque en su transcurrir convocan algo que hace compañía.
Lumière, la asociación que ha organizado el ciclo junto a la Filmoteca Española, el Círculo de Bellas Artes, el Institut Français de Madrid y la Elías Querejeta Zine Eskola, acaba de publicar dos libros que acompañan el programa. Uno de ellos es el guion de El concierto campestre, la película que Rousseau se puso a escribir en los años setenta, cuando después de pasar una temporada en Nueva York decidió que quería hacer cine. Nunca pudo rodar la película. El otro libro es la transcripción de 27 horas de conversaciones de Francisco Algarín Navarro y Carlos Saldaña con el director. Se llama La luz reflejada a través de las cosas y en él podemos comprender, de otra manera, lo que hemos visto en las películas.
Ahí explica entre otras cosas su uso de la película de Super 8, idónea por ejemplo si lo que se busca es registrar los veloces cambios de luz: “…lleva tiempo preparar la cámara, cargar la película —si es una cámara de 16 mm lleva tiempo, si es de 35 mm obviamente lleva aún más…”o la decisión de usar los rollos de película como medida, sin cortarlos: “…cortar la bobina de Super 8 para hacer los empalmes, tras haber elegido las diferentes tomas de esa bobina y luego juntarlas, no es nada fácil…”, y también “… con el Super 8 descubrimos las cosas una vez que las cosas vuelven del laboratorio”. Estas características a la fuerza definen una forma de trabajar, y quizá también unos temas.
También aparecen recuerdos de las escenas experimentales neoyorquina y francesa, en la medida en que explican la manera de trabajar que acabó adoptando Rousseau y su posición como cineasta. Y en medio de los recuerdos y de las observaciones técnicas a veces llegan impresiones sobre la naturaleza profunda de lo que vemos y lo que nos rodea, facetas que quizá solo se nos revelan cuando nos hemos empeñado en buscar Roma en Roma: “…la imagen —como la entiendo yo— es la presencia. Ahora bien, lo imaginario que produce las imágenes mentales […] no es la presencia. Mi idea es que la imagen, la imagen de la visión, esa imagen que no sirve de nada buscar, sino que viene dada, encontrada, es un icono. No sé qué pensarían los ortodoxos, pero para mí las pinturas de Vermeer son la presencia y están al nivel del icono”.
El concierto campestre
La luz reflejada en las cosas. Conversaciones con Jean-Claude Rousseau
Ed. Francisco Algarín Navarro y Carlos Saldaña
Asociación Lumière, 2021
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).