Al salir del portal
un solemne me obliga
a la primera sonrisa
educada,
pero de pronto,
me distraigo
y aflora mi cara de idiota:
es que la mosca
me llama con su vuelo
insistente,
que me absorbe
con más fuerza
que el vuelo silencioso
y ondulado de la mariposa.
La urbanidades me cansan,
me obligan a un esfuerzo
de hipocresía.
La mosca es espesa,
no vive del aire,
vuela de uno a otro
excremento,
pero el ruido de su vuelo
me devuelve
al sol de la broma y el juego.
Cuando debo sonreír,
sonrío,
pero no entiendo
por qué sonreír en ayunas
de placer y disfrute;
la mosca,
con su vuelo ladino y pegajoso,
interrumpe reverencias y zalamerías,
entonces y sólo entonces,
verdaderamente, sonrío
e, incluso, me vence
la risa franca. ~
Botes y sillas de cubierta
El inicio del tercer milenio puede ufanarse de tener un extenso pedigrí como símbolo de nuevos comienzos. En una obra escrita en 1884, el héroe de la historia de ciencia…
El santo que espiaba
No puedo negar el placer malsano que me proporcionó la noticia de que el difunto periodista Ryszard Kapuscinski trabajó para los servicios secretos polacos, según acusaciones del revanchista…
Roberto Calasso y la palabra de los dioses
En un tiempo en donde todo rastro de lo divino ha sido borrado de la literatura, Roberto Calasso ha ido en busca de su componente sagrado. El autor, que en la niñez empezó a escribir sus…
La distancia dolorosa entre lo que sé y lo que soy
¿Qué es lo que hace que un
texto, sin importar su fecha de
publicación y lugar de procedencia, se convierta en un clásico? De la Historia de la guerra del Peloponeso a El leopardo de las…
RELACIONADAS
NOTAS AL PIE
AUTORES