Foto: Beowulf Sheehan/ZUMA Wire

La traidora es siempre la poeta

Louise Glück ha estado en el centro de una polémica sobre un asunto contractual que pasó a la contemporánea usanza del juicio mediático. En este mundo al revés, los editores se sentaron en el trono y los escritores tomaron el papel de cortesanos.
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Tengo una buena cantidad de libros de la editorial Pre-Textos. Siento especial cariño por Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski, con traducción de Sergio Pitol. Me gustan sus libros gordos como Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki pues usan un bello papel rústico por el que incluso ochocientas páginas pesan poco. Tienen una antología de Chéjov, con apenas diez cuentos de largo aliento, que me parece la mejor muestra para enamorarse de este autor antes de pasar a florilegios más completos. Además vienen publicando mucha de la mejor poesía contemporánea, como la de Louise Glück.

En los últimos días, el nombre de la poeta se ha barajado en una polémica sobre un asunto contractual que, al no gestionarse discretamente entre editoriales y agentes, pasó a la contemporánea usanza del juicio mediático. La prensa ha reportado que la flamante premio Nobel ha “traicionado” a su editorial de catorce años y siete títulos, para publicar con un grupo editorial que ofreció más dinero. Sueltan frases inquisidoras, como que Glück “no estaba preparada para gestionar un éxito de esta envergadura” o machistamente sentencian que “le pone los cuernos a su pareja de catorce años”. Ridiculizan a la poeta, aseguran que debería sentirse “avergonzada” y, sin conocerla, le lanzan una serie de denostaciones. En las redes sociales se convoca a un boicot contra ella, al que se apuntan libreros y gente que nunca la ha leído. Su editor en Pre-Textos pronuncia una frase poco amorosa: “Por desgracia a la poeta Glück dentro de poco se le recordará tan poco como se le echaba en falta antes”. De hecho, el propio editor declaró después de la noticia del Nobel que no haría reediciones de la obra de Glück porque “no se ha vendido nada”; y esto pudo pavimentar el terreno para que el agente de la autora, en una “canallada”, se pusiera a buscar otra editorial.

Los juicios contra las prácticas de la agencia literaria también están en la prensa; allá ellos. Mi empatía está con Glück, siempre estará con un escritor, que es el eslabón más débil en la cadena del “mercado” editorial. Hay que recordar la precaria situación de un autor de pocas ventas en el mundo hispanohablante, en el que incluso las pequeñas editoriales sin capacidad para distribuir internacionalmente suelen exigir derechos mundiales en español.

Una carta abierta dirigida a la premio Nobel, en solidaridad con la editorial Pre-Textos y firmada por cientos de personajes de la cultura y las letras dice “creemos que editores y autores deben ser aliados en las buenas y en las malas”. Eso está muy bien. Hagamos una carta con esa misma intención, pero más general, que vaya para todos los autores y editores y agentes y libreros. Pero la carta que ahora circula está redactada específicamente para condenar a una poeta. ¿Por qué ahora mostramos tanta solidaridad con una editorial cuando nunca lo hemos hecho con los escritores? Sí, tenemos que estar unidos en las buenas y en las malas. ¿Por qué nadie ha dirigido estas palabras a los muchos editores que expulsan a muchísimos autores de sus editoriales? Con frías razones comerciales los despiden, los descatalogan, les destruyen los libros; y el escritor expulsado apechuga sin andar buscando la compasión mediática.

Si de verdad hay algo ruin en este episodio, no hay que poner la lupa en la relación de la poeta con su editor, sino en la forma en que las editoriales compiten unas contra otras. En esa competencia hay mucho juego sucio. ¿Por qué el mundo editorial no ha creado un código ético para evitar los abusos de los grandes contra los medianos o pequeños y que predomine el fair play?

En este mundo al revés los editores se sentaron en el trono y los escritores tomaron el papel de cortesanos.

Pre-Textos es una editorial de altura, de esas que cada mañana los lectores agradecemos su existencia. Pero las opiniones contra Louise Glück se han cocinado con solo el punto de vista del editor, sin participación de ella. Y cuando se rompe una pareja, suele tener la razón el cónyuge con el que hablamos. Pre-Textos tiene más de mil autores; Glück sólo tiene una. A Pre-Textos le queda un largo futuro. Glück tiene setentaisiete años. ¿De verdad no se ha ganado el derecho de hacer lo que le venga en gana con su poesía? ¿Y acaso nosotros tenemos derecho de firmar una carta para darle lecciones morales?

La moneda tiene dos caras. En una el editor dice: “Ámame porque te he seguido publicando a pesar de que solo se venden doscientos ejemplares de tus libros”. En la otra, el autor piensa en silencio: “Si solo vendes doscientos libros estás haciendo muy mal tu trabajo”. Por alguna razón, las bajas ventas humillan al autor y santifican al editor.

Cada caso, cada relación autor-editor es distinta y, sí, en algo se parece a la de un matrimonio. La cantaleta de “mira lo que me he sacrificado por ti” es tan aburrida en el mundo editorial como en la vida de pareja. La lealtad es importante, pero hay que alimentarla con fuego. Hay editores muy buenos, pero a veces son tan buenos como Charles Bovary.

Ahora que los versos de Glück interesaron a cientos y cientos de editoriales en decenas y decenas de lenguas, ¿acaso no tiene ella el derecho de desentenderse de asuntos contractuales y confiarle todo a su agente? Un agente que, dicho sea de paso, es el que muchos escritores desean tener. Y también, dicho sea de paso, tratándose de países e idiomas ajenos, la relación con el agente es más fraterna que con el editor.

“Catorce años de lealtad”, se menciona en cada nota sobre este asunto para enaltecer a la editorial y calumniar a la poeta. Pero ella acumula cincuentaisiete años de lealtad a sí misma, desde que superó su anorexia y comenzó a escribir sus primeros poemas; desde que, efectivamente, no era nadie, y nadie daba nada por ella. Desde que le decían, como a todos los poetas, que se iba a morir de hambre.

Quien conozca la vida, la vocación y las adversidades de un poeta sabrá que nadie tiene derecho de decir que a los poetas les mueven intereses económicos. El poeta vive para sus versos y lo demás se da por añadidura, si es que llega a darse.

Disfruta, estimada Louise, tu premio Nobel; disfruta que tus versos hayan volado tan alto, y escucha las señales de que has venido cabalgando. Tú, Louise, eres poeta y sientes como poeta, sabiéndote humana. Otros son mortales y enjuician como mortales, creyéndose dioses.

                 all happiness
attracts the Fates’ anger.
They are sisters, savages—
in the end, they have
no emotion but envy.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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