Fuera de la biblioteca, el burro rebuzna.
Virginia Woolf
Quizá Virginia Woolf no reconocería la cita, pues la tomé trucada de una traducción; sin embargo, estaría de acuerdo con el significado. Viene de su ensayo “¿Cómo debería leerse un libro?”. En él dice que la cualidad más importante de un lector es la independencia. Sugiere que el lector debe ser colega y cómplice del autor. Dice cosas que vale la pena conocer y termina el texto con una reflexión sobre el placer de la lectura: “¿Pero quién lee para alcanzar un objetivo, por muy deseable que sea? ¿Acaso no hay actos que realizamos porque son buenos en sí mismos, y algunos placeres son el fin mismo? ¿No está la lectura entre ellos?”, y entonces imagina el Día del Juicio Final. “El Todopoderoso mirará a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con los libros bajo el brazo: «Éstos no necesitan recompensa. Nada tenemos aquí para darles. Amaron la lectura»”.
Yo le agradezco a Virginia el texto; pero me inquieta la última imagen. Preferiría conjugar el verbo “amar” en presente, y supondría que allá en el otro mundo habrá un círculo de lectores para intercambiarnos libros por los siglos de los siglos. En esa sección especial del paraíso, se podrá conversar con escritores de todos los tiempos; por ejemplo, con Eurípides, que tendrá ediciones multilingües de todas sus comedias, incluyendo las perdidas para los mortales antes de morirse. “¿Cómo le hiciste para llegar aquí, si eres antes de Cristo?”, estará Eurípides cansado de responder esa pregunta, tal como Cristo estará cansado de que le metan una uña sucia en el costado.
En cambio, los que no fueron lectores, aquellos que se la pasaban contemplando la televisión, más querrían ir al infierno que al cielo. Según los creyentes, en el cielo se la pasa uno contemplando a Dios. No sé qué tan ameno será contemplar durante quinientos cuatrillones de siglos a una egotista deidad sin la posibilidad de cambiar de canal.
Pero volviendo a la lectura terrena, daré otra cita trucada. En un parlamento teatral, Aleksandr Griboyédov escribió: “Читать, читать, а после… хвать!”. Dostoyevski transcribió mal la cita, y el magno Rafael Cansinos Assens la tradujo a su antojo como: “¡Leer, leer, y después… ser osado!” Por vía del teléfono descompuesto salió un sublime grito de guerra para los lectores. ¡Leer, leer y ser osados!
Con Woolf y Griboyédov tenemos dos palabras esenciales para que el hombre sea hombre: independencia y osadía. Dos palabras que siempre han deplorado los gobiernos, incluso los democráticos. Independencia y osadía hacen falta para leer, sí; pero también la lectura inyecta al ser humano mayor independencia y osadía.
Antiguamente los gobiernos luchaban de frente contra la lectura, con persecuciones, censura, hogueras y castigos. Ahora se les ocurrió una forma más refinada: fingen que en las escuelas se enseña a leer, lanzan programas de lectura destinados al fracaso, enmohecen bibliotecas, recomiendan libros moralizantes o adoctrinantes antes que bellos y estimulantes, dan la espalda a autores e intelectuales mientras miman a deportistas, y desacreditan la lectura por placer, que es más antigua que el capitalismo, el comunismo o la democracia.
Pero esta semana, el pueblo de México le dio una lección a quienes lo quieren mantener en la inopia. No solo defendió la idea de la lectura por placer en la prensa y las redes sociales, sino que se lanzó de lleno a leer por placer. Tengo noticia de que las bibliotecas no se dan abasto, las librerías han facturado más que nunca en su vida, las editoriales están imprimiendo libros como Venezuela imprime billetes, los bares y cafés apagaron los televisores para permitir las conversaciones tal como en la Viena de Stefan Zweig, los periódicos que se rajaron volverán a publicar sus suplementos culturales, las celebridades declaman poesía, Eduardo Antonio Parra donó la mitad de sus lucros a la vaquita marina, las bandas gruperas le ponen música a López Velarde, Ediciones Era cotiza en la bolsa, los católicos se pusieron a leer las Escrituras, Paco Taibo II pagó el 20% que se había clavado, los futbolistas leen a Juan Villoro, la mayoría de los mexicanos aprendió más versos de Sor Juana que “hombres necios que acusáis”, se dará el milagro de que Random House me pague regalías y en agradecimiento a todo esto Xavier Velasco visitará al Señor de Chalma.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.