Ana Penyas (Valencia, 1987) dibujó la historia de su abuela Maruja en 4 páginas para un trabajo de la carrera de Bellas Artes. Poco después, dibujó la de su otra abuela, Herminia, para un festival que se celebraba en Valencia. Después esas dos historias fueron creciendo a lo largo de cuatro años de trabajo hasta convertirse en Estamos todas bien, primera novela gráfica de Penyas. Obtuvo el Premio Internacional Fnac-Salamandra Graphic en 2016.
Maruja vive en Madrid y Herminia en Valencia. Maruja solo tuvo un hijo; Herminia, una familia numerosa. Maruja tiene párkinson, se siente abandonada y se aburre. La madre de Herminia dejó a su familia cuando ella tenía cuatro años. Se fue del pueblo con un hombre del que se había enamorado. A Herminia le contaron que los del pueblo trataron de apalearla mientras corría hacia el coche de su enamorado. A Herminia la crió su abuela. Tenían un teatro. Maruja trabajaba en el bar de su tía y se casó con un médico que le sacaba muchos años para poder dejar el bar. Aunque muchos le decían que había sido un buen casamiento, a Maruja no la hacía feliz. No fue un matrimonio por amor, el de Herminia sí. Maruja se aburría con el médico, cuya hermana, además, trata de imponer sus normas en la casa de Maruja y su marido. Herminia y su marido tuvieron que irse del pueblo con todos los hijos cuando cerró el teatro familiar. La familia se estableció en Valencia.
Las historias de estas dos mujeres, que son niñas de la guerra, alcanzan la mayoría de edad en la posguerra, se hacen adultas durante el franquismo y maduran con la llegada de la democracia, se va contando con saltos atrás en el tiempo. No solo se alternan los tiempos, también se pasa de una a otra. En cada una de las historias y los tiempos dominan unas tonalidades, por ejemplo, el rojo rosado del presente de la historia de Maruja, el color que marca la paleta de la novela gráfica, “viene de una bata rosa que siempre lleva mi abuela. Su universo me lleva a ese color constantemente”, según explicó Penyas en eldiario.es.
Las dos abuelas responden a las preguntas de su nieta y repasan fotos, anécdotas y su pasado. Esas conversaciones están incorporadas a la novela con gracia y naturalidad. Las dos abuelas reaccionan de manera diferente cuando saben de las intenciones de su nieta: una le dice que mejor escriba una historia de amor, la otra se muestra entusiasta. Las dos guardan alguna que otra sorpresa: por ejemplo, Maruja dice que lo mejor que le ha pasado en la vida es conducir y que se iba en coche desde Alcorcón a Madrid a pasear por las calles y a descubrir la modernidad de la Movida. Herminia sufría cuando sus hijas repartían pasquines antifranquistas, pero luego acompañó a uno de sus hijos al funeral de Franco porque él “quería ver la cara de ese hijo de puta por última vez”.
Ana Penyas tiene una gran facilidad para la ambientación, los objetos y el contexto: es una alegría saber que está preparando una novela gráfica sobre la Transición. Mezcla materiales y utiliza los objetos cotidianos para construir la historia que avanza de manera cinematográfica: cambia planos, puntos de vista y tiempos sin perder coherencia.
Las dos abuelas de Penyas, cada una a su manera, han dedicado su vida a cuidar a los demás y ahora afrontan la vejez con diferentes sentimientos. Maruja es pesimista, Herminia se muestra más dispuesta a disfrutar algunos destellos de felicidad que aún le quedan por vivir. Estamos todas bien es un homenaje a las abuelas de la autora, pero también es un reconocimiento a toda una generación de mujeres cuyas vidas fueron marcadas por las terribles circunstancias y cuya capacidad de elección se vio anulada. “Aquellas ejemplares Penélopes condenadas a coser, a callar y a esperar”, como escribió Carmen Martín Gaite en una frase que se cita al comienzo del libro.
Estamos todas bien, Ana Penyas
Barcelona, Salamandra Graphic, 2018, 112 pp.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).