Navajazos y cuchilladas

Hace aรฑos, en una reuniรณn de jรณvenes novelistas se discutiรณ quรฉ se puede pensar cuando se esquiva un navajazo.
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Allรก en los aรฑos noventa, cuando รฉramos noveles novelistas, nos reunรญamos en el departamento de Eduardo Antonio Parra en la calle Diego de Montemayor, de Monterrey. Ahรญ estaban Hugo Valdรฉs, Rubรฉn Soto y el apenas pรบber Ramรณn Lรณpez Castro. Discutรญamos sobre nuestros textos y las reuniones se prolongaban hasta el amanecer, con todos ebrios excepto yo, que entonces bebรญa Chocolala. El departamento de Parra carecรญa de glamur. El desvencijado sofรก tenรญa pelos de un perro muerto un lustro atrรกs. El baรฑo era digno de una gasolinera abandonada. El colchรณn de solera habรญa sustentado los amores e insomnios de dos anteriores propietarios. Nunca tenรญa Parra nada que ofrecer de comer a sus visitantes, acaso media pizza de jamรณn que el tiempo habรญa convertido en pizza de champiรฑones.

Todo eso lo dignificaba la abundancia de libros.

Alguna vez, puestos filosรณficos, nos preguntamos quiรฉn serรญa el primero en morir. Todos apostamos por Parra, pero Parra sigue vivo y Rubรฉn Soto muriรณ hace tres aรฑos.

Una de esas noches venturosas, Parra sometiรณ a nuestra consideraciรณn un cuento reciรฉn escrito. Se trataba de una narraciรณn magistral sobre dos jรณvenes que se enfrentan con navajas. Celebramos cada uno de los pasajes, excepto el de cierto momento apremiante de la historia, que decรญa: โ€œยฟDe dรณnde le vendrรก lo gaviota?, pensรณ Benito al tiempo que esquivaba el navajazoโ€.

Nos pusimos a tirar cuchilladas imaginarias con el puรฑo vacรญo y a tratar de pronunciar la frase de marras mientras esquivรกbamos el lance.

โ€œยฟDe dรณnde..?โ€, apenas alcanzรกbamos a decir.

โ€œยฟDeรณnde le venโ€ฆ?โ€, llegaba a vocear quien hablara mรกs rรกpidamente o quien recibiera una mรกs lenta acometida.

Ni ensayando una pronunciaciรณn portuguesa que se come las vocales nos daba tiempo.

โ€œยฟD dnd l vndr lโ€ฆ?โ€

Hablamos del duelo a cuchillo de Borges. Ahรญ no sabemos lo que dicen o piensan los rivales, hasta que uno queda al borde de la muerte: โ€œQuรฉ raro. Todo esto es como un sueรฑoโ€.

Como jueces fuimos unรกnimes: ese enunciado debรญa borrarse. Acaso sรณlo escribir: โ€œBenito esquivรณ el navajazoโ€. Pero Parra, obstinado e inflexible, acabรณ por publicar el texto con la frase de marras.

En el poema de Garcรญa Lorca son cuatro puรฑales contra uno. El agonizante Antoรฑito el Camborio, digno de una emperatriz clama: โ€œยกAy Federico Garcรญa, llama a la Guardia Civil! Ya mi talle se ha quebrado como caรฑa de maรญzโ€.

No sabemos quรฉ pensรณ el seรฑor Clutter cuando lo degollaban. Apenas tenemos lo que pasรณ por la mente del asesino: โ€œPensรฉ que era un hombre muy amable. De voz suave. Asรญ lo seguรญ pensando hasta el momento en que le cortรฉ el cuelloโ€.

Los moribundos homรฉricos son harto facundos. Sarpedรณn, tumbado en el suelo, con la lanza de Patroclo clavada โ€œdonde el pericardio rodea el musculado corazรณnโ€ alcanza a decir: โ€œยกGlauco, tierno amigo, guerrero valiente entre todos! Ahora sรญ que tienes que ser buen lancero y audaz combatiente. Que tu รบnico deseo ahora sea el cruel combate, si eres audaz. Insta primero a los prรญncipes de los licios, recorriendo el frente por doquier, a luchar por Sarpedรณn; y luego, bรกtete tรบ mismo con el bronce en defensa mรญa. Pues para ti serรฉ un constante escarnio y un oprobio todos los dรญas para siempre, si los aqueos me despojan de las armas y caigo en el recinto de las naves. Al contrario, resiste con denuedo e insta a la hueste enteraโ€.

Patroclo ha de apoyar el pie en el pecho del desahuciado para arrancar la lanza y โ€œcon ella saliรณ el pericardio, y junto a la punta de la pica le extrajo el aliento de la vidaโ€.

Por supuesto que los hรฉroes de la Ilรญada viven esquivando flechas, lanzas, picas y piedras, pero no tenemos noticia de lo que pudieron pensar los esquivadores en el acto de esquivar.

El texto de Borges habla del gaucho Don Segundo Sombra, y en Don Segundo Sombra hay tambiรฉn un pleito de puรฑales. Tres veces esquiva el protagonista el puรฑal enemigo, sin que piense o diga nada.

Nunca supe quรฉ se podรญa pensar cuando se esquiva un navajazo. โ€œยกAy nanita!โ€, suelen decir en el susto los personajes de Carlos Fuentes.

Desde hace aรฑos, acostumbro llevar en el bolsillo del pantalรณn una navaja Muela de apertura a una mano. Sin ser gordo, soy muy pacรญfico, por lo que no porto un arma sino una herramienta. Me es muy prรกctica para muchas cosas y no pasa dรญa sin que tenga que utilizarla. Con ella le quito el celofรกn a los libros nuevos. Ayer la empleรฉ tres veces: en el supermercado para tajar la envoltura de un six pack, pues sรณlo querรญa dos cervezas; para abrir un paquete que me llegรณ por correo; y para mondar la punta de un corcho que habรญa engordado y ya no podรญa reencajarlo en la botella de vino dejada a medias.

Pues bien, luego de hacer esto รบltimo, un amigo me pidiรณ ver la Tizoncilla. Tras observarla un rato, tuvo el niรฑato deseo de lanzarme una falsa cuchillada. Mi cuerpo reaccionรณ con un movimiento elusivo, al tiempo que, para mi asombro, pensรฉ: โ€œยฟDe dรณnde le vendrรก lo gaviota?โ€.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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