Es el olvido el corazĆ³n
inagotable de las cosas.
En ellas mueve su sangre
como si de viejos tranvĆas subterrĆ”neos se tratara.
Basta el silencio para escuchar su irrigaciĆ³n de rostros
o el extravĆo nocturno de los cuerpos
al hundirse en el profundo trinar de nuestra lluvia.
Gota a gota le habremos de perder
el rastro a las cosas de este mundo
āla gente, los rĆos, las ciudadesā.
SerĆ” por fin nuestra memoria
el recinto sagrado de la ausencia.
Y ya en el centro de ese lugar oscuro,
sentiremos entonces la certeza primigenia:
vivir es avanzar tambiƩn hacia la muerte,
unirse al mundo atado
tambiĆ©n por el cordĆ³n umbilical
de este imperio de cosas que fenecen.
*
ā
Sea Ć©sta acaso la misiĆ³n
de la luz sobre la tierra:
Llenar de cuerpos
los nombres que van poblando
nuestra lengua;
dar a la noche un rostro
con que reconocer la compaƱĆa;
medir con precisiĆ³n el tiempo,
su forma de arrebatar las cosas
una a una
con lentitud inexorable
como oruga que devora de raĆz
nuestros jardines
y luego sigue con las hojas
hasta acabar con todo
cuanto crea que es suyo
y le alimente.
*
El tiempo no destruye a la memoria, la pule hasta reducirla a su forma mĆnima de punto, para que luego brille intermitente en el silencio como la luz muerta de los astros.
Diego Salas (Xalapa, 1984). Su Ćŗltimo libro publicado es La seƱa del quieto, coeditado por La ZonĆ”mbula Editorial y el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) en 2014.
(Xalapa, 1984). Su Ćŗltimo libro publicado es La seƱa del quieto, coeditado por La ZonĆ”mbula Editorial y el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) en 2014.