Leo en primer lugar la nota que el autor, Ignacio Vleming, coloca al final del libro. Allí, en un par de páginas, explica las circunstancias de composición del libro. Lo que más llama la atención y quizá lo que más me gusta es la cantidad de personas convocadas: cuento hasta 32. Una de ellas es Elvis Presley y otra Molière, pero la mayor parte son relaciones personales del autor, que le han ayudado, más o menos, sabiéndolo o no, en la escritura del libro. Es una página de agradecimientos, pero es también un repaso a los trompicones que conforman la escritura de cualquier libro, quizá hasta un canto a sus jalones, además de un recuento de amigos. No es cualquier cosa: en cierto modo la nota muestra un tono desalentado (Vleming lo tenía medio escrito cuando se desencadenó la pandemia; le pareció que se quedaba viejo), y queda claro que es la intervención de todas esas personas lo que ha empujado al autor a culminar su trabajo: Toda esta gente me ha ayudado. Y todos esos nombres aparecen como signos de vitalidad.
Vleming, en colaboración con Leonardo Vilei, tradujo en 2017 La muchacha Carla, de Elio Pagliarani (1927-2012), publicado originalmente en 1962. Es la primera traducción al castellano de este poeta, nacido en Rímini y formado en Milán. Leo que fue pensado en origen como guion para una película y que solo al final acabó convertido un libro de poesía. Y aun así se hizo una película, en 2015 y dirigida por Alberto Saibene.
La traducción de La muchacha Carla inspiró a Ignacio Vleming la escritura de Rincones de ambigua geometría. Quiso ambientar su poema en un centro comercial en decadencia. En su adolescencia los frecuentaba, como explica también en su nota. Quizá creyésemos entonces que los centros comerciales iban a resistir como templos del ocio derrochador o medio atolondrado, pero ahora se han quedado pasados de moda. Podríamos recorrerlos con la conciencia de que ya se están transformando en ruina. O, más bien, de que son reductos de costumbres pasadas. En todo caso, no todo es sociología y no es la primera vez que Vleming se ocupa de temas arquitectónicos y urbanísticos o muestra sensibilidad por los espacios. Me acuerdo de su curioso libro Fisura, de 2017, que es el año también de la publicación de su traducción de Pagliarani, que se abre con una cita de Eduardo Torroja y que se divide en los bloques “Programa”, “Plano” y “Alzado”.
Pero atención también a los títulos de sus libros anteriores: Cartón fósil, Clima artificial de primavera… Tienen un aire de arquitectura utopista. Lo mismo en Rincones de ambigua geometría. En este último caso, las citas que lo abren son tres: una de Elio Pagliarani (extraída de La muchacha Carla), otra de Carmen Jodra, que fue una querida amiga de Vleming (de Rincones sucios, con ecos también en el título) y otra de Guillermo el Trovador, que escribió, en el siglo XII, en lengua provenzal. Las tres citas tienen un aire común, aparte del gusto de Vleming al juntarlas. Si elegimos un verso de cada una (la atribución según el orden que ya he dado), obtendríamos un bonito nuevo poema:
Fugitiva en los bosques de cemento
me di media vuelta y salí huyendo
a lomos de un caballo
Rincones de antigua geometría está dividido en cuatro bloques: “La multitud” (ocho poemas), “Los niños” (ocho poemas), “La exposición” (ocho poemas), “Las ruinas” (ocho poemas). Llamativa la disposición simétrica, nada ambigua. 32: ¿número cabalístico? No sería sorprendente que hubiese detrás una intención o, si ha sido inconsciente, una especie de dictado interno. Treinta y dos senderos de la sabiduría en la Cábala.
El primer verso: “¡Aquí se sirven corazones, cerebros e intestinos!”. Tres versos más abajo viene un cuarteto de heptasílabos que es como del Cántico espiritual: “Por montes y veredas / persiguen al amor / ni temen a las fieras / ni templan su furor”. Como por su disposición tan próxima en la página casi estamos leyendo estos versos a la vez que el primero, es casi imposible no sentir ya el aliento de San Juan de la Cruz desde el principio, y entonces se entiende “Aquí se sirven corazones” como un trasunto de “Aquí se está llamando a las criaturas”. Es asombroso el poder de la poesía, asombroso que, solamente con dos partículas tan sencillas como aquí + se, se vea convocada tal cantidad de imágenes. ¡Las criaturas responden de verdad! ¡La poesía es verdadera!
A la vez, “aquí se sirven” tiene resonancias de reclamo de vendedor ambulante: se huele una genealogía de los centros comerciales que viene desde los vendedores de crecepelos. Y detengámonos un poco más en este verso, presentación de lo que vendrá. Tres cosas son las que se ofrecen: corazones, cerebros e intestinos. Corazones, algo así muy propio de la poesía, ¿no? Al juntarse con los cerebros, y sobre todo con los intestinos, nos traslada a la acepción material, la de las vísceras. Pero también se intuye aquí una división tradicional de las potencias humanas, que se podría remontar hasta la filosofía griega, y que desde luego está en la alquimia medieval, y que tendrá que ver con el sentimiento, el pensamiento o la intuición.
Otra cosa que me ha llamado la atención es la cantidad de insectos que aparecen. Otros animales, mamíferos como caballos o ratones, también, pero qué curioso todo esto: “la magia de las libélulas”, “no le[s] cortéis las alas a las mariposas”, “el deseo son frágiles insectos”, “tal vez en sus corazones / haya pedrisco o langosta”, “monótono, insidioso, como de avispa”, “grillos crepitantes”, “oruga retorciéndose”… Incluso el verbo zumbando (“O el álgebra y los algoritmos [aunque qué raro que no sean “logaritmos”] / zumbando entre los dedos”] nos hace pensar en los insectos.
Una interesante imagen: “… el dinero es como un cubo de aire / recogido contra la ventisca”. Inútil, casual, incontrolable, pírrica consecución.
Y una presentación muy bonita de un personaje. Un poema acaba con estas esdrújulas: “y frágiles y dúctiles y mórbidos”, y el verso siguiente, el primero del siguiente verso: “Andrés observa a Fátima…”. Es la primera vez que aparece ella, convocada quizá por ese ritmo silábico.
Serán rincones de ambigua geometría, pero componen un espacio muy definido.
Rincones de ambigua geometría
Ignacio Vleming
La Bella Varsovia, 2025
72 páginas