En 1961 dos alemanes compraron un terreno de más de 10.000 hectáreas a dos italianos. Allí fundaron en Chile Colonia Dignidad, una presunta Sociedad Benefactora, en la que vivían niños alemanes. También fundaron un hospital y una escuela. Paul Schäfer, el fundador de la colonia, estaba huyendo en realidad de acusaciones por abuso de menores en Alemania. Durante 36 años, hasta 1997, era imposible entrar o salir de la colonia sin el control de Schäfer y los jerarcas. La primera denuncia de lo que allí sucedía se produjo en 1966, cuando el primer fugado de la colonia acusó a Schäfer de abusar de los niños. Sprinters, la novela de Lola Larra (seudónimo de Claudia Larraguíbel), cuenta la historia de la colonia. “Se llamaban de varias maneras; eran su corte. Paul Schäfer tenía una corte de niños que lo acompañaban en el día a hacer recados, los mandaba hacer cosas e iban corriendo y por eso los llamaban sprinters, corredores. Los llamaban niños de servicio. Cada noche elegía uno para dormir con él. Los sprinters eran estos niños, de entre 8 y 14 años, que él elegía y violaba por las noches. Al mismo tiempo, eran como los elegidos de la Colonia para estar con él. El caso es muy complejo: tiene tantas aristas sociológicamente hablando, emocionalmente hablando, psicológicamente hablando. Porque, claro, es supervivencia también: tenías prebendas estar con él, comías mejor, ibas en el coche, en el mercedes, salías a dar paseos… No tenías que trabajar. Todos los otros niños tenían que trabajar desde las cinco de la mañana o las cuatro de la mañana. Entonces, claro… Es terrorífico.”, cuenta Larraguíbel.
El caso de Colonia Dignidad saltó en 1997, cuando la policía entró allí para buscar a Schäfer, acusado de abusos sexuales, después de que veintiséis niños denunciaran las violaciones. Se supo que traficaban con armas y que colaboraron con la dictadura de Pinochet: Colonia Dignidad fue lugar de torturas del régimen.
La fuga más llamativa
“Empecé a investigar hace 15 o 18 años, en torno a los 2000 es cuando debo haber empezado a recopilar información. No tenía ni idea qué iba a hacer, adónde me llevaría eso. El primer caso que investigué fue el de Tobías Müller y Salo Luna. Había sido la fuga de colonos más llamativa para la prensa y había bastante información. Me fascinó ese caso: esos adolescentes que huyen solos, sin ayuda de adultos. Me gustó mucho esa historia y empecé a recopilar información.” Esa historia es una de las tramas de la novela, donde aparece en forma de tratamiento de guion cinematográfico, como resto de esa película imposible que la narradora no llega a hacer. “Quería hacer un libro pero no sabía qué tipo de libro. Cada vez que iba a Chile a visitar a mis padres entrevistaba a gente. Tenía los testimonios de toda esta gente y empecé a tener acceso a los documentos judiciales. Me encontré con este documento que me maravilló por el horror que era: el juicio a Paul Schäfer y a los jerarcas de 2005. Lo empecé a leer y me dije: ‘es como una novela. Esto así es ya una novela’. Y me remitió a Elena Poniatowska, La noche Tlatelolco: cómo cuenta la matanza de Tlatelolco a través de testimonios de todos los testigos de esa noche y de ese horror. Intenté hacer un cuaderno para mí. Tengo la fortuna de tener un hermano diseñador, entonces él me lo diseñó y me lo imprimía. Era un cuaderno en el que estaban todos los testimonios. Entonces pretendía contar a través de todos estos testimonios la historia de Colonia. Eran puras declaraciones, una detrás de otra. Quería que fuera un libro de las voces de eso: de los amigos de la Colonia, de los enemigos, de las víctimas, de los victimarios.” El material de ese cuaderno está volcado en sprintersnovela.com, y es la investigación previa para la novela.
Una tumba sin nombre
Ya en ese cuaderno aparece la historia que le fascinó: la de Hartmut Münch, un niño muerto en extrañas circunstancias a mediados de los ochenta y cuya tumba, en el cementerio de Colonia Dignidad, no tiene placa. La historia del niño muerto le serviría como columna vertebral para construir la novela. “Estaba abrumada con tanta información y con tantos años siguiendo la pista a los casos. Todos se centraban en el caso criminal de Colonia Dignidad y yo no quería eso. Quería la vida de los colonos. Y de pronto me sentía como incapaz, después de acabar el cuaderno de Colonia. Entonces dije: ‘bueno, tal vez la historia de Harold Munch quizá sea el epítome de que no se puede contar Colonia Dignidad sino desde la contradicción, las múltiples verdades, quién cuenta la verdad, quién dice la verdad’. Porque es así: entrevistaba a colonos y unos decían una cosa, otros otra. Nadie recordaba bien nada porque bueno, entre que estaban drogados, los encerraban, los torturaban… No había un testigo objetivo de lo que había sucedido; nunca hay testigo objetivo pero más o menos… Cómo se ve el mundo desde esa locura es lo que me interesaba”, explica Larraguíbel. Dice que “Todo el ensamblaje de estas piezas fue muy natural y muy fluido porque podía haber quedado un Frankenstein terrorífico”. Pero no había un plan previo: “Nunca pienso los libros a priori: hago muchos ensayos, soy de corregir, volver a escribir… Pero nunca sé dónde me va a llevar ni cómo van a terminar.”
Contar la verdad con herramientas de ficción
La escritora tenía materiales diversos con los que quería construir su novela: “Tenía el cuaderno con los testimonios, de los que quedan en la novela algunos pocos. Tenía esta primera historia que yo quería contar, que no quería dejar de contar porque era la primera que me había fascinado, la de Tobías Muller y Salo Luna. Y tenía la novela en sí, que solo empezó a tener sentido cuando di con la voz de Lutgarda, la protagonista. Renunciar a alguna de esas tres no me apetecía. Por eso también el subterfugio de que la narradora esté haciendo una película. A mí me interesaba la narradora y que la narradora además se pareciera a mí porque a mí me interesaba poner al lector en el lugar incómodo en el que yo también estuve en algún momento. La literatura sirve para esas cosas: para confrontarte a tus demonios, a tus sentimientos vergonzosos, a esos sentimientos que no quieres tener pero que están ahí. Desde el miedo a la vulnerabilidad; desde la cobardía a la vergüenza. La literatura es eso también: ponerte en lugares incómodos y hacerte preguntas incómodas”. Y ahí se da una paradoja: “Los libros, sean de ficción o de no ficción, existen cuando hay una voz, cuando hay una manera de mirar el mundo y la manera de mirar el mundo, en este caso, fue un personaje de ficción. Tenía todo el expediente periodístico y solo cuando el expediente periodístico fue encabezado por la ficción, por un personaje de ficción, con las herramientas de la ficción, contradictoriamente, pude contar la historia que realmente quería contar”.
Lutgarda es todo un hallazgo y no es una elección gratuita: “Me interesaba muchísimo que fuera una mujer porque son invisibles. En todo lo que yo investigué, solo las vi, solo escuché su voz en las entrevistas que yo hice y en los documentos jurídicos cuando les llamaban a declarar. Pero en ningún libro se habla de las mujeres. Ni en los reportajes de tele, todos los documentos a los que yo tuve acceso, visuales, audiovisuales y libros… no hablaban de las mujeres. Eran los seres más invisibles. Las mujeres eran los seres de cuarta categoría en esa colonia”. Al entrevistar a colonas encontró en ellas “una vitalidad, una resistencia y una esperanza que no encontré en los hombres. Era curioso: eran personajes más luminosos. Y yo quería también que este fuera un libro luminoso”. El personaje de Lutgarda es vital, sí, pero está lleno de contradicciones: por ejemplo, se niega a abandonar la Colonia. “Quiero que el lector entienda las razones de Lutgarda. La literatura también es eso: entender las razones del ser más distinto y más alejado a ti. Y a eso ayuda la literatura. Entonces, entender las razones de Lutgarda es muy complicado. Pero hacer el esfuerzo, hacer ese camino es el que me interesa como escritora.”
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).