El fin del poder judicial independiente

Estuvo lejos de ser la hazaña democrática que ha querido vender el oficialismo. La baja participación –un 13% del padrón electoral, sin contar con el importante porcentaje de votos nulos o en blanco– echó por tierra el argumento de que el pueblo pedía una reforma que destruyera el poder judicial independiente. Sin embargo, de poco sirvieron las protestas de trabajadores, los llamados de críticos, las advertencias de especialistas en derecho y las denuncias de la prensa: la elección se llevó a cabo en un clima de desinterés y con prácticas, como el acarreo o las boletas marcadas previamente, que creíamos desterradas de la vida pública. En vista de sus resultados, la reforma terminó por premiar la lealtad a un proyecto político sacrificando el profesionalismo y las capacidades técnicas. En este número, Letras Libres quiere poner en perspectiva el pasado, presente y futuro del poder judicial y la labor jurídica en el país: lo que se perdió, las consecuencias en el corto y mediano plazo, y lo que todavía puede hacerse contra el total desmantelamiento de las instituciones.


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