Al despertar, antes del cafĆ© nuestro de cada dĆa y despuĆ©s de desempiernarnos, extiendo el brazo izquierdo para tomar mi telĆ©fono del burĆ³ y abrir un resumen de noticias por el que consigo sentarme en la cama. Es verdad que tambiĆ©n dependo de los recordatorios del calendario para ser un adulto mĆ”s o menos funcional, y de las listas de pendientes. Medito con una aplicaciĆ³n, leo libros enteros en otra. Tengo una debilidad vergonzosa por Instagram: sigo a tantas, pero tantas cuentas que desperdicio mucho tiempo en ese loop de dopamina, deslizando el dedo y la mirada de una fotografĆa a otra.
El susodicho insiste en que tengo un serio y patĆ©tico problemita con el celular. Imita el gesto de ovillarse en el sillĆ³n moviendo a prisa los pulgares. Bromea con frecuencia sobre clĆnicas para adictos a la tecnologĆa como las de Lo and Behold, el nuevo documental de Herzog en el que el director alemĆ”n hace una siniestra comparaciĆ³n entre el internet y la religiĆ³n.
Cuando al susodicho se le agota la paciencia me lo pide por favor, ya no disimula que todo esto lo perturba, me lo pide descorazonado, un gesto entre el Ć”nimo de un padre cansado a quien no le hacen caso y el tono chillĆ³n de una pareja ya decepcionada. Como si hubiera mĆ”s de dos personas en esta relaciĆ³n. CĆ³mo si fuese yo tan egoĆsta como para darme placer con internet y no con Ć©l, y hubiĆ©ramos dejado de cenar juntos, de platicar, de coger.
Ćl tiene un celular de caja de cereal y el uso que yo le doy al mĆo āinteligenteā le provoca una reacciĆ³n alĆ©rgica. Ha comenzado, incluso, a escribir una serie de ensayos sobre el asunto.
El otro dĆa, por ejemplo, encontrĆ© la ilustraciĆ³n de Pictoline que explica que los perros entienden no solo los sonidos con los que los premiamos o regaƱamos, tambiĆ©n las palabras. Se la muestro y le cuento que el estudio del que parte la imagen descubriĆ³ que el cerebro de los perros procesa las palabras con el hemisferio izquierdo y los sonidos con el derecho, igualito que las personas.
RecordĆ© que tal vez el primer episodio de Radiolab que escuchĆ©, con el cual me enamorĆ© del programa de radio, fue sobre el lenguaje musical. Busco, entonces, en el telĆ©fono el programa archivado para darle play y mostrĆ”rselo: Jad Abumrad y Robert Krulwich, los conductores, platican con Anne Fernald, una psicĆ³loga musical que viajĆ³ de un paĆs a otro para grabar cĆ³mo los padres le hablaban a sus reciĆ©n nacidos. Resulta, le resumo con entusiasmo, que suena la misma melodĆa cuando dicen Ā”buen chico! o Ā”muy bien! En lenguas romances, como la nuestra, o en lenguas tonales, en las que el significado de una palabra depende de cĆ³mo se pronuncie, el mandarĆn, por ejemplo. Y lo mismo sucede con una advertencia o una llamada de atenciĆ³n. En ese caso el tono sube: Ā”no!
ĀæNo encuentras, le pregunto al susodicho con el telĆ©fono en la mano, fascinante que despertamos sentimientos en los demĆ”s porque cuando hablamos cantamos? ĀæNo te conmueve que el sonido sea una pulsaciĆ³n, un tap tap tap que compone un patrĆ³n, que sean oleadas de vibraciones de aire que viajan a travĆ©s del tiempo y el espacio, entran al oĆdo, alcanzan unos pequeƱos huesos que mueven agua y despuĆ©s pelos que causan electricidad? Es un trĆ”nsito muy complicado desde la boca del emisor hasta nuestras neuronas, insisto, ahora yo. Estoy perdiendo la discusiĆ³n, me voy resignando. ĀæNo es curioso que en todo el mundo usemos las mismas melodĆas positivas y negativas? ĀæNo es increĆble que FirulĆ”is entienda las palabras si van entonadas con alegrĆa o molestia? ĀæNo? ĀæNada? Nada. Le parece una justificaciĆ³n mediocre de mi abuso del celular. No importa lo que yo pueda decirle, me escucha con las manos entrelazadas en la nuca, me mira como quien no termina de decidir si estoy a salvo o no tengo remedio. Siempre hay algo, murmura, y se da la vuelta. Y tendrĆ” razĆ³n. Es verdad que apenas me dio la espalda seguĆ escuchando el programa, que todas las noches me duermo con audĆfonos, arrullĆ”ndome con uno o varios podcasts, y que este post lo estoy escribiendo en el metro en mi telĆ©fono.
Ciudad de MĆ©xico