Greta Thunberg es una oradora muy efectiva porque es admirable. Con apenas 16 años, esta valiente adolescente sueca ha ganado acceso a la élite política y económica mundial, y les ha hablado en un tono y con unas palabras que nadie más se ha atrevido a usar, conminándolos a renunciar a la avaricia y la hipocresía para salvar a nuestro planeta del cambio climático. Sus huelgas escolares han sido una inspiración para que millones de niños y jóvenes en todo el mundo hagan a un lado la apatía y cobren consciencia de la crisis ambiental que vivimos. Ella le está dando voz a una generación que hoy exige con fuerza a los adultos que asuman su responsabilidad con nuestro planeta.
Greta Thunberg es una oradora muy efectiva porque usa la demagogia. Recordemos que el discurso demagógico es aquel que apela a la emoción más que a la razón, y en vez de hablar de los problemas y sus soluciones habla de culpables y castigos. Y vaya que Greta sabe llenar el aire de emociones. Ella apela al miedo, como cuando habló ante la Cumbre Climática de la ONU con el tono de una predicadora apocalíptica, convencida de que el Fin de los Tiempos está cerca:
¡La gente está muriendo! ¡Ecosistemas enteros colapsan! ¡Estamos al principio de la extinción masiva! ¡Y todo de lo que ustedes hablan es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno! ¡Cómo se atreven!
También apela al miedo cuando pinta un cuadro sombrío con sus palabras ante los congresistas estadounidenses:
El problema no es que carezcamos de la capacidad para soñar o imaginar un mundo mejor. El problema es que necesitamos despertar. Es tiempo de enfrentar la realidad, los hechos, la ciencia. Y la ciencia no habla de “grandes oportunidades para crear la sociedad que siempre quisimos”. La ciencia habla de sufrimiento humano indescriptible, que se volverá cada vez peor entre más nos tardemos en actuar […] Esto es una emergencia, y no cualquier emergencia. Es la crisis más grande que la humanidad haya enfrentado.
Greta describe demagógicamente a quienes identifica como culpables de la crisis, es decir, los políticos. Ante ellos, en la ONU, también afirmó:
Dicen que nos escuchan y que entienden la urgencia, pero sin importar cuan triste y enojada estoy, no quiero creer eso. Porque si fuera cierto que ustedes de verdad entienden la situación, entonces fallan al actuar porque son malas personas. Y eso es algo que me rehúso a creer.
Y el castigo para esas malas personas será el desprecio eterno de las generaciones futuras:
Las cifras son demasiado incómodas y ustedes no son todavía lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. ¡Ustedes nos están fallando! Pero los jóvenes estamos empezando a entender su traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre ustedes. Si eligen fallarnos, yo les digo: ¡Jamás los perdonaremos!
Y, sobre todo, Greta Thunberg es una oradora efectiva porque es conmovedora. El hecho de que sufra verdadera ansiedad, desesperación y hasta dolor cada vez que da un discurso la vuelve impactante. Pero su vehemencia no bastaría para hacerla creíble. Su biografía, sus acciones extraordinarias y su imagen elevan su discurso a alturas que no sería capaz de alcanzar por sí mismo. Es una joven que vive con síndrome de Asperger, autismo de alto funcionamiento y trastorno obsesivo-compulsivo, y enfrenta esa realidad con determinación y entereza, aunque hay quienes se preguntan si es correcto de parte de sus padres permitirle a una menor de edad con esas condiciones estar expuesta al estrés de ser una figura política internacional. Su presencia física transmite fragilidad externa con una fuerza interna enorme. Sus imágenes protestando frente al parlamento de su país, cruzando el Atlántico en barco o rechazando con gestos a Donald Trump la vuelven un ícono romántico de lucha simplemente irresistible para millones de personas que buscan referentes de liderazgo idealista.
Como sea, Greta –a diferencia de los demagogos que hoy dominan la política– no usa el discurso para amasar poder personal, sino para abrirnos los ojos sobre un problema real y grave que nos afecta a todos. Su ethos –su personalidad, su historia y esencia– es lo que le da fuerza y legitimidad a su discurso. Es admirable, es conmovedora… y es demagógica. Y eso, en los tiempos que corren, es una combinación absolutamente ganadora. Por eso, habrá Greta para rato.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.