Hoy decimos adiós al compositor mexicano Mario Lavista. Nacido en la Ciudad de México en 1943, Lavista fue uno de los músicos más comprometidos con la difusión de la música clásica y contemporánea. Estudió con los mejores maestros de México –Carlos Chávez y Héctor Quintanar– y Europa –Jean-Étienne Marie, Nadia Boulanger, Karlheinz Stockhausen y György Ligeti–. Entre sus múltiples reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1991, la medalla Mozart en el mismo año, su distinción como creador emérito por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1993, su ingreso a El Colegio Nacional en 1998 y en 2013 el Premio Tomás Luis Victoria, máximo galardón que otorga la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE) a músicos de España e Iberoamérica.
Entre sus obras se encuentran música sinfónica para orquesta sola, cuartetos de cuerda, obras corales, piezas para conjuntos instrumentales, obras solistas y también para piano solo. A la vez, cuatro obras electrónicas, una ópera en un acto y música para cine, teatro, televisión. Lavista es reconocido por la manera en que tendió puentes entre la música y otras artes como la pintura y la literatura. La influencia de Borges, Beckett, Fuentes, Degas, Manet, entre otros, fue tangible en varias de sus composiciones. Por ejemplo, sus dos canciones con textos de Octavio Paz, sus tres nocturnos con poemas de Álvaro Mutis y Rubén Bonifaz Nuño, su versión para orquesta y coro infantil de Gargantúa, de Rabelais, y su ópera Aura inspirada en el libro de Carlos Fuentes.
Su deseo por llevar la música a públicos no especializados quedó plasmado en la fundación y dirección de la revista Pauta. Cuadernos de Teoría y Crítica Musical, en sus libros Textos en torno a la música y Cuaderno de música I y en los numerosos ensayos que escribió.
Como celebración de su vida y su música, recordamos algunos de los artículos que se publicaron sobre él en Letras Libres y también algunos que él escribió en estas páginas.
Uno de los personajes que mayor interés despertó en Lavista fue Mozart. Con motivo de los 250 años del nacimiento del prodigio de Salzburgo, Lavista analizó parte de su controversial correspondencia durante su gira europea de 1777. Las alusiones sexuales y escatológicas de las cartas de Mozart a su prima Maria Anna Thekla contrastan con la imagen virtuosa que durante siglos se ha cultivado del compositor. Para Lavista esto solo dotaba de humanidad al genio.
En otra de sus colaboraciones, Lavista recordó a John Cage y cómo renovó el arte del siglo XX al lado de otros talentosos pintores, poetas y coreógrafos. Sobre Cage escribió una línea que igual podría usarse para describirlo: para él “el arte, la vida y la amistad fueron siempre una sola y misma substancia”.
En 2009, Hernán Bravo Varela conversó con Lavista sobre el estado de salud de la música clásica en un mundo que ha perdido la capacidad de escuchar y de escucharse. En aquella ocasión, el compositor reconoció como una causa del alejamiento entre la música contemporánea y los oyentes la sujeción a la ley de la oferta y de la demanda, que arrincona al arte clásico o contemporáneo. De manera que para él era importante que la música pudiera ser apreciada por el público. “La música sirve para iluminar y para darle sentido al hombre y al mundo, de cara a la belleza”, concluyó.
Tras el estreno de Concierto para violonchelo y orquesta de Mario Lavista durante la temporada del año 2011 de la Orquesta Sinfónica Nacional, Alberto Blanco reflexionó sobre la decisión del director José Luis Castillo de incluir en el mismo programa Colorines, de Silvestre Revueltas. De acuerdo con Blanco, Revueltas y Lavista representan lo mejor de la música mexicana: “Revueltas y su música abierta, colorida, estruendosa, trágica y festiva. Lavista y su música hermética, tramada en la penumbra, sigilosa, austera y plena de misterio. Revolución y meditación: verdadero día y noche de la música moderna y contemporánea en México.”
Cuando Lavista cumplió setenta años, su amigo y compañero de juegos de billar Guillermo Sheridan le dedicó un elogio humorístico. En su celebración modesta, Sheridan recuerda la complicidad de sus cuatro décadas de amistad: “Recuerdo su asombro cuando me escuchó tocar una melodía (de mi propia inspiración) en una copa de cristal, frotando sus bordes húmedos con gran pericia, y con un dedo. Poco tiempo después ya había compuesto para mí Marsias, para oboe y ocho copas de cristal, en cuyo estreno participé gloriosamente (a pesar de las desafinaciones de Arnaldo Coen en la copa vecina).”
En palabras de Christopher Domínguez Michael, Lavista fue “el más dotado e influyente de nuestros compositores […] uno de los artífices máximos (compositor y crítico y editor) en la historia, la de ayer y la de hoy, de nuestra música clásica y contemporánea”. En Cuaderno de música I (El Colegio Nacional, 2013), el compositor recopila varios de sus discursos, ensayos y notas sobre diversos temas: su fascinación por Mozart, el centenario de El mar de Debussy, la innovación que representó John Cage en la música y su indignación por la manera en que el espectáculo de los Tres Tenores banaliza la música.
Recordaremos por siempre la sapiencia, el humor y la pasión de Lavista por la música y el arte.