¿De qué trata “Like a virgin”?

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La historia, por llamarle de alguna manera, comienza con una toma nocturna de Nueva York, una luna gigantesca luce a lo alto y el ruido de sirenas de barco y de gaviotas hace pensar en otros sonidos ochenteros como los de Miami Vice. Un bote se acerca al muelle en primer plano y deja a la cantante Madonna cerca del puente de Brooklyn. Unas campanadas de boda desplazan a los graznidos y eso parece despertar en la protagonista un sentimiento de nostalgia. Con la melodía inicial del teclado, el escenario cambia repentinamente a los canales de Venecia y a las columnas de la Punta della Dogana, por donde, dios sabrá por qué, un león deambula a sus anchas sin activar ningún operativo en la zona. Madonna, mientras tanto, adopta una actitud sensual con cualquier actividad que esté desempeñando: caminar por la calle, quitarle la tela satinada a unos muebles del siglo XVIII, posar en traje de novia, contorsionarse sobre una góndola en movimiento para esquivar los puentes que amenazan con desnucarla.

Un hombre con máscara de león, presumiblemente la Bestia del cuento, recuesta a la protagonista en una cama y la mira con deseo –según inferimos, porque sus ojos de plástico no permiten saber sus verdaderas intenciones–. Por un breve instante, un moreno atractivo toma el lugar de la Bestia, antes de convertirse de nuevo en el monstruo que conduce a su amada a una góndola, vestidos ambos como si tuvieran invitaciones a la Met Gala.

Todo se mueve entre la realidad y el sueño. A lo largo del video de “Like a virgin”, Madonna es en ocasiones una novia elegante y en otras una chica moderna que baila a la menor provocación. Hay cierto espíritu carnavalesco, desde la elección del escenario, que hace dudar sobre la veracidad de lo que estamos viendo. La letra tampoco aporta muchas pistas, a pesar de su insistencia en mezclar expresiones de amor, decepción y sexualidad. De manera general, el coro juega con la idea de que la virginidad es un estado emocional, no un hecho objetivo, y que por tanto puede experimentarse en más de una ocasión. Depende de tu pareja, tu pasado y tus expectativas, pero sobre todo de la cultura en la que fuiste criado para la cual ser virgen o casarse con una virgen representa algún tipo de valor añadido. 

Como en otras canciones de Madonna, en “Like a virgin” es difícil diferenciar los deseos auténticos de las afirmaciones irónicas. Sin importar las veces en que la cantante diga la frase “tocada por primera vez” para el escucha promedio es claro que no está hablando en serio. Todo el mundo, sin embargo, reconoce un sentimiento real por debajo de esas palabras, un sentimiento que puede ser de entusiasmo por una nueva relación o de pasión subversiva por cuestionar las tradiciones obsoletas. La escena inicial de Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino, en donde Mr. Brown sostiene que la canción trata de ninfómanas y penes, solo pone en evidencia que “Like a virgin” admite las interpretaciones más delirantes si hay voluntad para imaginarlas.

La música vuelve el asunto aún más complicado. El ritmo –más propio de una fiesta que de una cena romántica– le da a cada frase ese tono juguetón y despreocupado, y ese gritito de “hey”, al final de uno de los versos, puede considerarse tanto un llamado a la acción como un orgasmo en tono de burla. Mirado de cerca, el asunto es, de hecho, confuso y lo era también en los ochenta, cuando la mayor parte de las personas no tenía idea de cómo tomar aquella letra. Para algunas estudiosas de la época, Madonna explotaba la fantasía de la “novia con alma de prostituta”, y para otras confirmaba, para bien, que la sexualidad podría ser divertida, cambiante, exploratoria y no una idea fija atrapada entre convenciones sociales. Justo cuando el papel de las mujeres experimentaba cambios importantes en la política, el hogar y el trabajo, las actuaciones de Madonna no parecían satisfacer ninguna postura. Algunas activistas la consideraban una aliada y otras, parte del problema. Fue hasta 1985 que la revista feminista británica Women’s Review superó el conflicto y tituló a una de sus portadas: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a Madonna.

{{Lucy O’Brien, Madonna. Like an icon, Corgi, 2018.}}

El video veneciano, sin embargo, no fue el primer contacto que el público estadounidense tuvo con “Like a virgin”. En septiembre de 1984, el tema ya había dejado en shock a millones de telespectadores que lo escucharon por primera vez en la entrega de Premios MTV de ese año. A la mitad de un escenario de luces, Madonna había aparecido sobre un pastel gigante de bodas, vestida con un corpiño blanco cubierto de crucifijos, velo de novia, un cinturón con la leyenda “Toy Boy” y una falda de tul que le llegaba hasta las rodillas. Tras unos cuantos versos había lanzado sus zapatos al aire y dejado salir un “hey” más espasmódico que divertido durante el primer coro. Y ese era apenas el comienzo de una actuación en la que no faltaron los movimientos coquetos con el velo, los sonidos de agitación y las tomas no del todo intencionadas de sus ligas y bragas. A horcajadas, la sexi novia consumió sus últimos treinta segundos fingiendo que cabalgaba un caballo inexistente –a falta de otra imagen que pueda aparecer en estas páginas– y revolcándose de un lado al otro del escenario, mientras cantaba: “oh, oh, oh, oh”, lo cual debió de poner nervioso a más de un espectador. En el lugar de los hechos, el público, los presentadores y numerosos miembros de la industria no podían creer lo que veían. La ejecutiva discográfica Liz Rosenberg recordó: “La gente se me acercaba y me decía que su carrera había terminado antes de comenzar”.

{{Craig Marks y Rob Tannenbaum, I Want My MTV. The Uncensored Story of the Music Video Revolution, Dutton Penguin, 2011.}}

Dos de las personas que más quedaron conmocionadas por la actuación fueron Billy Steinberg y Tom Kelly, autores de la letra y la música de “Like a virgin”, que veían en cada contorsión sexual de la cantante un paso más hacia el fracaso. Steinberg había escrito la canción a los 33 años, después de un divorcio traumático que le había hecho pensar que no amaría jamás a otra mujer. Al encontrar una nueva pareja, se propuso abordar aquel recomienzo describiéndolo como si “hubiera cruzado el desierto y hubiera sobrevivido”, una expresión tan tonta como se escucha. Si excluyéramos las frases de connotación erótica del coro, lo que queda verso a verso en “Like a virgin” es el tipo de comparaciones melodramáticas que usaría un treintañero dañado por los trámites de separación. Está la expectativa de una felicidad futura y el pasado triste y desorientador que valdría la pena olvidar. Sin embargo, el giro irónico de compararse con una “virgen” parece darle ambiciones artísticas a una letra que, en otras circunstancias, solo daría vergüenza.

Años después de que “Like a virgin” se volviera un clásico del pop, Steinberg seguía insistiendo en que su estilo era, de hecho, sentimental y que el guiño mordaz y medianamente picante con que la interpretaba la mayor parte de las personas se debía a la imagen hipersexualizada de Madonna. “La sinceridad de la letra se perdió un poco”, admitía.

{{Neda Ulaby, “‘Like A Virgin’ Lives On, A Winking Anthem For Women Getting Married”, en npr.org}}

Pero él mismo había contribuido a esa metamorfosis: mientras intentaban ponerle música, Steinberg alentó a Tom Kelly a usar un ritmo más rápido y una voz de falsete, al ver que su frase principal sonaba ridícula si se interpretaba como una balada masculina.

{{Lucy O’Brien, Op. Cit.}}

La nueva velocidad y el cambio de sexo proporcionaban a “Like a virgin” la suficiente distancia irónica para que las expresiones cursis y las sexuales tuvieran cierta homogeneidad, pero también exigía el arduo trabajo de buscar a una artista que quisiera interpretarla. A nivel estético la canción evidenciaba la plasticidad de las emociones humanas que podían manifestarse lo mismo en un divorciado que en una jovencita, pero ¿a quién diablos le importaba la plasticidad cuando una mujer concreta tendría que aparecer en público haciéndose cargo de cada una de esas palabras?

Después de una veintena de rechazos, Mo Ostin –un ejecutivo cincuentón de la discográfica Warner– les dijo a Steinberg y a Kelly que tenía alguien en mente: una chica regordeta, algo desinhibida y con un disco de mediano éxito que se hacía llamar Madonna. “En cierto modo, parecía haber sido escrita para una sola persona”, dijo el letrista en retrospectiva. “Si piensas en la palabra ‘virgen’ y en el nombre Madonna, ¿qué más perfecto podría ser?”

{{Ibid.}}

En septiembre de 1984, desde el Radio City Music Hall, las cosas ya no parecían tan perfectas. Cuando terminó la actuación, la presentadora de los Premios MTV, Bette Midler, dijo desde el podio: “Ahora que la pregunta candente sobre la virginidad de Madonna ha quedado respondida, podemos continuar con preguntas aún más abiertas, como por ejemplo, ¿cómo se hace un video? ¡Ya conocemos la historia de Madonna!”

{{Mark Bego, Madonna. Blonde Ambition, Cooper Square Press, 2000.}}

Lo que pocos habían advertido en aquel momento era el poder de las imágenes que se estaban transmitiendo por televisión. A diferencia del clip promocional, con góndolas, hombres disfrazados y leones verdaderos, a cuarenta años de distancia las tomas de la presentación en MTV lucen sorprendentemente poco profesionales. La cámara vacila todo el tiempo en lo referente a cuándo enfocar el rostro, cuándo el medio cuerpo y cuándo el escenario completo. La impresión general es que Madonna había tomado por sorpresa no solo al auditorio sino también al equipo técnico, incluso si, de acuerdo con su propia versión de los hechos, estaba rodeada de más camarógrafos de los que había visto en los ensayos. Con todo, ese contraste entre la seguridad con la que se desenvolvía y el mundo desprevenido a su alrededor fue determinante para el impacto mediático que ocasionó.

“Fue la actuación que hizo su carrera”, dijo el productor Arthur Baker, que al principio estaba horrorizado y más tarde supo entender que no era lo mismo contemplar aquel acto obsceno desde la primera fila que en una pantalla chica. “Madonna demostró que era lo bastante astuta como para usar la cámara a su favor”.

{{Andrew Morton, Madonna, Michael O’Mara Books, 2001.}}

Mientras que en los pasillos del teatro las reacciones de pena ajena corrían de extremo a extremo, la gente al otro lado del televisor estaba más que encantada. Melissa Etheridge era una de las jóvenes espectadoras que lo vio todo desde su cuarto: “Recuerdo que pensé: ‘¿Qué está haciendo? Lleva un vestido de novia. Dios mío, está rodando por el suelo. ¡Dios mío!’ Fue la cosa sexual más valiente y descarada que he visto en la televisión“.

{{J. Randy Taraborrelli, Madonna. An Intimate Biography, Simon & Schuster, 2007.}}

Aquel ejemplo de autoconfianza no era un hallazgo del momento sino un rasgo esencial de la canción, que en vivo y en video había adquirido manifestaciones distintas. Producida nada menos que por Nile Rodgers, detrás de la juguetona voz de Madonna y la melodía de bajo sintetizado que define el tema hay una potente batería grabada en seis canales distintos que, en palabras de Jimmy Bralower, responsable de diseñar los ritmos del disco, estaba pensada para darle “autoridad” al tema. “Si escuchas las percusiones de ‘Like a virgin’ son grandes, gordas y anchas. Ocupan mucho espacio”.

{{Lucy O’Brien, Op. Cit.}}

Los golpes contundentes del bombo y la tarola, grabados de manera analógica a diferencia del bajo, sugieren una mujer con poder de decisión. Alguien que, además, está dispuesta a tomar riesgos: lo mismo al apostar toda su carrera en una actuación que podría haber sido una catástrofe que protagonizando, meses más tarde, un video en el que los puentes venecianos se le acercan a toda velocidad por la espalda y ella evita la muerte por lesión craneal sin dejar de bailar.

“Esos momentos instintivos, cuando Madonna se dobla debajo de los puentes, son los que hacen que el video de ‘Like a virgin’ sea tan atractivo”, afirma Lucy O’Brien, autora de Like an icon, una crónica magnífica sobre su ascenso de finales del siglo XX y su reinvención a principios del XXI. “A primera vista es un video pop cursi, pero en otro nivel, más perturbador, es fascinante porque la estrella corre peligro físico”. En aquella embarcación hubo durante las grabaciones solo tres mujeres: Madonna, la directora Mary Lambert cámara en mano y la estilista L’nor, que le gritaba a la cantante cuándo se avecinaba el peligro. “La góndola iba muy rápido”, contó después L’nor. “Madonna siempre se esperó hasta el último segundo para agacharse. La mayoría de la gente sería un poco más cautelosa y se detendría, pero ella no. Ella no tiene miedo”.

{{Ibid.}}

Incluso si Madonna consideraba a “Like a virgin” una canción que iba sobre amor, como le hizo saber a Quentin Tarantino en una fiesta (“Querido Quentin: es sobre amor, no sobre penes”), al unir las experiencias de su actuación en vivo, su video y la grabación del tema, es bastante claro que en el fondo es una canción sobre tomar las riendas de nuestra propia vida. Sugiere, además, que la autonomía puede tomar formas diversas: ser tradicional y provocadora, poco o muy imaginativa. La sexualidad sin tapujos, la despreocupación al vestir, incluso las ambiciones de fama y poder que proyectó Madonna en aquella época tienen ese tono de autodeterminación que la convirtieron, primero, en un escándalo y, más tarde, en una de las artistas más influyentes desde entonces. En el pináculo de su fama, el periodista Mark Goodman cuenta haberle comentado antes de iniciar una entrevista: “No sé si te acuerdas de mí, soy Mark Goodman. Te entrevisté en MTV antes de que fueras ‘Madonna’”. Ella le lanzó una mirada de autoridad y le dijo: “Mark, siempre fui Madonna.”

{{Craig Marks y Rob Tannenbaum, Op. Cit.}}

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es músico y escritor. Es editor responsable de Letras Libres (México). Este año, Turner pondrá en circulación Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles.


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