A un año del Caucus de Iowa, la primera asamblea en la que los delegados de ambos partidos, Republicano y Demócrata, escogen a su candidato presidencial, cuatro demócratas han entrado ya en la contienda interna para las elecciones de noviembre de 2020: tres mujeres Elizabeth Warren, Kamala Harris, Kirsten Gillibrand, y un hombre, Cory Booker, los cuatro son actualmente senadores.
Warren, la ex profesora de Harvard que ganó una senaduría por Massachusetts en 2013, debe parte de su fama a sus feroces críticas a Wall Street y al capitalismo no regulado. Harris fue fiscal de distrito en San Francisco y Fiscal General de California criando fama de ser “muy dura con el crimen.” El lanzamiento de su campaña presidencial en Oakland, California, fue multitudinario y espectacular. Todo lo contrario del anuncio de Gillibrand, la actual senadora por Nueva York, que fue simple y deslucido, en un programa de televisión. Booker es un activista comunitario graduado en Yale, y quien fuera recipiente de la prestigiosa beca “Rhodes scholar. ” El tema de su campaña es “paz y amor”.
Todavía por decidirse hay por lo menos veintitantos más. Algunos son viejos conocidos como el ex vicepresidente Joe Biden o el senador Bernie Sanders y otros son de fama reciente como Beto O’Rourke, el joven que a punto estuvo de desbancar a Ted Cruz de su curul senatorial en Texas, una hazaña notable a pesar de la derrota.
Otros candidatos que hoy tienen poco reconocimiento en la nación pero que en los próximos meses podrían colocarse en los primeros sitios de la contienda son los senadores Sherrod Brown, un sindicalista de Ohio que en 2018 ganó su curul en un estado donde Trump arrasó dos años antes. Y el ex alcalde de San Antonio y ex secretario de vivienda y desarrollo urbano, Julián Castro es hasta ahora el único latino que explora lanzar su candidatura.
En la lista de espera está también el multimillonario ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg quien ha sido independiente, republicano y demócrata. También el gobernador de Montana, Steve Bullock, un demócrata que ganó su reelección en un estado que votó abrumadoramente por Trump en 2016 y quien logró la aprobación de proyectos de ley tan complicados como una expansión del Medicare, el seguro de salud que beneficia a los más pobres, y una reforma importante al financiamiento de las campañas, trabajando con una legislatura estatal dominada por el Partico Republicano.
Después de la sorpresiva y dolorosa derrota en la elección presidencial de 2016 y la esperada y regocijante victoria en la elección intermedia de 2018, los demócratas dicen haber aprendido sus lecciones.
La primera, y quizá la más importante, es que no basta con tener el voto de las minorías, de los jóvenes, de las mujeres, de los más educados y de quienes viven en centros urbanos si no se cuenta con un buen porcentaje del voto de la clase trabajadora de raza blanca en ciertos estados.
La segunda, no menos importante, es que según varias encuestas de opinión, Gallup entre ellas, el 54% de los votantes demócratas e independientes que votan por los candidatos demócratas, quieren que el partido se coloque más al centro del espectro político postulando candidatos moderados. Solo un 41% se inclina por una opción más de izquierda.
Lo difícil será encontrar un candidato moderado capaz de impulsar las legítimas aspiraciones económicas de la gente. Si algo nos ha enseñado el fracasado intento de Trump de acabar con el Obamacare es que una propuesta racional para atender el cuidado de la salud es fundamental. Lo mismo que un aumento al salario mínimo, más ayudas para financiar la educación universitaria, leyes más estrictas para castigar la corrupción, reducción del precio de las medicinas y creación de empleos.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.