Aunque varios escritores mexicanos se han acercado a la guerra contra el narcotráfico desde la ficción (y muchos más desde el periodismo), las mejores novelas sobre estos años las ha escrito el estadounidense Don Winslow. Desde El poder del perro, su enciclopédico primer gran trabajo de ficción sobre el tema, Winslow se ha dedicado a explicar las perversas dinámicas del narcotráfico, desde la voracidad de consumo estadounidense, la corrupción casi universal en México y el carácter cada vez más profesional y brutal de la violencia de los cárteles. En un acto de valentía literaria, Winslow ha vivido más de quince años no bajo el volcán sino en el volcán, como lo explicara memorablemente el escritor argentino Rodrigo Fresán en su prólogo a aquella primera novela narca de Winslow.
En junio pasado, Winslow publicó la secuela a El poder del perro. Se llama El cártel, un libro estremecedor. Mientras que aquél trazaba los orígenes de los grandes cárteles y las grandes rutas del tráfico de drogas, en éste, Winslow hace la crónica de los últimos años en México, los tiempos de Los Zetas, El Chapo, la tortura, el terrorismo urbano y los cien mil muertos. Los años del horror. Nuestros años del horror.
Hace unos días busqué a Winslow para conversar sobre su libro pero también sobre la guerra contra las drogas, la estrategia del gobierno mexicano, la responsabilidad estadounidense en el desastre y, claro, la fuga en do mayor de Joaquín Guzmán. Winslow es un tipo de inteligencia cinética. Habla con la punzante claridad de quien tiene paredes repletas de recortes de prensa sobre un tema y estudios psicológicos de cada uno de los personajes del reparto (personajes, por lo demás, absolutamente reales, como el propio, Guzmán, Heriberto Lazcano u Osiel Cárdenas).
Winslow asegura que no tenía la intención de volver a escribir sobre el mundo del narcotráfico en México. “Pasé más de cinco años investigando y escribiendo El poder del perro y pensé que había escrito la historia completa”, me dijo, para luego admitir que estaba equivocado: “Cuando las cosas en México comenzaron a salirse de control, estuve al pendiente de ellas desde lejos”. Dice que le ha horrorizado el calibre de violencia de estos últimos años en México. “Me ha dejado absolutamente sorprendido la escalada en el sadismo y la tortura. Es una locura total”, explica. “Pero cuando creas una situación en la que el único recurso es la violencia, y no la ley, es inevitable que los más violentos sean quienes lleguen a la cima, y eso es lo que estamos viendo con grupos como, por ejemplo, Los Zetas. Eso ha provocado una crecida imparable en el nivel de horror, porque un cártel siempre intenta superar al otro”.
Winslow ha consagrado años a estudiar no sólo a Joaquín Guzmán sino a toda la estructura del Cártel de Sinaloa. Piensa que El Chapo “es brillante, un empresario genial, muy organizado, y un gran estratega”. Pero también “totalmente implacable (…) no nos olvidemos que tiene las manos manchadas con la sangre de miles. Su propio sufrimiento no lo ha vuelto sensible al sufrimiento de los demás. Como cualquier sociópata, sólo es capaz de sentir el dolor propio. No es ningún Robin Hood”. A Winslow no le sorprendió la fuga de Guzmán. La versión oficial del escape del capo sinaloense le parece “evidentemente ridícula”. Y, por supuesto, no tiene ninguna duda de que, detrás de la fuga (Winslow no le llama fuga; le llama “partida”, como a quien le abren la puerta amablemente), está la corrupción. “Si un hombre tiene el poder y la influencia para construir un túnel de una milla de largo debajo de una prisión de máxima seguridad, ese hombre tiene el poder y la influencia para salir por la puerta”. Winslow sospecha que El Chapo está en Sinaloa desde donde enfrentará sobre todo un reto: averiguar si las viejas alianzas de su cártel se sostienen. Dice estar seguro de que volveremos a ver al Chapo, “pero no tras las rejas”. Y remata: “El gobierno siempre ha sabido dónde está Guzmán, probablemente sepan dónde está ahora y es por eso que siguen buscando en todos los lugares menos en el adecuado”.
Al final, sin embargo, Winslow parece tener claro que la responsabilidad mayor del desastre mexicano recae en ese monstruo de apetito tóxico infinito que es Estados Unidos. Sorprendido por la indiferencia de la opinión pública estadounidense ante lo que claramente es “una guerra”, Winslow dice que Estados Unidos debe “cooperar con México de todas las maneras posibles —los estadounidenses creamos a los cárteles, ahora no podemos simplemente abandonarlos”. Al final de la entrevista, en un tono que combina la vergüenza con la indignación, Winslow reflexionó (a pregunta expresa) sobre la posibilidad de aconsejar a México para salir del pantano de sangre: “¿Consejos para México? No tengo. Creo que México ha recibido suficientes consejos de Estados Unidos. Simplemente le pediría disculpas”.
La entrevista completa con Don Winslow aparecerá en el número de septiembre de la revista Letras Libres.
(Publicado previamente en el periódico El Universal)
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.