El viaje de Trump a Lima

¿A qué va el presidente de Estados Unidos a América Latina, una región en la que solo un 16% de la población tiene una opinión favorable de él y el 100% siente su desdén hacia el sur del hemisferio?
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Si usted es de los que creen todo lo que le prometen, puede ser que el anuncio de que los jefes de estado del continente americano se reunirán en Lima esta semana para enfrentar la corrupción le entusiasme. Yo no creo que aquellos a quienes se acusa de ser corruptos van a atentar contra su modus vivendi, y a exponerse a ir a dar a prisión. Por suerte para ellos, el triste historial de las Cumbres, tan lleno de buenas intenciones incumplidas, contradicciones y desencuentros, indica que el combate a la corrupción en esta Cumbre será tan solo otra promesa incumplida.

En 1994, la gran ilusión de la primera Cumbre en Miami fue establecer como norma la defensa de los derechos humanos e integrar económicamente al continente. El desengaño se consumó 11 años después, en Mar del Plata, Argentina, cuando los países del Mercosur y sus aliados liquidaron la posibilidad de cualquier acuerdo sobre el Área de Libre Comercio continental.

En la Cumbre de Quebec, 2001 hubo otro hito, desafortunadamente temporal, cuando se redactó la Carta Democrática Interamericana, que después ratificaría la Organización de Estados Americanos, enfatizando la primacía del sistema democrático representativo en las Américas. Otro bien intencionado deseo que fue dinamitado por los regímenes iliberales de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y la dictadura cubana.

El problema de fondo es que si la demanda a los participantes en la Cumbre es el respeto al sistema democrático los gobernantes de los países mencionados no deberían participar en las Cumbres. Peor aún, ¿cómo se puede entender la flagrante contradicción de invitar al gobierno cubano, la dictadura más longeva del hemisferio, a participar en sus reuniones y desinvitar al anti-democrático gobierno venezolano que es apenas un aprendiz de dictadura, por apartarse de la norma democrática?

Otro asunto perturbador en la historia de estas reuniones es la discrepancia, algunas veces visceral, entre los asistentes. No sería extraño que durante la Cumbre de Lima sucedieran espectáculos lamentables si, por ejemplo, Nicolás Maduro se presentara a la reunión y se le niega la entrada o si Raúl Castro aparece para despedirse de sus colegas o si Donald Trump protagoniza uno de sus impredecibles pero muy frecuentes sainetes durante su aparición en la Cumbre.

En esta ocasión el centro de la atención sin duda será Trump, quizá porque según Gallup solo un 16% de los latinoamericanos tiene una opinión favorable sobre él o quizá porque casi nadie entiende con certeza por qué decidió ir a Lima. En la Casa Blanca no queda un solo latinoamericanista de prestigio que pueda asesorarle. Para Roberto Pombo, director general de El Tiempo en Colombia, “El mensaje de Trump no es claro porque no parece tener clara una política sobre la región. Creo que hablará de Venezuela porque no sabe qué hacer con los chavistas. Seguro hablará de narcotráfico, más enfocado en la producción que en el consumo, y es posible que continúe con su obsesión sobre el muro fronterizo con México.”

En términos parecidos me respondió el embajador Charles Shapiro, quien formó parte del equipo de expertos del Departamento de Estado que asesoraron a varios presidentes estadounidenses en Cumbres pasadas. “Yo dudo que Trump tenga una estrategia para lidiar con Latinoamérica”.

Peter Hakim, Presidente Emérito del Diálogo Interamericano cree que el mensaje de Trump “estará dirigido a su base en Estados Unidos para mostrar su insistencia en los temas de inmigración, drogas y comercio en la región,” y agrega: “Yo creo que las palabras y las acciones de Trump hacia México, el país que representa dos tercios o más de la relación de EEUU con América Latina, han causado desconcierto y preocupación en todos los países del hemisferio. Un muro en la frontera con México es un muro entre EE UU y América Latina y la dura retórica contra los migrantes mexicanos refleja la visión que Trump tiene de todos los inmigrantes latinoamericanos”.

Coincido con Hakim aunque reconozco, como me dice el embajador mexicano Andrés Rozental que “los países más grandes de la región se sienten lejos de los temas que norman la relación México- Estados Unidos, aunque en Centro América sí lo sienten como una agresión. Lo que sí creo es que todos sienten el desdén de Trump hacia la región”.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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