Verse ganador por una especie de inercia del destino es una maldición. Es lo que le ha pasado a Feijóo en estas elecciones: durante meses se vio ya presidente, había pensado el color de las cortinas de Moncloa, todo el mundo le preguntaba por los ministros que iba a nombrar, parecía algo ya escrito. Su resultado no ha sido tan malo, pero ni por asomo tan bueno como esperaba. Sobre todo, porque la derecha no suma y no podrá gobernar. Y, sobre todo, porque Sánchez ha aguantado: no solo no se ha dado un batacazo sino que ha aumentado dos diputados.
Ha sido una batalla de votos útiles. En la derecha muchos decidieron que el voto al PP era más efectivo para echar a Sánchez. Feijóo era el representante del antisanchismo, era una especie de significante vacío sobre el que el votante de derechas proyectaba su deseo de echar al presidente. El resultado ha sido pobre. El PP domina el espacio de la derecha pero no consigue gobernar con la ultraderecha. Vox ha perdido 627.000 votos y tiene 19 escaños menos que en 2019.
Y en la izquierda el voto útil de siempre, el de “que viene la derecha” ha funcionado: el PSOE sigue siendo el primer partido del bloque con una diferencia abismal con el segundo (el PSOE ha obtenido 122 diputados, Sumar 31). Por ejemplo, en Madrid la izquierda ha obtenido casi 90.000 votos más que en las anteriores elecciones; la derecha solo 8.000 más.
El bipartidismo de bloques se afianza. Como ha recordado Daniel Gascón, “PP y PSOE obtuvieron un 49% de los votos en noviembre de 2019; ahora representan un 65%”. Y, sin embargo, ninguno suma como para poder gobernar. Feijóo no tiene ninguna oportunidad; Sánchez solo si le votan además de sus socios habituales (ERC, Bildu, PNV, BNG) los independentistas de Junts, el partido del fugado Carles Puigdemont. Y estos ya han prometido que no le darán su apoyo.
Sánchez ya ha usado la carta del voto útil frente a la ultraderecha. Y la ultraderecha se ha hundido. ¿Ahora qué? Puede ofrecer algo a Junts para que le voten en la investidura. Pero Junts está en el peor momento para pedir un referéndum, por ejemplo. En Cataluña las dos primeras fuerzas son el PSC y Sumar (que son partidarias de un referéndum pero son aún más partidarias de lo que diga el jefe Sánchez).
Es posible que este bloqueo nos lleve a nuevas elecciones. Un pacto PSOE-PP, con el que sueñan muchos analistas centristas, es imposible: es más probable que Mbappé fiche por la Cultural Leonesa. No descartaría que Sánchez ofreciera a Junts alguna cesión más. Está dispuesto a lo que sea para permanecer en el gobierno. ¿Una hacienda catalana? Como es común con el independentismo, aceptará lo que les den y pedirán más, bajo amenaza de boicot. En las elecciones españolas suele haber unos diez partidos y siempre ganan los nacionalistas.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).