Los apagones recientes tienen un dejo retro. Recuerdan el sexenio 1940-1946.
En 1942, el “Hundimiento de los buques petroleros mexicanos” que abastecían a los Estados Unidos (José Manuel Villalpando explica el episodio en YouTube, bajo ese título) llevó al presidente y general Manuel Ávila Camacho a declarar el estado de guerra con Alemania. Y, ante posibles ataques aéreos, ordenó simulacros de entrenamiento. En particular, apagones nocturnos, que se volvieron tema de conversación y hasta de chistes.
Ernesto Cortázar y Manuel Esperón compusieron una canción popularísima (“El apagón”) que hacía chunga de los percances posibles: “Iba sola por la calle, cuando vino de pronto el apagón…” (hay interpretaciones recientes de Yuri en YouTube).
Por aquellos años, Erasmo Castellanos Quinto se permitió una mentada de madre elegantísima a Luz y Fuerza del Centro (hoy Comisión Federal de Electricidad) por los apagones:
A la luz de los quinqueses,
sentados en los sofases,
tomando nuestros cafeses,
me acuerdo de sus mamases.
Aquellos apagones eran imprevisibles para la población, pero programados por las autoridades. En cambio, los de hoy, también imprevisibles, no están programados: son accidentes de la ineptitud. No de la ingeniería eléctrica mexicana, sino de la administración superior.
Los apagones son inherentes a las grandes redes de distribución eléctrica, donde cualquier desbalanceo tiende a amplificarse por toda la red, si no se desconecta de inmediato el tramo afectado, como hace un fusible casero. Lo ideal es evitarlos y, si se producen, impedir que se propaguen, mientras llega una brigada con plantas eléctricas móviles a reconectar.
Con todo, ha habido apagones mayúsculos, como el de Nueva York en 1965. Pero una cosa es un apagón histórico y otra los apagones frecuentes que interrumpen el trabajo, producen fallas en los servicios de televisión e internet, dañan las medicinas y alimentos que requieren refrigeración, los aparatos electrodomésticos, el transporte eléctrico, los hospitales, hoteles, restaurantes, bancos, tiendas, elevadores y escaleras eléctricas; los crisoles siderúrgicos de fundición eléctrica y muchos otros equipos industriales. Obligan a tener plantas eléctricas de respaldo, a estar atendiendo quejas, a meterse en el berenjenal de exigir o pagar indemnizaciones por daños.
Los apagones se habían vuelto raros en México. Pero han reaparecido este sexenio, a un costo de miles de millones de pesos.
En 2019, hubo una serie de apagones en Yucatán y Quintana Roo que afectaron a 1.6 millones de usuarios, según la CFE. Había dicho que “no existe el riesgo de apagones”. Luego, que fue por la quema de pastizales. Y, ahora, que no tiene dinero para atender el crecimiento de la demanda.
El mismo año, hubo también apagones en la península de Baja California, que afectaron al 40% de la población. El director de la CFE declaró que no fueron por falta de capacidad instalada, sino de mantenimiento. Que sigue haciendo falta, porque los apagones continúan (hubo cuatro el primer semestre de 2021).
En diciembre de 2020, hubo un apagón gigante en 17 estados, que afectó a más de diez millones de usuarios.
En febrero de 2021, apagones en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas que afectaron a 400,000 personas. “Por una tormenta invernal”, que redujo el gas de Texas exportado a México; indispensable, porque la producción de Pémex está a menos de la mitad que en 2004.
Se ha desdeñado la inversión en energías renovables. Se ha preferido contaminar quemando combustóleo. Se rechaza la inversión privada. Se ha satanizado la importación de gasolinas, y se ha hecho una mala inversión pública ampliando la capacidad de producirla, para no depender del extranjero. Pero dependemos del gas importado más que en otros sexenios.
Las explicaciones son risibles. Que los apagones se deben a falta de mantenimiento, quema de pastizales, lluvias y tormentas, fallas de Texas, falta de dinero. Declarar esto es anunciar que habrá apagones el resto del sexenio, porque las supuestas causas no han desaparecido ni van a desaparecer.
Lo más retro de todo es que han vuelto los apagones programados, como en tiempos de guerra. Además, naturalmente, de los no programados.
Ojalá que lo retro consistiera en volver a los tiempos en que la CFE fue dirigida por funcionarios como Fernando Hiriart, un ingeniero competente. El actual director pasará a la historia como Lord Apagones.
Publicado en Reforma el 25/VII/21.
Respuesta de Manuel Bartlett Díaz
Alejandro Junco Elizondo
Director General
Periódico Reforma
En su columna del pasado 25 de julio publicada en el periódico Reforma, Gabriel Zaid alude al tema de “apagones” y a la operación de la CFE en la presente administración; por ello, atendiendo dichas alusiones, me permito responder a su texto.
Casualmente el autor, como su amigo Fernando García Ramírez, se ha mostrado repentinamente interesado en el sector eléctrico nacional; pero, al igual que éste, su texto muestra imprecisiones que delatan, en el mejor de los casos, profundo desconocimiento (Luz y Fuerza del Centro no es “hoy Comisión Federal de Electricidad”, por ejemplo).
Gabriel Zaid nos hace una crónica de apagones que datan de la Segunda Guerra Mundial, pero superficialmente menciona, empleando solo unas cuantas palabras, el del 28 de diciembre de 2020. Prefiere apodarme Lord Apagones que exponer la causa raíz de dicho evento, que por cierto obedeció a una interconexión improvisada en una central eólica privada, la cual, al no cumplir con diversos requisitos técnico-operativos, puso en riesgo al Sistema Eléctrico Nacional.
Me permito recordarle al autor que dicho disturbio fue motivo de una investigación encomendada a un panel de expertos independientes, cuyo dictamen sobre las causas, así como todas las acciones emprendidas por la CFE a partir del mismo para robustecer la Red Nacional de Transmisión, fueron motivo de dos conferencias de prensa públicas, abiertas y transparentes.
Califica el autor como risibles las explicaciones que se han brindado en torno a interrupciones en el suministro eléctrico: a mí me parece risible que él, un destacado personaje, decida tomar parte en la campaña de descalificaciones y ataques difamatorios que a diario despliegan en contra de la CFE como institución y de mi persona como su Director General, con la que evidentemente solo buscan acallar las acciones de rescate en favor de la CFE.
Respeto a Gabriel Zaid y por eso me sorprende que aborde un tema sobre el que no suele escribir, por lo que lo invito a informarse para así sostener un debate genuino que abone al fortalecimiento de la empresa eléctrica de todos los mexicanos.
Atentamente
Manuel Bartlett Díaz
Director General de la CFE
Publicado en Reforma el 8/VIII/21.
Respuesta de Gabriel Zaid
En 1898, se fundó en Canadá The Mexican Light & Power Co. que recibió del presidente Porfirio Díaz la concesión para electrificar el Valle de México. En 1903, creó una empresa filial para el Distrito Federal llamada Luz y Fuerza del Centro. En 1960, el presidente Adolfo López Mateos nacionalizó la industria eléctrica. El cambio jurídico de propietario cambió de nombre las empresas eléctricas. Así nació la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Finalmente, todas las “Compañías de Luz” se integraron en la Comisión Federal de Electricidad. Pero todavía hoy, abundan en las calles de la Ciudad de México (y se usan por la CFE) las tapas de registro eléctrico con el emblema de Luz y Fuerza del Centro, foto anexa.
Si a don Manuel le parece indebida la frase “Luz y Fuerza del Centro (hoy Comisión Federal de Electricidad)” es muy quisquilloso.
Gabriel Zaid
Publicado en Reforma el 9/VIII/21.
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.