Ayuso y la rabia de los progres

Muchos simpatizantes de Isabel Díaz de Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, lo son por una razón muy perezosa: porque la izquierda la odia visceralmente.
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¿Por qué gusta Ayuso en la derecha? En buena medida, porque no tiene “complejos”. Es algo que aprecian mucho los votantes conservadores: no tener que pedir perdón ni permiso. En política las ideas importan mucho menos que el carácter. Para algunos electores de derechas, Pablo Casado prefiere complacer antes a La Sexta que a sus votantes. Ayuso no. La presidenta de la Comunidad de Madrid desafía un supuesto “consenso progre” y no compra ninguno de sus preceptos. El escándalo que provoca en la intelectualidad biempensante de izquierdas es su combustible.

Hay más motivos que explican el enamoramiento de la derecha con Ayuso. Algunos son prosaicos: bajos impuestos, desregulación, una especie de neoliberalismo al estilo Esperanza Aguirre, su enfoque más laxo con la pandemia. Pero hay otro muy relevante. ¿Por qué gusta Ayuso? Porque la odian. Ayuso se ha convertido (y la izquierda la ha convertido) en la jefa de la oposición a Pedro Sánchez. Los debates en la Asamblea de Madrid parecían del Congreso de los Diputados. La presidenta no consideraba que ni Gabilondo ni Mónica García fueran oposición suficiente; Ayuso se enfrentaba siempre a Pedro Sánchez. Lo demostró en el debate de esta semana al dirigirse al presidente del gobierno a pesar de que no estaba presente.

“Porque la odian” no parece un motivo muy razonado. Es algo adolescente. Recuerda al concepto “cargarse de razón” del que hablaba Rafael Sánchez Ferlosio: “un mecanismo moral que se utiliza para construir la propia bondad con la maldad ajena”. Es también un ejemplo de política adversativa, común en épocas de polarización: uno no se define por lo que le gusta sino por lo que odia. La izquierda se define por el odio a Ayuso; la derecha se define por ser la depositaria del odio de la izquierda. Es lo que los trumpistas llamaban “own the libs”, algo así como vencer a los progres o, mejor, “hacer rabiar a los progres”. ¿Qué defiendes? Eso es lo de menos; lo importante es cabrear a la izquierda. “Ladran, luego cabalgamos…”

Esto no significa que Ayuso no sea proactiva. Ha hecho mucho por construir su imagen de mártir y disidente. Pero es una política a menudo torpe, sin ideas propias, sin capacidad de oratoria, solo capacidad de escenificar una rebeldía de derechas. Es el odio que despierta lo que realmente le da ese plus de atractivo. Ese odio funciona, volviendo a Sánchez Ferlosio, como “un auténtico motor que carga de razón la dinamo o la batería del primero, como si acumulase un potencial moral a favor de este”. Cuanto más la odian, más me gusta, piensan muchos.

Es un mecanismo parecido al de elevar a las víctimas a condición de héroes. ¿Qué ha hecho la víctima para merecer el estatus de héroe? La víctima es pasiva; no hace, le hacen. ¿Puede ser alguien un héroe no haciendo nada? En “Radio Bart”, el episodio 13 de la temporada 3 de Los Simpsons, Bart esconde una grabadora en un pozo y se hace pasar por un niño atrapado llamado Timmy. El pueblo se vuelca en la historia. Hay una conversación entre Homer y Lisa sobre las víctimas convertidas en héroes:

Homer: Ese pequeño Timmy es un verdadero héroe

Lisa: – ¿Qué es lo que lo convierte en un héroe?

Homer: – Bueno, se ha caído a un pozo… y no puede salir.

Lisa: – ¿Y por qué eso lo convierte en un héroe?

Homer: – Bueno, ¡ya ha hecho más que tú!         

Ayuso ha hecho mucho, pero sobre todo le han hecho. El odio que le tiene la izquierda activa la dinamo de la que habla Ferlosio y también un razonamiento perezoso: si tanto la odian, algo bueno tendrá.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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