El gobierno de Liz Truss ha llegado a su fin despuĂ©s de 44 dĂas, durante los cuales la libra se desplomĂł y los bonos del Estado atravesaron turbulencias, aunque gracias a la intervenciĂłn del Banco de Inglaterra se evitĂł la catĂĄstrofe. El resultado de las decisiones fiscales de la breve gestiĂłn de Truss es asombrosamente negativo: se trata de la primera ministra mĂĄs odiada despuĂ©s del âmiĂ©rcoles negroâ que hundiĂł a John Mayor en 1997 y costĂł al partido conservador años de exilio del gobierno.
Hoy, el desastre que ha provocado es absoluto, y asĂ lo ven incluso otros conservadores. La vuelta en u del gobierno no fue suficiente para aplacarlos, tampoco al mercado ni a los votantes. La humillaciĂłn mĂĄs espectacular fue verse forzada a deshacerse de Kwasi Kuarteng, su ministro de Hacienda, quien al fin y al cabo puso en marcha un plan no solo compartido con la propia Truss, sino en gran parte soñado por ella. Su amistad estrecha y certezas compartidas definieron el llamado minipresupuesto, que sembrĂł una bomba frente al FMI, que advertĂa del peligro debido a la incoherencia estructural del plan fiscal.
Su credibilidad financiera nunca existiĂł, como lo confirmaron una cadena de errores que tensaron la cuerda que habrĂa de cerrarse sobre su cuello a fuerza de no darse cuenta o ignorar advertencias. La primera ministra repitiĂł el mantra libertario de âimpuestos bajos, reducciĂłn del Estado, apoyo al mercadoâ, y sumĂł la asistencia a los afectados por la crisis energĂ©tica como una acciĂłn caritativa que dependĂa de la intervenciĂłn del Estado, una contradicciĂłn del credo de Truss.
Jeremy Hunt, quien ha dicho que no buscarĂĄ suceder a Truss, acudiĂł al rescate del gobierno como ministro de Hacienda suplente, con la tarea hercĂșlea de modificar la trayectoria fatal del Reino Unido a travĂ©s de un presupuesto que guiara su rumbo econĂłmico por lo menos hasta 2028.
En una encuesta reciente de YouGob, 50 % de los britĂĄnicos estaban desilusionados, 33% estaban muy desilusionados y 22% satisfechos con la elecciĂłn. Un porcentaje semejante define el apoyo con el que cuenta Truss.
âÂżEstĂĄ usted segura de querer seguir adelante con su estrategia?â
Pausa de la hechizada del nĂșmero 10.
âSĂ.â
La realidad es un accidente. Lo que la primera ministra se proponĂa era cortar las Ășltimas amarras del globo aerostĂĄtico del Estado. Quedan pocas, pero de ellas depende la vida de los menos favorecidos, en cuyo nombre Truss se habĂa comprometido. El tope del costo energĂ©tico de 2,500 libras se mantendrĂa, aunque el costo de existencia se dejara a la deriva. Este año eso significa calentar la casa o comer. Es como una historia de Dickens, pero sin moraleja. Los bancos de comida no se multiplican no porque no sean necesarios, sino porque no tienen con quĂ© abastecerse. La propuesta de mantener las bibliotecas abiertas parece no haber sobrevivido el incremento de la energĂa, asĂ que lo que parecĂa ofrecer alternativas ahora se encuentra en la secciĂłn de utopĂas.
La derrota de Truss es la de una minorĂa cuyo poder recuerda al del malĂ©volo Mago de Oz. Vociferan, y su violencia puede desestabilizar gobiernos de muchas maneras, pero son una minorĂa a la que la PM le debĂa el trabajo. Truss hizo lo necesario para conservar la cabeza en los hombros, pero era claro que sus dĂas estaban contados. DespuĂ©s de la salida de Kuarteng, estaba claro que la prĂłxima en atravesar la ventana serĂa ella.
âÂżQuiĂ©n sigue?â, pregunta la hechizada.
âÂżNo va a disculparse con su partido?â
Liz rebobina el mensaje.
âMi compromiso es por un paĂs de sueldos altos, impuestos bajos y estado mĂnimo.â
âÂżPor quĂ© deberĂa quedarse como primera ministra?â
âPorque garantizo el crecimiento.â
âDespuĂ©s de correr al funcionario que realizĂł su proyecto, ÂżquĂ© representa?â
âDebemos reorganizarnos como partido. La gente necesita estabilidad.â
Truss es camaleĂłnica. Ha sido republicana, verde, eurĂłfila, brexitera de hueso colorado, luego una entre los bucaneros de la nave corsaria comandada por Boris Johnson, inspirado por la distante era isabelina. Fue admiradora de Margaret Thatcher, que definiĂł una Ă©poca y a quien aspiraba emular. De allĂ que se retratara a bordo de un tanque de guerra, o con gorro de pieles en la Plaza Roja o con la blusa de moño caracterĂstica de Thatcher. Liz pertenece a una generaciĂłn que se formĂł durante el thatcherismo y que recuerda los años 80 como una Ă©poca de transiciĂłn que habrĂa creado otro paĂs. En cierta forma tienen razĂłn: el paĂs se dividiĂł en dos zonas y el norte fue arrasado. El Ășnico rastro de la industria que lo mantenĂa vivo es la herrumbre del abandono.
âÂżEstĂĄ segura de que puede resolver los problemas que usted creĂł?â
Es notable que los tories no hayan aprendido la lecciĂłn y, a pesar de que las consecuencias saltan a la vista, haya quienes apostaron por el cuento de hadas que se transformĂł en un aquelarre fallido. DespuĂ©s del desastre de Truss, es hora de pasar la hoja sobre la nostalgia, otro sĂndrome del complejo Brexit, en este caso de la Ă©poca que vio el desmantelamiento de la isla y su divisiĂłn entre pobres en el norte y ricos en el sur. Hoy, se dice que el Reino Unido es un paĂs de pobres con algunos ricos.
La oposiciĂłn espera su turno, que se ve cada vez menos improbable. El partido laborista se ha repuesto de Corbyn y, segĂșn las encuestas, Keir Starmer, su lĂder, goza de buena popularidad. Cuando 97.7% de los votantes acudan a las urnas dentro de dos años, no serĂa una sorpresa que los tories fueran relegados una vez mĂĄs a los âtanquesâ donde urdirĂĄn nuevas versiones de la historia y del futuro que no serĂĄ.
La crisis actual del partido conservador revela divisiones relacionadas con el sistema de votos que llevĂł a Truss al poder y que, en ausencia de elecciones generales, solo puede desembocar en una imposiciĂłn decidida por una minorĂa de miembros que son responsables de la mĂĄs reciente catĂĄstrofe.
El prĂłximo gobierno cargarĂĄ con las consecuencias del desastre conservador, y sin recursos que distribuir su suerte puede cambiar sĂșbitamente. Es posible el regreso de Boris Johnson, llamado âen nombre de la patriaâ para unir al partido. La realidad es que se trata de administrar la renovada austeridad en un clima de desencanto, de parĂĄlisis desde 2016, de condiciones de existencia cada vez mĂĄs arduas y estrechas. Hace falta una conversaciĂłn nacional.