La primera seรฑal fue un hombre vestido de negro. Con los ojos vendados y una mascarilla que le tapaba el rostro, se parรณ en la calle peatonal y levantรณ en alto un cartel blanco con una frase elรญptica. Escrita en rojo, en un mandarรญn de trazos claros, decรญa: โNo estamos haciendo lo suficienteโ y del otro lado de la cartulina remataba: โTรบ sabes de quรฉ estoy hablandoโ. En el distrito mรกs elegante de Shanghรกi, rodeado por las cรบpulas doradas de un templo budista y marcas de lujo, el sรกbado 26 de noviembre a mitad de la tarde, un hombre se animรณ a quejarse en pรบblico. Fue fotografiado a la salida del subte y despuรฉs desapareciรณ. En una ciudad repleta de cรกmaras de vigilancia con reconocimiento facial y controles dispersos por cada esquina, hay que ser rรกpido y creativo para esquivar a la policรญa.
Unas horas despuรฉs, las protestas estallaron en la calle Wulumuqi, una de las arterias en el centro de la ciudad, donde conviven negocios y mercados de barrio con las รบltimas tendencias de moda y helados de aguacate. Su nombre en chino remite a la ciudad de Urumqi, capital de la lejana provincia de Xinjiang donde el martes 24 de noviembre hubo un incendio que matรณ, por lo menos, a diez personas. Por eso, en esa calle, en su intersecciรณn con Anfu (literalmente โfortaleza y abundanciaโ), un grupo de personas se reuniรณ con flores y mensajes de dolor. โQue en paz descansenโ, decรญan los carteles, mientras se congregaban en silencio y prendรญan velas.
Pronto, lo que empezรณ como una seรฑal de duelo se transformรณ en la primera protesta contra el sistema que habรญa visto la ciudad en treinta aรฑos. Otras personas fueron llegando y las consignas se diversificaron: reclamaban el fin de las polรญticas de tolerancia cero al covid-19, expresaban su frustraciรณn contra el gobierno o pedรญan que el presidente diera un paso al costado. Tan excepcionales y profundas fueron sus demandas, que solo pueden ser comparadas con las protestas de la plaza Tiananmรฉn de 1989.
โQueremos libertad, queremos libertadโ, gritaban los manifestantes de forma pacรญfica, mientras esa primera madrugada la censura de las redes chinas todavรญa no se despertaba. Circularon videos de gente pidiendo por el fin de los cรณdigos de salud, por el derecho al voto. โYo tambiรฉn soy una personaโ, decรญan algunos papeles escritos a mano y remitรญan a la cercanรญa de dos conceptos en chino: persona y derechos humanos. Otros cantaron โLa Internacionalโ: โArriba parias de la Tierra/ En pie, famรฉlica legiรณnโ. Empezaron a aparecer las hojas A4 en blanco y, no sin ironรญa, habรญa quien coreaba el eslogan del Partido Comunista: โServir al puebloโ.
La mayorรญa eran jรณvenes, que pertenecรญan a la generaciรณn que viviรณ los cambios econรณmicos del paรญs asiรกtico. No tenรญan experiencia en protestar, ni cantaban al unรญsono. โNo habรญa una sola demanda clara ni unidad de opiniรณnโ, afirmรณ una de las manifestantes, y remarcรณ que para ella fue un dรญa histรณrico. โEstoy conmovidaโ, dijo otra de las asistentes.
A las horas, la policรญa empezรณ a llevarse a la gente. Elegรญa a quienes sobresalรญan de la multitud, por empezar algรบn cรกntico, por arengar a los grupos o tener el coraje de increpar a dรณnde se llevaban a los demรกs.
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Con redes sociales controladas y un aparato de censura que abarca desde expresiones artรญsticas hasta medios de comunicaciรณn, las crรญticas pรบblicas al gobierno son una rareza en China. Al menos hasta mediados de este aรฑo, porque el malestar social se venรญa acumulando dรญa tras dรญa.
Tal vez la primera manifestaciรณn de descontento sucediรณ la noche del 18 de septiembre, cuando un autobรบs que trasladaba gente en la provincia de Guizhou se accidentรณ. Veintisiete personas murieron y otras veinte resultaron heridas. Ya estaban todos encerrados en sus casas, pero el gobierno decidiรณ llevรกrselos a centros de cuarentena. โMi mamรก estuvo aislada por quince dรญas. Solamente salรญa para hacerse las pruebas PCRโฆ ahora de repente estรก muertaโ, escribiรณ la hija de una de las vรญctimas. Alguien le respondiรณ: โยฟCuรกndo va a terminar todo esto?โ.
La siguiente muestra apareciรณ en el puente Sitong, en el cuarto anillo de la ciudad de Pekรญn, durante las jornadas previas al XX Congreso del Partido Comunista, cuando Xi Jinping fue reelegido como secretario general a mediados de octubre. Un hombre vestido como un trabajador de la construcciรณn, con chaleco naranja y casco amarillo, colgรณ dos banderas: โNo queremos mรกs pruebas, queremos comerโ, โNo queremos mรกs cierres, queremos libertadโ, โNo queremos mรกs mentiras, queremos dignidadโ, โNo queremos mรกs Revoluciรณn Cultural, queremos la reformaโ, decรญan algunas de las consignas.
La policรญa detuvo a su autor y descolgรณ las telas en cuestiรณn de minutos, aunque eso no evitรณ que la imagen se difundiera. Su listado de demandas se transformรณ en un manifiesto y apareciรณ como grafitis en un par de centros de pruebas de covid-19 y en los muros de las universidades mรกs importantes del paรญs.
Durante las semanas previas a las manifestaciones, el clima social estaba tan cargado que conserjes o empleadas, profesores o comerciantes, aprovechaban cualquier espacio de libertad, cualquier desviaciรณn en una charla, para filtrar sus crรญticas y sospechas sobre las decisiones โsanitariasโ. Las personas en China arriesgan mucho por expresarse con franqueza: puestos de trabajo, ascensos, promociones, quizรกs una hipoteca a bajo costo. Porque la censura no solo estรก basada en su perfil mรกs violento y policial, es decir, en la detenciรณn, sino tambiรฉn en un sistema que marginaliza, limita y excluye a quien piensa diferente.
Las imรกgenes del Mundial de Qatar, con gente gritando goles y abrazรกndose sin mascarillas ni distancia social, enojaron a una gran parte de la poblaciรณn. โยฟAcaso el Mundial sucede en otro planeta?โ, escribiรณ un usuario de WeChat en una carta abierta, que luego fue borrada por โinfringir las normas del sistemaโ. โEn un lado, estรก el carnaval de la Copa del Mundo, mientras en el otro no podemos visitar lugares pรบblicosโ, decรญa uno de los comentarios. Como resultado, se modificaron las transmisiones del futbol, ya no hubo tomas de tribunas ni hinchadas, sino planos cortos a los jugadores y tรฉcnicos.
Para muchos, sin embargo, esos primeros partidos con sus festejos fueron la constataciรณn de que, mientras el mundo sigue adelante, en China la gente es encerrada por meses casi sin acceso a comida, a salud o trabajo. El gobierno insiste en que la polรญtica de cero tolerancia es โla que mejor se adapta a los desafรญos del paรญsโ. Entre las razones, se destacan la debilidad del sistema mรฉdico para soportar la circulaciรณn comunitaria del virus, sobre todo en el interior profundo, o la baja tasa de vacunaciรณn entre los ancianos.
De hecho, vacunarse no es obligatorio, pero sรญ hacerse pruebas. Aquellos que no estรกn aislados, de todos modos deben realizar un hisopado cada 48 o 72 horas, mostrar sus cรณdigos de salud en cada lugar que entran, y pueden ser enviados a hoteles o centros de cuarentena sin mรกs justificaciรณn que el cambio en la pantalla de sus celulares. Ferias, conferencias o congresos son cancelados dรญa a dรญa, ante la apariciรณn de un posible caso.
Sin embargo, fue el incendio de Xinjiang lo que mostrรณ uno de los rostros mรกs perversos del Covid cero. Los medios del gobierno contabilizan una decena de muertos, pero en las redes sociales se habla de hasta 44 vรญctimas. Si bien los oficiales declararon que las puertas de emergencia estaban abiertas, lo cierto es que clausurarlas fue algo comรบn durante los confinamientos en distintas ciudades chinas, entre ellas Shanghรกi. Mรกs de tres horas tardaron los bomberos en apagar el fuego. Los camiones hidrantes no pudieron acercarse por la cantidad de vallas y obstรกculos que impedรญan el acceso. O al menos, eso es lo que relatan los manifestantes y lo que se ve en algunas fotos, porque, una vez mรกs, toda informaciรณn extraoficial fue borrada.
Lo cierto es que la reacciรณn social en Urumqi fue inesperada y casi inรฉdita en China continental. Grupos de manifestantes rompieron la cuarentena estricta y avanzaron por las calles de la ciudad, reclamando el fin de un aislamiento de mรกs de 105 dรญas. Los comentarios de las autoridades, lejos de calmar la situaciรณn, echaron mรกs leรฑa al fuego. Li Wensheng, el jefe de la brigada de rescate, negรณ que las restricciones hayan sido la causa de las muertes, culpรณ a los autos estacionados y a las vรญctimas.
โLa capacidad de algunos residentes para rescatarse a ellos mismos fue muy dรฉbilโฆ fallaron al escaparโ, dijo en una conferencia de prensa cuando empezaron las protestas.
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โVivir, vivir, vivirโ, se llegรณ a leer en los poemas que distribuรญa una chica la noche del 27 de noviembre, un poco antes de que los agentes comenzaran a arrancarlos de las manos. Para ese momento, la zona donde habรญan comenzado las protestas estaba vallada y las fuerzas de seguridad duplicaban a los manifestantes. En una de las laterales, donde la gente se mantenรญa congregada en silencio, comenzaron las รณrdenes de desalojo. Policรญas gritaban y avanzaban, los dueรฑos de los locales debรญan abrir sus puertas para permitir la policรญa registrara que no hubiera gente escondida. โNo se los llevenโ, โno se los llevenโ, gritaba la gente ante las detenciones.
En Shanghรกi esa fue la รบltima noche, pero las protestas ya se habรญan extendido por otras ciudades como Pekรญn, Cantรณn y Chengdรบ. Los hojas A4 en blanco se viralizaron y el lema โPrefiero la muerte a la esclavitudโ colgรณ de forma improvisada en pizarras y postes. Ese lunes, la calle Wulumuqi amaneciรณ como un territorio de guerra, paneles azules dividรญan la calle por cuadras, policรญas con uniformes y luces ambulantes transitaban la zona e, incluso, en algunas estaciones de metro requisaron mรณviles al azar en bรบsqueda de fotos tomadas en las protestas.
โAhora dicen que somos estudiantes frustradosโ, escribiรณ un usuario de redes sociales. Aludรญa a la explicaciรณn de Xi Jinping a Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo. Lo cierto es que, a una semana de las manifestaciones, el gobierno anunciรณ la flexibilizaciรณn de algunas medidas, como mostrar el cรณdigo de salud para tomar el transporte pรบblico, pero se endurecieron las penalidades para quienes comparten โcontenido inapropiadoโ en las redes. Segรบn la nueva norma, dar un โme gustaโ a una publicaciรณn indebida serรก considerado una falta. ~