Foto: Irina Shatalova/TASS via ZUMA Press

Rusia y sus socios en América Latina

La Rusia que invadió Ucrania en febrero de 2022 busca construir un nuevo orden internacional, y quiere que sus socios latinoamericanos formen parte de él.
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El 12 de junio, una flota militar rusa llegó a La Habana. Una fragata, un submarino y dos naves de apoyo logístico fueron recibidos por altos funcionarios cubanos y una multitud en el Malecón. La escena evocaba los tiempos de la Guerra fría, pero en el lugar de la Unión Soviética se encuentra la Rusia de Vladimir Putin.  

¿Cuáles son los intereses de Rusia en América Latina hoy y qué tipo de influencia busca? Para responder a esta pregunta, hace falta comprender que las élites rusas dividen el mundo en dos partes: el “exterior lejano” y el “exterior cercano”. 

El “exterior cercano” comprende los territorios de la ex Unión Soviética, que incluyen a Ucrania, Belarús, los países de Asia Central y del Cáucaso. Moscú insiste en que cualquier país fuera de estas zonas debe reconocer los intereses prioritarios de Rusia en ellas y actuar en consecuencia en caso de establecer relaciones diplomáticas. Una intrusión en este exterior cercano por una potencia ajena requeriría una respuesta del Kremlin. Moscú justifica esta postura por el legado soviético y su historia imperial, destacando los vínculos económicos, políticos y hasta sentimentales con los países de la ex Unión Soviética. El régimen de Vladimir Putin está dispuesto a utilizar todos los medios –incluida la invasión militar, como en el caso de Ucrania– para proteger sus intereses en esta región.

El resto del mundo constituye el exterior lejano. Moscú es consciente de que no puede utilizar todas las herramientas de influencia que tenía la Unión Soviética, tales como mantener una presencia militar permanente y significativa en Europa y otros países clave. Además, el gobierno de Putin no está dispuesto a gastar los enormes recursos que la otrora potencia comunista destinaba a mantener a sus aliados. El liderazgo ruso considera a América Latina parte del exterior cercano de Estados Unidos, y cree que Rusia debe hacerse presente en el subcontinente con reciprocidad a lo que Moscú percibe como acciones hostiles de Washington en su propio exterior cercano. 

Una de las herramientas rusas es la propaganda. Los medios de comunicación estatales rusos como RT Actualidad y Sputnik Mundo han estado muy presentes en el espacio mediático latinoamericano y caribeño durante los últimos años. Cuentan con seguidores fieles y han logrado expandir sus audiencias. Estos medios señalan las políticas de Washington como la causa de los principales desafíos mundiales, y acusan a Estados Unidos de exportar una democracia incapaz de resolver los problemas fundamentales de los países latinoamericanos. 

En este orden de ideas, Rusia apoya abiertamente a los gobiernos iliberales de América Latina en nombre de la lucha contra el colonialismo y la hegemonía estadounidense. Hacia allá se enfilan los esfuerzos de Rusia, más que a una cooperación económica y militar de gran alcance, comparable a la acción de Estados Unidos en Ucrania. Un ejemplo de esto son sus acciones en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Treinta años después de la muerte de la Unión Soviética, Cuba ha superado en gran medida el trauma del colapso soviético y es consciente de que el pasado no se puede revivir. Se anuncian acuerdos y grandes planes de colaboración económica entre Rusia y Cuba, pero la mayoría nunca se implementan. Son anuncios que buscan un efecto político más que un impacto económico real. Le permiten a La Habana utilizar sus relaciones con Rusia para presionar a Washington en un intento de lograr cambios en las políticas estadounidenses hacia la isla; en particular, en aquellas que pueden permitir un mayor flujo de turistas y facilitar el comercio. 

De hecho, recientemente, la administración de Biden alivió las restricciones sobre algunos servicios de internet y sobre los pequeños empresarios en Cuba. Aunque no necesariamente se trata de una reacción directa al acercamiento de Cuba a Rusia, La Habana lo percibe como una señal de que existe la posibilidad de un cambio en la política estadounidense. Esta ventana de oportunidades podría cerrarse con un cambio de poder en la Casa Blanca. 

Dada la incertidumbre sobre el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, es claro que las dinámicas entre la isla y Rusia pueden evolucionar, especialmente con una mayor presencia militar rusa en el Caribe como respuesta al apoyo estadounidense a Ucrania. Pero por ahora no ha pasado a acciones de mayor calado.

Rusia ha invertido importantes recursos en el sector petrolero de Venezuela, pero este apoyo económico no se compara con los gastos de la Unión Soviética en Cuba, que llegaron a la cifra de 11 millones de dólares al día (20 mil millones de dólares anuales a los precios de 2024 a lo largo de más de dos décadas). Tampoco la presencia de “especialistas militares técnicos” en Venezuela es comparable con la de los militares rusos en Cuba durante la segunda mitad del siglo XX. 

Pero Estados Unidos, en 2019, apoyó al gobierno interino de Juan Guaidó, que fracasó en el intento de poner fin al régimen de Nicolás Maduro. Moscú asumió tal fracaso como un éxito de su estrategia de reciprocidad, un equivalente al apoyo simbólico de Estados Unidos a las protestas ucranianas durante la Revolución de la dignidad en 2013 y al posterior gobierno de Ucrania en su lucha contra los separatistas prorrusos a partir de 2014. 

En cuanto al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, la colaboración tangible, especialmente en términos de comercio e inversiones, es bastante limitada. Por ejemplo, en el año 2020 Rusia apenas exportó a Nicaragua 63.5 millones de dólares, el equivalente al 0.97% del total de importaciones del país centroamericano; a su vez, Nicaragua apenas exportó 10.4 millones de dólares, alrededor del 0.02% de su total de exportaciones. La cooperación con el gobierno de Ortega funciona en otros terrenos: Moscú ve a Nicaragua como socio estratégico en el despliegue de operaciones de información (espionaje a los Estados Unidos) y de cooperación militar

La presencia de Rusia en la región debe ser tomada con seriedad. La estrategia rusa busca no solo disminuir la influencia de Estados Unidos en la opinión pública de América Latina y el Caribe, sino también reclutar aliados entre las figuras políticas de la región que apoyen el mantra favorito del Kremlin: “el nuevo orden multipolar”, destinado a reemplazar el actual orden internacional liderado por Estados Unidos basado en la democracia liberal, la cooperación en seguridad y el libre comercio. 

La Rusia que invadió Ucrania en febrero de 2022 busca construir un nuevo orden internacional y aspira a que sus socios en América Latina sean parte de su visión del porvenir. Aunque el gobierno de Putin utiliza herramientas diferentes a las de la Unión Soviética y a las que actualmente emplea China, que se vale del comercio y las inversiones para penetrar el tejido político y económico de la región, sus acciones son preocupantes. Rusia involucra a países latinoamericanos en escenarios que responden no a sus intereses, sino a los de Moscú, y que, en última instancia, contribuyen a la erosión de la democracia en la región. ~

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es profesor titular del Departamento de Estudios Políticos y director del Laboratorio de Política y Relaciones Internacionales (PoInt) de la Universidad Icesi de Cali, Colombia. Su área principal de trabajo son las relaciones de Asia y Rusia con América Latina y el Caribe.


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