Cómo acabar de una vez por todas con el debate del castellano en Cataluña

Más de la mitad de los catalanes no puede estudiar en su lengua materna, una situación que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha denunciado en una sentencia que obliga a los centros educativos a impartir al menos un 25% de clases en castellano.
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Para acabar de una vez por todas con el debate del castellano en Cataluña primero hay que tener un debate. Ni los independentistas ni el catalanismo quieren tenerlo. Insisten en que no existe ningún problema y no hay nada de lo que hablar. A menudo sostienen que el debate es artificial, una invención para crispar y polarizar. Suelen recurrir a la burla y los hombres de paja (el castellano perseguido en Cataluña, España se rompe y demás clichés) o directamente al encogimiento de hombros.

En cierto modo, tienen razón. No hay nada de lo que hablar. No puede haber un debate en Cataluña sobre el castellano porque no hay mucho que debatir: hay innumerables pruebas de que el castellano está discriminado en Cataluña, especialmente en la educación. No hay “dos bandos”, no tiene que haber mediación. Hay unos datos y hay quienes ignoran deliberadamente esos datos. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha confirmado que “el uso vehicular de la lengua castellana en el sistema de enseñanza de Cataluña es residual o como mínimo así es en una parte significativa de centros y grupos docentes, de forma que se constata una infracción del marco jurídico vigente”.

En una sentencia sin precedentes, el TSJC obliga a todos los centros a “adoptar las medidas necesarias para garantizar que todos los alumnos reciban de manera efectiva e inmediata la enseñanza mediante el uso vehicular normal de las dos lenguas oficiales en los porcentajes que se determinen y que no podrán ser inferiores al 25% en uno y otro caso”. Es una sentencia importante porque no responde a una demanda individual de un padre de alumno contra un colegio concreto (el caso de los padres que denuncian a la Generalitat por no poder escolarizar a sus hijos en castellano está muy bien explicado en el documental Dissidents, de Javier Jurado), sino que se aplica a todos los centros educativos de Cataluña.

Cataluña es casi la única región bilingüe en el mundo donde existe una “inmersión lingüística” en la que un hablante nativo no puede escolarizar a su hijo en su lengua materna. El periodista Ignacio Cembrero escribe en El Confidencial que la otra región en el mundo que hace esto es Groenlandia, donde más de un 60% de la población quiere independizarse de Dinamarca. Ni siquiera Quebec, que votó dos veces en referéndum su independencia de Canadá (en ambas ocasiones ganó el no), permite un modelo como el catalán.

Pero no hace falta comparar Cataluña con otras regiones del mundo para criticar la discriminación que sufre el castellano en Cataluña. Basta con observar los usos lingüísticos de la región. Según el Instituto de Estadística de Cataluña (perteneciente a la Generalitat), un 52,7% de los catalanes considera que su lengua inicial (la primera lengua hablada en casa, con la que aprendió a hablar) es el castellano, frente a un 31,5% que dice que es el catalán. Un 46,6% piensa que el castellano es su lengua de identificación (la que considera como suya), frente a un 36,3% de catalán. Y un 48,6% afirma que el castellano es su lengua habitual (la que la persona encuestada considera que utiliza habitualmente), frente a un 36,1% que afirma que es el catalán.

Catalán en la escuela

Sin embargo, la gran mayoría de alumnos catalanes solo reciben clase en castellano cuando estudian Lengua Castellana (dos horas a la semana en primaria y tres en secundaria). Un informe de la Asamblea por una Escuela Bilingüe en Cataluña analizó 2.214 proyectos lingüísticos de 2.325 centros públicos de Cataluña (de un total de 5.500 centros públicos y privados en toda la comunidad). Solo 126 de ellos impartían alguna asignatura en castellano que no fuera Lengua Castellana. En infantil y primaria, solo un 7,7% de los centros impartían en castellano asignaturas no lingüísticas. En secundaria, el estudio muestra solo un centro que imparte al menos una asignatura que no sea Lengua en castellano. La conclusión del informe es que “ningún centro en Cataluña cumple con el mínimo del 25% de horas en castellano impartidas en asignaturas troncales y con el material didáctico en esta lengua.”

Según la Generalitat, pero también según una especie de consenso construido, esta inmersión lingüística supone un éxito. Sus defensores dicen que la enseñanza monolingüe sirve para la cohesión social e incluso funciona como ascensor social: los castellanoparlantes, que provienen de entornos más humildes, ascenderían socialmente aprendiendo catalán. Es una visión que asume que el castellanoparlante, aunque nacido en Cataluña, no es suficientemente catalán y tiene que “adaptarse”; por eso se habla de “normalización” lingüística, considerando que lo anormal es que un catalán hable castellano. Según un estudio de Jorge Calero y Álvaro Choi, de la Universidad de Barcelona, la inmersión lingüística tiene graves consecuencias de equidad:

los alumnos cuya lengua materna es el castellano alcanzan un rendimiento inferior al de sus compañeros catalanoparlantes en las competencias de lectura y ciencias, una vez que se ha controlado por el efecto de una serie de características personales, socioculturales y económicas que participan en la función de producción. Estas pérdidas de rendimiento, de 10,85 puntos en ciencias y de 10,30 puntos en lectura, equivalen aproximadamente a un trimestre de escolarización.

Los autores concluyen que “la defensa de la inmersión lingüística se ha convertido en una posición meramente ideológica, sin un respaldo técnico. Las numerosas voces críticas que han ido apareciendo en los últimos años han sido descartadas sin que se produjera un debate basado en evidencias empíricas.”

Catalán en la universidad

En la universidad la situación del castellano es parecida, como ya señaló en un artículo el periodista argentino Bruno Bimbi. Según datos del Instituto de Estadística de Cataluña, un 75,6% de los grados son en catalán, frente a un 13,7% en castellano. En la Universidad de Barcelona, un 68,7% de los grados son en catalán, frente a un 22,9% en castellano. En la Universidad Autónoma de Barcelona, un 78% frente a un 11,8%. En la Pompeu hay más equilibrio pero sigue habiendo predominancia del catalán: 43,4% frente a un 25,4%. En otras se supera el 80%: en la Universidad de Lérida un 81,% de grados se imparten en catalán, frente a un 8,5% en castellano. En el Área Metropolitana de Barcelona, donde solo el 27% considera que el catalán es su lengua habitual, las universidades ofrecen grados que se imparten de media un 70% en catalán.

Si miramos dentro de cada grado, como hizo Bimbi al criticar la escasa presencia del castellano en las universidades catalanas, vemos situaciones igual de preocupantes: “Hay disciplinas obligatorias y optativas. En las obligatorias tienes, por ejemplo, 13 grupos. Pero si de ellas no hay ninguna asignatura en castellano, no tienes alternativa. En el caso de las optativas, como solo puedes darlas en castellano, pues eliges solo las que puedes dar en castellano. La oferta de optativas, por lo tanto, se reduce y es como si fueran obligatorias.”

Lo que quieren los catalanes

Hemos visto la oferta. ¿Cuál es la demanda? Hay un mito común: los catalanes castellanoparlantes que quieren solo la escuela en castellano. Es un relato que sirve para justificar la inmersión y la escuela 100% en catalán: hay que proteger la lengua frente a quienes quieren eliminarla completamente de la escuela. El CEO no pregunta sobre el modelo de escuela que prefieren los catalanes. Pero una encuesta de GESOP muestra que la preferencia mayoritaria (un 75,6%) es un modelo trilingüe de español, catalán e inglés. Un 14% quiere enseñanza bilingüe en catalán y en castellano, un 8,8% quiere conservar el modelo actual de inmersión y solo un 0,5% quiere todo en castellano. Hay una disonancia gravísima entre lo que desea la población y lo que le ofertan. (Otras encuestas arrojan resultados parecidos)

La oferta es todo en catalán. El nacionalismo catalán es un movimiento explícitamente etnolingüístico. La lengua es la vara de medir de la catalanidad, a pesar de los intentos de partes del catalanismo por rescatar el lema pujolista de “Catalán es quien vive y trabaja en Cataluña”. En el centro del proyecto de construcción nacional catalanista está el relato de que los castellanoparlantes no son realmente catalanes. Pero realmente la mayoría de castellanoparlantes se sienten catalanes. Según un artículo académico de Josep María Oller, Albert Satorra y Adolf Tobeña publicado en octubre de 2019, la identidad nacional más común en Cataluña sigue siendo la de los ciudadanos que se creen tan catalanes como españoles (en torno a un 45%), seguida de quienes solo se consideran catalanes (sobre el 30%). Los que se consideran solo españoles no superan el 5%. Los autores afinan estos datos con encuestas sobre la identidad nacional de los catalanes que tienen el castellano como lengua materna o inicial. En este caso se repite la identidad híbrida: en torno a un 50% de los catalanes castellanoparlantes consideran que su identidad es igualmente catalana que española, un 20% más catalana que española, y en torno al 6% más española que catalana.

Es otro ejemplo más de falsa dicotomía. En Cataluña no hay un conflicto entre quienes se creen solo catalanes y quienes se creen solo españoles. El conflicto es entre quienes solo se sienten catalanes y quienes se sienten tan catalanes como españoles. Lo mismo pasa con la escuela. En Cataluña no hay un conflicto entre quienes quieren la escuela en catalán y quienes la quieren en castellano. El conflicto es entre un nacionalismo que impone la escuela 100% en catalán y una población que desea una educación acorde con el pluralismo lingüístico de la región.

El debate sobre el castellano y los derechos de los castellanoparlantes en Cataluña, si se produce (muy posiblemente no, y es también poco probable que la Generalitat cumpla con el TSJC), no debería tener como objetivo encontrar un término medio, una cesión de cada una de las partes, como si hubiera dos bandos en igualdad de condiciones. Solo deben ceder quienes han violado sistemáticamente durante décadas los derechos de la mayoría de catalanes.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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