Covid-19: Sesgos y falacias para una crisis

El debate sobre la gestión de la epidemia y la reacción del Gobierno está sembrado de errores y trampas. Para acercarnos a la verdad, es bueno identificarlos y revisar los propios sesgos.
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Desde hace días circula un artículo de Politico.eu al que voces afines al Gobierno han atribuido una asombrosa capacidad exculpatoria. El artículo compara por países los distintos timings en la aplicación de medidas para paliar la extensión del COVID-19. Lo que hay entre el estudio y lo que infieren los afines se llama sesgo de confirmación.

La pregunta que vertebra el estudio es la siguiente: ¿cuántos días transcurrieron entre el primer fallecido nacional por COVID-19 y la implementación de las distintas restricciones? Por ejemplo, España decretó el cierre de colegios el doce de marzo, once días después del primer fallecido oficial, mientras que el Reino Unido esperó dieciocho, y Francia treinta y uno. Otros países fueron más precoces que España: Austria y República Checa decretaron su cierre sin fallecidos confirmados, y Bélgica y Polonia lo decretaron cuatro días después del primero. Aunque el estudio ignora que el primer fallecimiento en España por COVID-19 ocurrió el 13 de febrero en el hospital Arnau de Vilanova de Valencia, podemos pasar por alto este (importante) dato, pues pretendo detenerme en la paz mental que ha generado el estudio en algunos sectores de la opinión pública.

Quienes interpretan este estudio como la confirmación de que la reacción del gobierno español fue rápida y adecuada deben revisar los datos con algo más de frialdad para así evitar el razonamiento defectuoso en el que incurren: sostienen que puesto que España actuó antes que otros países una vez se conoció el primer fallecido, actuó a tiempo, mejor que otros. Este argumento no se sostiene salvo que hagamos emerger sus premisas implícitas (los entimemas, que decían los clásicos), como que actuar “a tiempo” equivale a actuar tan pronto se conoce el primer fallecimiento, lo cual dista mucho de ser evidente. Y aún menos que esa mera reacción suponga actuar “bien” o de la manera más aconsejable a la luz de la evidencia entonces ya disponible. Huelga decir que ninguno ha aguado su alegría con la pregunta inevitable: ¿por qué, si reaccionamos con tanta prontitud, tenemos cifras de contagiados y fallecidos exponencialmente superiores a nuestros vecinos europeos?

Es evidente que juzgar la agilidad de la reacción en base al número de fallecidos nacionales es arbitrario. España decretó la prohibición de todo movimiento no esencial el dieciséis de marzo, con 340 fallecidos y 9.000 infectados. Pero no se puede obviar que, en ese momento, Italia había alcanzado los 30.000 infectados y los 2.200 fallecidos. En otras palabras, el estudio se ha interpretado como si los gobiernos tomaran decisiones en un vacío informativo, ajenos a lo que sucede en otras latitudes. En parte ha sido así, pero ahí está el error político. Hoy sabemos que quienes mejor han contenido la expansión de la pandemia han sido quienes han sabido anticiparse en vista de lo que sucedía en otros lugares.

Además, para adecuarse a los parámetros de la discusión pública española, el estudio debería incluir otro bloque: ¿cuántos gobiernos llamaron a una manifestación masiva habiendo más de 600 positivos confirmados y casi veinte fallecidos? Por contextualizar: el ocho de marzo Italia confirmó 1.500 nuevos contagios, alcanzando los 7.400 contagiados; ese día fallecieron 133 personas y el total de muertes ascendió a 366.

En resumen, no se puede concluir que la reacción del Gobierno fuera adecuada en base al artículo de Politico.eu. El parámetro empleado (tiempo transcurrido entre el primer fallecido nacional y el decreto de medidas excepcionales) es arbitrario y no tiene en cuenta elementos vitales como la evolución del virus en otros países, las advertencias de la OMS y del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, o la lentitud para provisionarse de material sanitario.

Pedro Sánchez afirmó hace dos semanas que quienes le reprochan al Gobierno haber reaccionado tarde ante la pandemia eran víctimas del “sesgo de retrospección”. Entiendo que hablaba del determinismo retrospectivo, que consiste en interpretar, con la lucidez que da la distancia, una cadena de hechos como previsibles y evidentes. En parte, el presidente tiene razón: el sesgo brilla en ciertos políticos de la oposición que hoy consideran una temeridad no haber desconvocado la manifestación pero entonces no lanzaron mensaje alguno de alarma. El sesgo se daría, claro está, si presuponemos una simetría en la información.

Ahora bien, lo que merece atención no es la detección del sesgo, sino el argumento falaz que enlaza: “Puesto que la oposición tampoco percibió la gravedad de los hechos, la gravedad era imposible de predecir”. Sabemos que existían indicios de sobra y que el Gobierno –rodeado de expertos y con acceso a información más detallada– los ignoró, que una parte de la oposición tampoco los atendiera no exime de responsabilidad al Ejecutivo. Quizá nuestro presidente deba familiarizarse con otro sesgo común, el llamado sesgo del optimismo: lo sufren aquellas personas que confían, sin fundamento alguno, en que nunca pasará nada malo. En todo caso, no está de más airear la discusión pública poniendo ejemplos de algunas de las falacias en curso. Con un poco de suerte, saldremos de esta crisis siendo algo más respetuosos con una disciplina tan noble como la lógica de enunciados.

Como hemos visto, muchos de los razonamientos que circulan son emitemáticos, es decir, omiten una premisa necesaria para validar la conclusión; si la premisa no es evidente, el argumento es falaz.

  • “España decretó el Estado de alarma con 120 muertos y Francia con 148, luego España reaccionó antes y mejor que Francia.” Premisa implícita: actuar tan pronto se conoce el primer fallecimiento equivale a actuar “a tiempo”.

  • “En la región x se redujo la inversión en sanidad por ciudadano, luego la atención sanitaria hoy es peor”. Premisa implícita: Menor inversión por ciudadano equivale a peor atención.

  • “Cuando una donación se hace pública deja de ser una donación.” Premisa implícita: solo una donación anónima es una donación.

 

Circulan también algunas falacias formales: aquellas basadas solamente en su forma lógica. Todas son una variante del célebre Non Sequitur (no se sigue). Aquí algunos ejemplos:

  • “El pico de contagios sucedió antes de la manifestación del 8M, luego mantener la convocatoria no fue un acto irresponsable.”

  • En el mismo fin de semana del 8M se celebraron en España misas, partidos y espectáculos, por lo tanto, el contagio no es culpa de la manifestación feminista.”

 

Y luego tenemos a las sospechosas (falacias) habituales:

  • Post hoc ergo propter hoc (después de esto, entonces, a causa de esto, eso): “Los contagios aumentaron exponencialmente después de la manifestación del 8M, luego ésta es la causa de los contagios”.

  • Sesgo retrospectivo 1: “Cuando se convocó la manifestación, era evidente que el contagio masivo iba a suceder”.

  • Sesgo retrospectivo 2: “Era previsible que, de haber una epidemia, sufriríamos por los recortes”.

  • Circulus in probando (razonamiento circular): “Es momento de apoyar al Gobierno de España, por eso tienen que apoyar al gobierno de España”.

  • Falsa dicotomía: “¿Tendrán sentido de Estado o criticarán al Gobierno?”.

  • Hombre de paja: “Quienes critican la manifestación del 8M en realidad atacan la causa feminista y los derechos de las mujeres”.

  • Falacia del arenque rojo o la pista falsa: “Lo importante es poner todas las energías en resolver la cuestión, no en regocijarnos en los errores».

  • Falacia genética: “Puesto que el PP es de derechas, su gestión de la sanidad pública es pésima”.

  • Pendiente resbaladiza o efecto dominó: “Si aceptamos las donaciones de Amancio Ortega terminaremos dinamitando la sanidad pública”.

  • Falacia ad populum: “El PP hizo recortes en Sanidad, lo sabe todo el mundo”.

  • Equivalencia moral: “El Covid-19 ha matado en un mes más gente que la violencia de género en diez años”.

  • Falacia naturalista: “Siempre ha habido pandemias, así que debemos aceptar sus efectos”.

En fin, así están las cosas. Antes de despedirme, invito a todos aquellos interesados en acercar nuestra esfera pública a la verdad a que revisen un sesgo cognitivo que se menciona poco estos días, cuando es más pertinente que nunca: el efecto Dunning-Kruger.

 

Cuídense.

 

D.

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Es licenciado en Filosofía y Teoría de la Literatura.


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