Debates

La condiciรณn fundamental para el debate es saber escuchar. Entender lo que el otro dice o quiere decir. Saber resumir de buena fe sus opiniones y las nuestras.
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Es una buena cosa que el poder tenga razรณn. Todo se simplifica cuando los padres, maestros, autoridades, mรฉdicos o sacerdotes aciertan en sus dichos y en sus hechos. Las cosas se complican si dudan o, peor aรบn, se equivocan. Ya no se diga si creen que tener poder es tener razรณn, aunque no la tengan.

El distingo entre poder y razรณn tardรณ en manifestarse, y hasta fue reprimido. En la Nueva Espaรฑa de 1767, el virrey publicรณ un bando que decรญa: “De una vez, para lo venidero, deben saber los sรบbditos del gran monarca que ocupa el trono de Espaรฑa, que nacieron para callar y obedecer, y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del gobierno”.

Actualmente, hay debates en la Suprema Corte, las cรกmaras legislativas, la prensa y los consejos de administraciรณn de instituciones y empresas. Pero hay que distinguir el debate como ejercicio democrรกtico del poder y el debate como simple ejercicio de la razรณn.

La racionalidad al actuar para conseguir esto y aquello fue la primera. Naciรณ con la inteligencia animal, mรกs allรก del instinto. Esopo hablรณ de la astucia de un cuervo cuyo pico no alcanzaba el agua en el fondo de un cรกntaro. Fue echรกndole piedritas para que subiera el nivel hasta donde pudo beber. Vรฉase en YouTube un experimento que lo comprueba (Aesop’s fable: The crow and the pitcher).

Pero en los humanos surgiรณ otra forma de racionalidad: la que se comparte. La que se ejerce con palabras, argumentos, lรณgica, conocimientos y una actitud abierta a dialogar y confrontar opiniones. Sรณcrates, un artesano que disfrutaba debatiendo, demostrรณ que el debate es importante por sรญ mismo, aunque no se llegue a una conclusiรณn: para definir mejor nuestras opiniones y posiciones.

En la Edad Media prosperaron los debates universitarios. En el siglo XVIII se inventaron los clubes de debate. Edmund Burke fundรณ uno en el Trinity College.

En 1789, estallรณ la Revoluciรณn francesa contra la monarquรญa absoluta y el dogmatismo. Entronizรณ la Razรณn como nuevo absoluto, no sin cierto dogmatismo, y se volviรณ un debate permanente. En el siglo XX, los movimientos estudiantiles renovaron el asambleรญsmo y sus debates interminables.

No es lo mismo debate que combate, agarrรณn, altercado, bronca, contienda, disputa, pendencia, pleito, rencilla, reyerta, riรฑa o intercambio de insultos.

La condiciรณn fundamental para el debate es saber escuchar. Entender lo que el otro dice o quiere decir. Saber resumir de buena fe sus opiniones y las nuestras. En cambio, los sofistas combatidos por Sรณcrates enseรฑaban a derrotar con sofismas, falacias o lo que fuera necesario para ganar.

Afortunadamente, los clubes de debate se fueron multiplicando. El debate como ejercicio profundizador de la razรณn se puso de moda. Ahora hay debates organizados por maestros de escuelas y universidades, como una actividad extraescolar, pero educativa. Y los hay organizados por los mismos estudiantes, como un deporte juvenil, con torneos y campeonatos.

Los debates pueden ser entre dos personas o dos equipos. Ademรกs, la apariciรณn de Zoom facilita organizar debates virtuales. Es normal que la organizaciรณn de debates tenga un coach y tambiรฉn que, en la celebraciรณn, estรฉ presente un รกrbitro.

Su funciรณn no es decidir quiรฉn gana. Lo que hace es cuidar que se respete la forma y el espรญritu del debate. El insulto, la mentira y las afirmaciones sin fundamento son inaceptables. Debe expulsar al que insulta, sacรกndole una tarjeta roja o sonando una campana. Debe suspender el debate (a peticiรณn de parte) para que se demuestre la validez de un argumento o se retire.

En Mรฉxico, un grupo de estudiantes preparatorianos, que empezaron en su plantel y luego invitaron a debatir a los de otras preparatorias, acabaron formando una Asociaciรณn Mexicana de Debate.

Un buen debate puede ser un gran espectรกculo, fascinante por el uso de argumentos inesperados que hacen dudar de lo que parecรญa convincente. Los grandes dramaturgos lo han sabido siempre, desde la Antรญgona de Sรณfocles. Los estudiantes de derecho pueden aprender sobre este arte viendo series de televisiรณn como la de Perry Mason.

Tambiรฉn hay libros, por ejemplo: Manual de debate, The tools of argument, The fallacy detective; un buen artรญculo de la Wikipedia (Debate) y hasta instructivos en la web, por ejemplo: www.debatingforeveryone.com.

 

Publicado en Reforma el 28/XII/20.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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