Demócratas de la Ivy League y republicanos de las universidades públicas

En total, un asombroso 20% de todas las contrataciones de las campañas demócratas proviene de solo siete universidades: Harvard, Stanford, NYU, UC Berkeley, Georgetown, Columbia y Yale.
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Los demócratas tienen un problema con la Ivy League.

Cuando los comparas con las republicanas, las campañas presidenciales demócratas extraen el talento en áreas importantes de la dirección de sus campañas de un puñado de universidades de élite, en su mayor parte privadas. Esto importa porque esos demócratas que trabajan para que se elija un presidente tienen a menudo poco que ver con el propio electorado.

En los últimos años, hemos reunido una base de datos de 954 trabajadores de campañas de elecciones primarias y generales (746 demócratas y 208 republicanos) que trabajaban en tecnología, medios digitales, datos y análisis en los ciclos 2004-2016. Esas áreas son recientes, pero han crecido mucho desde el ciclo presidencial de 2004. Ahora son centrales para determinar cómo conocen a su electorado las campañas, cómo se comunican con él y cómo toman decisiones estratégicas. También utilizamos fuentes de datos públicos para seguir sus carreras, incluyendo su formación educativa. Utilizamos versiones anteriores de esta base de datos para analizar la evolución del campo, la innovación y la representación de las mujeres en esta industria en publicaciones revisadas por pares.

Los datos están claros. A lo largo de la década pasada los demócratas han elegido a sus “mejores y más brillantes” en el mundo de las campañas presidenciales, y eso no es bueno.

En total, un asombroso 20% de todas las contrataciones de las campañas demócratas proviene de solo siete universidades: Harvard (5%), Stanford (3%), NYU (3%), UC Berkeley (3%), Georgetown (2%), Columbia (2%) y Yale (2%). En 2016, el 16% del personal de la campaña de Hillary Clinton provenía de solo cuatro universidades: Harvard (6%), Stanford (4%), NYU (3%) y Georgetown (3%)

En resumen, las universidades de élite de las costas dominan la contratación de los demócratas. Solo una universidad pública, UC Berkeley, está entre las diez primeras. Las demás son instituciones educativas de élite sin ánimo de lucro.

Para ver los datos de otro modo, utilizando la formación educativa del personal, analizamos la diversidad de las conexiones entre las campañas presidenciales y las universidades donde se graduó el personal de las campañas. Vimos que las campañas demócratas presidenciales han contratado de forma continua a personal a partir de un grupo homogéneo de universidades. Desde 2004, las campañas presidenciales demócratas han elegido al 25% de su personal a partir de una base de datos de 15 universidades entre las que están Harvard, NYU, Stanford, Georgetown, UC Berkeley, Yale, Columbia, la Universidad de Chicago, Boston University y DePaul, por citar las diez primeras..

En el otro lado del tablero aparece una imagen muy distinta. Las principales universidades para los republicanos son instituciones públicas estatales: la Universidad de Texas, Austin (3%), Ohio State University (2%) y la Universidad de Wisconsin-Madison (1%). El resto de las universidades en las veinte primeras posiciones para los republicanos son una mezcla de instituciones públicas y privadas, entre las que hay universidades estatales como la George Mason (2%), la Universidad de Alabama (2%) y la Missouri State University (1%) y Brigham Young (2%).

Es llamativo que nuestros datos indican que solo el 13% del personal republicano activo en el ciclo de 2016 se graduó en una universidad privada de élite. Las campañas presidenciales republicanas contrataban de forma predominante a personal de universidades públicas como la Universidad de Texas (9%), la Universidad de Wisconsin (3%) y la Universidad de Oklahoma (3%), así como universidades privadas como Syracuse (7%) y Baylor University (3%).

¿Por qué importa la formación educativa del personal de campaña?

En primer lugar, las universidades élite tienen a menudo a alumnos de orígenes socioeconómicos muy similares. Podemos comparar las primeras tres universidades para el personal de campaña republicano y demócrata en la base de datos del New York Times sobre la composición socioeconómica de los estudiantes.

Para los demócratas: Harvard (15,1% de sus alumnos vienen del 1% y el 20,4% del 60% inferior); Stanford (17,5% del 1% y el 18,6% del 60% inferior) y la NYU (11,4% del 1% y 24,8% del 60 % inferior).

Para los republicanos: Universidad de Texas, Austin (5,4% del 1% y 27,7% por debajo del 60%); Ohio State (2% del 1% y 27,1% del 60% inferior) y Brigham Young University (4,3% del 1% y 14,5% del 60% inferior).

Desgraciadamente, nos faltan datos sobre los percentiles de ingresos y las identidades raciales y étnicas del personal de campaña especializado en tecnología. Dicho eso, un informe del departamento de educación de 2016 documentaba que los blancos e individuos de estatus socioeconómico elevado están desproporcionadamente representados en universidades privadas sin ánimo de lucro, y aquellas que son más selectivas, frente a los negros y latinos y estudiantes de estatus socioeconómico más bajo.

En segundo lugar, como sabemos por numerosos estudios académicos en distintos dominios, tener un equipo más diverso puede hacer que las organizaciones sean mejores a la hora de resolver problemas, más innovadoras y creativas en su trabajo, y mejoren su actuación. [1] Los empleados con orígenes diferentes implican a menudo un conjunto de ideas y experiencias al que pueden recurrir las campañas. Esto significa recursos para cuestionar mejor asunciones centrales y viejas maneras de hacer las cosas.

En tercer lugar, desde la perspectiva de la comunicación, nuestro trabajo previo ha mostrado que mayor diversidad crea formas más efectivas de comunicarse e implicar a un electorado diverso en términos de consecución educativa, raza y etnicidad, clase y geografía. Si una campaña quiere alcanzar, persuadir y movilizar a la gente que busca, necesita personal que refleje y personal que atraiga a los estadounidenses. Poca gente en Estados Unidos, después de todo, tiene un título de grado (bachelor) (36%); muchos menos han asistido a una universidad de élite pública o privada.

Mientras las campañas de las primarias demócratas van formando personal para las elecciones presidenciales de 2020, harían bien en pensar cuidadosamente sobre la formación y experiencia vital de su personal. Sobre todo, deberían prestar atención a que los equipos de sus campañas contengan multitudes.

En el mundo de las campañas, la contratación a menudo está dominada por redes bien establecidas, vinculadas a las relaciones que tienen los cercanos a los candidatos. Depender de los lazos preexistentes del personal tiene dos ventajas para las campañas: el personal ya ha sido examinado a través de la gente con quien está relacionado, y se puede encontrar y contratar deprisa. Y, gracias al caché simbólico que tienen las universidades de élite, pocos han tenido que afrontar alguna vez un escrutinio por contratar a un graduado de la Ivy League, aunque ese empleado no rinda bien. En suma, las redes de élite tienden a reproducirse.

La desventaja de depender de redes preexistentes, especialmente aquellas que vienen de círculos de élite, es la homogeneidad. Es decir, la tendencia a contratar solo a gente que comparte los mismos orígenes sociales, culturales y económicos, y que por tanto ve el mundo de la misma manera.

Nuestras instituciones públicas y privadas no de élite, muchas de las cuales están lejos de las ciudades más importantes y de los pasillos del poder, a menudo tienen diversos cuerpos estudiantiles en términos de geografía, clase, raza, etnicidad y experiencias vitales. A menudo son más representativos de Estados Unidos que las instituciones de la élite de la Ivy League.

Parece que las campañas republicanas se han dado cuenta de esto, y buscan mucho más allá de las sagradas salas de la Ivy League y otras instituciones educativas de élite para elaborar sus llamamientos a los votantes.

Si quieren ganar, los demócratas deberían hacer lo mismo.

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

Publicado originalmente aquí.

[1] De Vaan, Mathijs, David Stark y Balazs Vedres. “Game changer: The topology of creativity.” American Journal of Sociology 120, no. 4 (2015): 1144–1194.; Gomez, L. E., y Patrick Bernet. “Diversity improves performance and outcomes.” Journal of the National Medical Association (2019).

 

 

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Daniel Kreiss es profesor asociado en la School of Media and Journalism de la University of North Carolina en Chapel Hill.


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