Edmund Burke reseƱa a Adam Smith (dos veces)

El filĆ³sofo conservador inglĆ©s elogia la TeorĆ­a sobre los sentimientos morales y La riqueza de las naciones del economista escocĆ©s, y le muestra su admiraciĆ³n en una carta.
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1.

Es muy difƭcil, si no imposible, de manera consistente con la brevedad de nuestro diseƱo, dar al lector una idea adecuada de esta obra excelente. Un seco resumen del sistema no darƭa una idea mƔs justa de Ʃl que el esqueleto de una belleza muerta darƭa de su forma cuando estaba viva; al mismo tiempo, la obra muestra tal acierto de mƩtodo, las partes crecen de forma tan natural y elegante que serƭa una injusticia igual coserlo en fragmentos rotos y dispersos.

En una obra de esta clase siempre habrĆ” grandes deficiencias; pero estamos lejos de pretender que nuestra versiĆ³n se presente al lector en lugar de los libros que comentamos. Si hubiĆ©ramos pensado que esto fuera a ocurrir en modo alguno, deberĆ­amos omitir este artĆ­culo del Register, y estarĆ­a en efecto lo mĆ”s lejos del mundo de nuestra intenciĆ³n, que consiste en recomendar fervientemente a nuestros lectores algunos de los libros que creemos que merecen la pena; damos nuestra opiniĆ³n con sinceridad e imparcialidad, pero nunca pretendemos imponer nuestras opiniones dogmĆ”ticamente al pĆŗblico, pensamos que no es otra cosa que justicia con los autores y lectores dar algĆŗn ejemplo, por imperfecto que sea, de la forma de pensar y expresarse del escritor.

Pretendemos provocar la curiosidad, no satisfacerla. ƚltimamente ha habido muchos libros sobre nuestros deberes morales y nuestras sensaciones morales. Uno habrĆ­a pensado que la materia estarĆ­a agotada. Pero este autor ha dado con un camino nuevo y al mismo tiempo totalmente natural de especular con el tema. Si solo hubiera sido una novedad ingeniosa sobre cualquier otro tema, podrĆ­a haber recibido elogios; pero con respecto a la moral, nada podrĆ­a ser mĆ”s peligroso. Concebimos que aquĆ­ la teorĆ­a es en sus partes esenciales justa y estĆ” fundada en la verdad y la naturaleza.

El autor busca el fundamento de lo justo, lo correcto, lo apropiado, lo decente, en nuestras pasiones mĆ”s comunes y permitidas; y haciendo de la aprobaciĆ³n y la desaprobaciĆ³n los exĆ”menes de la virtud y el viento, y mostrando que estos estĆ”n basados en la simpatĆ­a, extrae de esta verdad sencilla uno de los entramados mĆ”s hermosos de teorĆ­a moral que haya aparecido nunca. Los ejemplos son numerosos y felices, y muestran que el autor es un hombre de rara capacidad de observaciĆ³n. Su lenguaje es sencillo y enĆ©rgico, y te pone las cosas ante los ojos con claridad; se parece mĆ”s a la pintura que a la escrituraā€¦ [AquĆ­ se reproduce un fragmento de la TeorĆ­a de los sentimientos morales.]

ā€”Edmund Burke, reseƱa de Adam Smith, TeorĆ­a de los sentimientos morales, Annual register 2 (1759): 484-489.

2.

El crecimiento y la decadencia de las naciones han permitido a menudo temas de admiraciĆ³n y queja al moralista y al rapsoda: a veces han estimulado las especulaciones del polĆ­tico, pero pocas veces el filĆ³sofo ha considerado todas sus causas y combinaciones. Los escritores de economĆ­a franceses sin duda tienen sus mĆ©ritos. En este siglo han abierto los caminos a una teorĆ­a racional sobre los aspectos de la agricultura, la manufactura y el comercio. Pero no ha aparecido entre ellos ninguna obra, ni quizĆ” podrĆ­a haberla aunque las uniĆ©ramos todas, que pudiera compararse a esta en sagacidad y penetraciĆ³n, uso extensivo, distinciĆ³n precisa, conexiĆ³n justa y natural, independencia de sus partes.

Es un anĆ”lisis completo de la sociedad, que empieza con los primeros rudimentos de la mĆ”s sencilla labor manual y se alza por medio de una fĆ”cil evoluciĆ³n natural hasta los mĆ”s altos logros de los poderes mentales. En este curso no solo las artes y el comercio, sino las finanzas, la justicia, la policĆ­a pĆŗblica, la economĆ­a de los ejĆ©rcitos y el sistema de educaciĆ³n, son objeto de debate y discusiĆ³n, a menudo en profundidad, siempre de manera plausible y clara; muchas de las especulaciones son nuevas y se necesitarĆ” tiempo antes de que se pueda emitir una opiniĆ³n sobre su verdad y solidez. El estilo del autor podrĆ­a considerarse a veces difĆ­cil, pero debe recordarse que la obra es didĆ”ctica, que el autor pretende enseƱar, y enseƱar cosas que en modo alguno son obvias. No podemos expresar mejor la naturaleza y el plan de su obra que exponiendo ante el lector la muy breve introducciĆ³n del doctor.

El trabajo anual de cada naciĆ³n es el fondo que originalmente le da todas las necesidades y conveniencias de la vida que consume anualmente, y que siempre consisten o en el producto inmediato de esa labor o lo que se compra con ese producto a otras naciones. Por tanto, segĆŗn su producto, o lo que se adquiere con Ć©l, hay una proporciĆ³n mayor o menor con respecto al nĆŗmero de aquellos que deben consumirlo, y la naciĆ³n estarĆ” mejor o peor provista de todas las necesidades y conveniencias por las que tiene ocasiĆ³n.

Pero esta proporciĆ³n debe en cada naciĆ³n estar regulada por dos circunstancias diferentes: en primer lugar, por la habilidad, destreza y juicio con que el trabajo se aporta generalmente; en segundo, por la proporciĆ³n entre aquellos que estaban empleados en trabajo Ćŗtil, y la de aquellos que no. Sea cual sea el suelo, clima o extensiĆ³n de una naciĆ³n, la abundancia o escasez de su provisiĆ³n anual debe, en esa situaciĆ³n particular, depender de esas dos circunstancias. La abundancia o escasez de esta provisiĆ³n parece depender mĆ”s de la anterior de esas dos circunstancias que de la Ćŗltima. Entre las salvajes naciones de cazadores y pescadores, cada individuo que puede trabajar estĆ” mĆ”s o menos empleado en un trabajo habitual, y se esfuerza en satisfacer, tan bien como puede, las necesidades y conveniencias de la vida para sĆ­ y para aquellos de su tribu y familia que son demasiado viejos, demasiado jĆ³venes o estĆ”n demasiado enfermos como para ir a cazar o pescarā€¦ [El resto es una cita de La riqueza de las naciones.]

ā€“Edmund Burke, reseƱa de Adam Smith, Una investigaciĆ³n sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Annual register 19 (1776), 241.

3.

ā€œEstoy bastante avergonzado de que la primera carta que tengo el honor de escribirle sea una disculpa por mi conducta. DeberĆ­a estar totalmente dedicada a agradecerle la satisfacciĆ³n que obtuve por su agradable e instructiva obra, pero no puedo realizar ese agradable acto de justicia sin pedir disculpas a la vez por no haberlo hecho mucho antes. Cuando recibĆ­ la TeorĆ­a de los sentimientos morales del seƱor Hume, avancĆ© en ella con gran impaciencia; inmediatamente tuve que salir de la Ciudad y desde entonces he estado envuelto en una variedad de acontecimientos enojosos. Mi resoluciĆ³n era retrasar mi reconocimiento hasta haber leĆ­do su obra con el cuidado y atenciĆ³n que merece; hacerlo de otro modo con una pieza serĆ­a tratarla de manera muy injusta. Fue una atenciĆ³n extremadamente bien concedida y compensada en abundancia.

No solo me agrada el ingenio de su TeorĆ­a; estoy convencido de su solidez y verdad, y no sĆ© si me costarĆ” alguna vez menos problemas admitir tantas cosas que hasta ahora desconocĆ­a. Nunca habĆ­a pensado que los viejos sistemas de moralidad estuvieran demasiado contraĆ­dos y que esta ciencia no pudiera sostenerse bien bajo ninguna base mĆ”s estrecha que el conjunto de la naturaleza Humana. Todos los autores que trataron este tema antes que usted eran como esos arquitectos gĆ³ticos que estaban encantados de convertir grandes defectos en un solo y esbelto pilar; hay un arte en ello, y hay un grado de ingenio sin duda; pero no es sensato, y no puede ser agradable mucho tiempo. Una teorĆ­a como la suya, basada en la naturaleza del hombre, que siempre serĆ” la misma, durarĆ”, cuando aquellas basadas en opiniones, que siempre cambian, sean y deban ser olvidadas.

Confieso que me agradan especialmente esos sencillos y felices ejemplos de la vida comĆŗn y las maneras que abundan en su obra mĆ”s que en ninguna otra que conozca. Son sin duda los mejores para explicar esos movimientos naturales de la mente con que cada ciencia relacionada con nuestra naturaleza debiera empezar. Pero uno ve, cuando nada se usa menos, que es lo que estĆ” directamente en nuestro camino. Los filĆ³sofos, por tanto, pierden con mucha frecuencia mil cosas que podrĆ­an producir un beneficio infinito… Parece requerirse esa infinita simplicidad que no desdeƱa nada para hacer un buen filĆ³sofo, asĆ­ como un buen cristiano. AdemĆ”s de un razonamiento tan poderoso como el que contiene su libro, hay tanto retrato elegante de las maneras y pasiones que es extremadamente valioso incluso en ese aspecto. El estilo es por todas partes vivo y elegante, y lo que es creo que igualmente importante en una obra de esa clase es que resulta variado; es a menudo tambiĆ©n sublime, particularmente en el fino retrato de la filosofĆ­a histĆ³rica al final de la primera parte que estĆ” vestida con toda la grandeza y pompa que porta esa magnĆ­fica ilusiĆ³n.

He mencionado algo de lo que me afectĆ³ como bellezas en su obra. Me tomarĆ© la libertad de mencionar lo que me pareciĆ³ una especie de defecto. En unos pocos lugares, como el seƱor Locke en la mayor parte de sus escritos, es un poco demasiado difuso. Este es sin embargo un defecto de carĆ”cter generoso, e infinitamente preferible a la forma seca y estĆ©ril en la que pueden caer aquellos que poseen imaginaciones insulsas. A otro le pedirĆ­a disculpas por una libertad de esta naturaleza. Mi retraso en esta ocasiĆ³n temo que haga poco apropiado que le pida cualquier favor. Pero hay uno que me importa demasiado como para no sacrificar alguna propiedad a fin de obtenerlo. Es que, si viene a la ciudad, yo tenga la ocasiĆ³n de conocerle personalmente. Me tomarĆ© la libertad de trasladar el encargo a nuestro amigo el seƱor Hume, que ya ha tenido la amabilidad de darme su libro. Tengo, seƱor, la mayor estima por su obra y por usted.ā€

Una carta de Burke a Adam Smith, del 10 de septiembre de 1759, impresa en la ediciĆ³n de Correspondence of Adam Smith (Liberty Fund), pp. 46-47.

Basado en un post publicado por Bradley Birzer en The Imaginative Conservative.

TraducciĆ³n del inglĆ©s de Daniel GascĆ³n.

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Edmund Burke (DublĆ­n, 1729- Beaconsfield, Buckinghamshire, 1797) fue un filĆ³sofo y polĆ­tico. Es autor de Reflexiones sobre la RevoluciĆ³n en Francia, VindicaciĆ³n de la sociedad natural e IndagaciĆ³n filosĆ³fica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, entre otras obras.


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