Foto: Marisol Martínez

El 10 de marzo

La marcha del 8 de marzo y el paro del día 9 son nuevos y centrales episodios de un movimiento que tiene mucho que transformar y que cuenta con la fuerza para hacerlo.
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El 8 de marzo, las mujeres hicieron sentir su presencia en las calles de distintas ciudades del país; unas 80 mil en la Ciudad de México, de atenderse el estimado del gobierno local, y muchas más según cálculos informales.

En el contexto de una crisis de violencia y feminicidio, el reclamo de poner alto a la impunidad fue central. Pero las exigencias presentes fueron diversas: la despenalización del aborto, la igualdad salarial, el fin de las imposiciones pronunciadas en nombre del machismo, el respeto a los derechos plasmados en la ley pero desatendidos en la práctica.

El 9 de marzo hicieron sentir su ausencia. Las fotografías de calles y oficinas vacías sirvieron para evidenciar lo que ya debería ser conocido: que las mujeres juegan un papel central en absolutamente todos los aspectos de la vida de un país.

Luego de la marcha, el gobierno local borró prontamente los rastros que esta había dejado, especialmente los nombres de víctimas de feminicidio escritos en el piso del zócalo. El presidente López Obrador no dejó de ver en las mujeres que se manifestaron al “conservadurismo disfrazado de feminismo” y descartó que su gobierno vaya a cambiar su enfoque con respecto a la violencia de género.

Mientras tanto, 21 mujeres fueron asesinadas entre el 8 y el 9 de marzo. Un terrible recordatorio de que la marcha y el paro no fueron el final, sino nuevos y centrales episodios de un movimiento que tiene mucho que transformar y que cuenta con la fuerza para hacerlo.

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Fotos: Marisol Martínez

 

 

 

 

 

 

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