El debate: dignos hijos de nuestro tiempo

El ciudadano se fue a la cama con la sensación de tener ninguna realidad material más que sus problemas. Ni datos, ni educación, ni ideas, ni esperanzas.
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El Cara a cara de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en Atresmedia ha dejado mucho que desear. Cien minutos divididos en bloques sorteados entre los dos líderes de los partidos mayoritarios del arco democrático. Los bloques se suponía que serían tal que así:  economía (Sánchez), política social e igualdad(Feijóo), pactos y gobernabilidad(Sánchez) y políticas de Estado, institucionales e internacional (Feijóo). La realidad ha sido bastante distinta. Los bloques han sido: ETA, Vox, Cataluña y 11M. Los turnos no se han respetado, y los moderadores en algún momento han dicho o hecho algo. Ha sido una experiencia muy parecida a un lejano cara a cara entre Isabel Pantoja (Chabelita) y Omar Montes en el que fueron a publicidad y a la vuelta ellos dos seguían discutiendo sin escucharse el uno al otro. La trágica diferencia es que Pantoja y Montes desaparecen de tu vida cuando apagas la televisión, pero Sánchez y Feijóo tienen el poder de tomar decisiones que afectan directamente a nuestro paso por el mundo. Con quién pacten o a quién decidan agasajar tendrá consecuencias en nuestros trabajos, en nuestros bolsillos, y en nuestro día a día. 

Ellos no son conscientes de esto, aunque hablen de esos temas durante todo el día. El problema (lo ha dicho Ana Pastor en unas tres ocasiones) es que no escuchan. No se escuchan el uno al otro, y probablemente tampoco necesiten escuchar a los asesores que han llevado, porque habrán sido escogidos de entre los más lisonjeros y aduladores de su corte. 

Tanto Sánchez como Feijóo saben perfectamente qué es lo que su público quiere oír. El de Sánchez quiere oír hablar de los derechos LGTBIQ+, de feminismo, de cultura (aunque de cultura no se ha hablado), de antifascismo. El de Feijóo quiere que le cuenten sobre okupas, inmigrantes, ETA, Cataluña. Parece que se tratase de dos países distintos. Y en ambos se exageran unos problemas para tapar otros. 

Pero todo eso era de esperar.  

Lo sorprendente ha sido la nula capacidad de debate demostrada, y en esto ha sido mucho peor Sánchez, haciendo gala de dejes y estrategias de chulito de piscina. Reír cuando habla el otro, interrumpir, negar tajantemente sin proponer nada, cambiar de tema, adoptar un tono de falsa pena cuando se toca un tema espinoso… nada que no haya vivido cualquier persona en su adolescencia al tener que aguantar al guapo del bloque. Y Pedro Sánchez vive de ser el guapo del bloque. Sánchez está tan ensimismado con su propia estampa que ha hecho quedar bien a Feijóo, que es un candidato al que no es difícil sacar las vergüenzas y que ha admitido que, de necesitarlo, pactará con VOX. Este partido ha sido, por cierto, más mencionado en el debate que cualquier tema social o económico. Entre las 23:11 y las 23:16 se mencionó a esa formación hasta en diez ocasiones (sin contar las repeticiones dentro de la misma frase).  Sin duda el partido reaccionario es la mayor preocupación de los españoles. Puede que llegue a serlo en la vida real si llegan a gobernar, porque como el propio Feijóo ha dicho, ese tipo de pactos “taponan”. Sánchez advierte al público de que no votarle a él es darle el voto a Vox.  Feijóo señala que no votarle a él le obligará a pactar con Vox.  El partido del Mocetón de Amurrio va a tener al final la sartén por el mango, y va a ser gracias a personajes tan mediocres como estos dos. 

La segunda estrella de este debate ha sido ETA. El grupo terrorista sigue siendo uno de los principales activos electorales del Partido Popular. Un líder popular no puede dejar pasar una sola intervención sin usar la carta de la ETA. Los muertos en este debate se han utilizado como armas arrojadizas: ahí va una mujer violada, ahí va una víctima de ETA. Las víctimas son sacos para construir las trincheras de la caradura.  

¿Saben quién ha salido coronado del cara a cara? El ciudadano. El ciudadano (o espectador, o votante) se ha llevado una corona trenzada con desinformación y mantras políticos. Se le ha arrastrado por el barro de datos sin contrastar, de verdades a medias, de tajantes acusaciones sobre la mentira. El ciudadano se fu a la cama con la sensación de tener ninguna realidad material más que sus problemas. Ni datos, ni educación, ni ideas, ni esperanzas. ¿Qué se puede esperar de estas personas? No son muy diferentes en el fondo de Isa y Omar. También son ellos dignos hijos de su tiempo.

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es escritora y guionista. Este mes se publica su novela Las palmeras (Algaida)


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