Israel fue el paรญs invitado a la FIL de Guadalajara este aรฑo y el mejor libro israelรญ de 2013 es, sin duda, My Promised Land de Ari Shavit. Un libro asรญ nos vendrรญa como anillo al dedo: estampas que explicaran con pasiรณn y objetividad, a travรฉs de la voz de sus protagonistas, los conflictos que aquejan al paรญs. Que recorriera Mรฉxico de punta a punta y nos entregara un balance lo mรกs equilibrado posible de nuestros problemas regiรณn por regiรณn, de nuestros triunfos y nuestras tragedias –parafraseando el subtรญtulo de My Promised Land–de los lastres y legados del pasado y de nuestros escenarios futuros.
Eso es lo que hace Shavit con Israel. Ahรญ estรกn todos: los fundadores idealistas y laicos, los judรญos perseguidos que pudieron abandonar Europa a tiempo y se sumaron al sueรฑo socialista de los kibbutzim –las granjas colectivas que dominaron la economรญa israelรญ por dรฉcadas–, los primeros empresarios agrรญcolas y los primeros soldados, los รกrabes palestinos y su compleja convivencia con los emigrantes judรญos, que derivรณ inevitablemente en revueltas y una gran rebeliรณn a fines de los aรฑos treinta y en la tragedia de la guerra del 48, cuando cientos de miles รกrabes palestinos fueron enviados al exilio.
Ahรญ estรกn los protagonistas de la guerra de los Seis Dรญas de 1967 y la victoria pรญrrica israelรญ que llevรณ a la ocupaciรณn de los territorios de un potencial Estado palestino, la voz de los รกrabes israelรญes y de los refugiados palestinos que luchan por retornar a sus hogares de antaรฑo, la de los pobladores judรญos mesiรกnicos. La historia de Dimona –el escudo nuclear que Israel construyรณ con ayuda de Francia y que la industria nuclear iranรญ amenaza destruir–, el terrible impacto en la sociedad de la Guerra de Yom Kippur de 73 que colocรณ por dรญas a Israel entre la espada y la pared y resquebrajรณ la ilusiรณn de invulnerabilidad israelรญ, y la voz de los hipsters y artistas que alimentan la creatividad vibrante de Tel Aviv. Estรกn los inmigrantes rusos, con sus pulsiones polรญticas autoritarias, y tambiรฉn con su creatividad, preparaciรณn y talento, los creadores de las empresas de tecnologรญa de punta que son el sustento de la pujante economรญa israelรญ, los pacifistas y los jรณvenes que ocuparon la avenida Rothschild para protestar por un Estado disfuncional que ha dejado de lado a las clases medias. Shavit recoge las voces de todos ellos:los que (tenรญan y) tienen toda la razรณn, los que tienen parte de la razรณn y los que no tienen ninguna.
El libro es una buena medicina contra los prejuicios y las visiones maniqueas que son el cristal con que se mira a Israel desde fuera y para medir los obstรกculos que enfrenta ahora el proceso de paz. Como siempre, las cosas son mucho mรกs complicadas de lo que parecen. Desde Mรฉxico, la lectura de My Promised Land provoca, a la vez, alivio y envidia. El nuestro no es un paรญs acosado, sus divisiones no son รฉtnicas ni religiosas, no enfrenta peligros existenciales. No tenemos problemas irresolubles. La envidia empieza si pensamos en las soluciones a travรฉs del espejo del boom econรณmico israelรญ de los aรฑos noventa en adelante. Dejando a un lado una polรญtica econรณmica responsable –requisito indispensable que compartimos– en comparaciรณn con Israel, nuestros niveles educativos son una debacle, al igual que la tasa de inversiรณn en investigaciรณn y desarrollo, (la israelรญ es de 4.5% del PNB frente al promedio de 2.2% de la OECD). Fuera de la franja lunรกtica (los ultraortodoxos que no trabajan y viven de subsidios), los israelรญes no tienen una mentalidad becaria como la nuestra: altamente calificados, innovadores y competitivos, poseen un espรญritu empresarial admirable. No sorprende que Israel tenga mรกs compaรฑรญas en NASDAQ que Canadรก o Japรณn, y un nรบmero creciente de patentes. Podemos extraer del libro una lista de buenos propรณsitos para el 2014.
(Publicado previamente en el periรณdico Reforma)
Estudiรณ Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Polรญtica en El Colegio de Mรฉxico y la Universidad de Oxford, Inglaterra.
