EPN y AMLO, esos conservadores

No cabe duda: algo anda mal cuando el supuesto líder de la izquierda se coloca a la derecha del hombre que besó el anillo papal cuando era Presidente.
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De las muchas cosas que nunca entenderé de Andrés Manuel López Obrador, su renuencia a abogar por la regulación de la mariguana ocupa el primer lugar de la lista. Durante la campaña, López Obrador se escudó varias veces en uno de sus recursos favoritos para evitar comprometerse con la posición liberal que, en teoría, corresponde a un líder moderno de izquierda: “Lo someteré a consulta; que la gente decida”. Era una respuesta extraña, pero reveladora del auténtico matiz conservador —al menos en esta parte de la agenda social— del hombre fuerte de la izquierda mexicana. López Obrador volvió a recurrir a ese mismo espíritu conservador cuando criticó hace unos días el apoyo que ha otorgado Vicente Fox a una posible regulación de la droga. (Respaldo algo caótico —estamos hablando de Fox—, pero loable y congruente). No cabe duda: algo anda mal cuando el supuesto líder de la izquierda se coloca a la derecha del hombre que besó el anillo papal cuando era Presidente. Por desgracia, López Obrador no está solo en la defensa de valores conservadores y anacrónicos en la política social mexicana. Enrique Peña Nieto ha dejado claro una y otra vez que la regulación de la mariguana no le parece una solución viable al evidente fracaso de la guerra contra las drogas. Fiel a las formas más conservadoras del priismo, Peña Nieto prefiere descartar de un plumazo las conclusiones de un número creciente de expertos que aventarse a abogar por lo que evidentemente se necesita: un liderazgo innovador y valiente que esté dispuesto a encabezar un proceso que no desemboque en retórica vacía, sino en un proyecto de regulación, de preferencia multilateral. La resistencia de Enrique Peña Nieto (y, cuando era de verdad relevante, de Andrés Manuel López Obrador) a hacer suya la bandera liberal en cuanto a la regulación del consumo y venta de la droga es particularmente incomprensible para los que vivimos del otro lado de la frontera. Cada vez que veo uno de los cientos de “dispensarios de mariguana medicinal” que hay por todos lados en Los Ángeles, los mismos que se anuncian ofreciendo “horas felices” color verde en cada rincón de la ciudad, pienso en el absurdo de una guerra en la que unos ponen la sangre y otros el consumo cuando sería tan fácil —o si no fácil, al menos necesario— dejarse de hipocresías.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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