Tres claves del discurso del estado de la Unión de Donald Trump

A través del engaño, la saturación y la repetición, Trump va ganando la batalla por el control de la realidad, frente a una oposición abrumada y sin liderazgo.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Primera clave: la realidad se dicta desde el poder. En solo 43 días en el cargo, Trump va ganando la lucha más importante para el éxito de su movimiento populista: la batalla por el control de la realidad. Sus dos principales armas son la saturación del imaginario colectivo mediante la emisión permanente de palabras, imágenes y símbolos y la repetición incesante de afirmaciones simples y atractivas emocionalmente que no guardan ninguna relación con la veracidad ni con los hechos objetivos. Ambas armas buscan corromper la capacidad cognitiva de la sociedad para comprender la realidad. Su discurso ante el Congreso fue una recapitulación de sus promesas de campaña y su oferta de gobierno, unidos por el hilo conductor del mesianismo (Trump es el salvador de Estados Unidos por designio divino), el hipernacionalismo imperialista (Estados Unidos está destinado a mandar y las demás naciones a obedecer) y el odio a los “enemigos del pueblo” que amenazan su identidad y sus valores, como la oposición, las personas transgénero, los migrantes sin documentos y los narcotraficantes, entre otros. Tratar de analizar, desmentir o litigar cada afirmación falsa o engañosa de ese discurso es querer sacar a cubetadas el agua de una inundación masiva de desinformación.

Segunda clave: Trump gobierna “en vivo” en formato reality show. El largo discurso ante el Congreso fue más parecido a un guion de programa de televisión que a una pieza retórica de jefe de Estado. Trump planteó una épica histórica en la que él no es un presidente más, sino“el presidente más exitoso en la historia de Estados Unidos”, incluso por encima de George Washington; un héroe infalible y valiente que está llevando a su país a “una nueva e histórica edad de oro”. También tuvo un fuerte componente de reality show, con momentos diseñados para elevar su imagen, como cuando saludó a los deudos de la persona muerta el día del atentado en su contra, o cuando reconoció a los deudos de víctimas de crímenes cometidos por migrantes ilegales. El momento más “Oprah” de la noche fue cuando Trump nombró a un niño de 13 años enfermo de cáncer “agente honorario” del Servicio Secreto. Y el momento más “Jerry Springer” fue cuando la seguridad del Capitolio sacó del recinto a un diputado demócrata que no dejaba de gritar, interrumpiendo el discurso de Trump.  Se refuerza así el vínculo emocional con la base del movimiento MAGA, que ve en el presidente a un líder cercano y cariñoso con el “pueblo” e implacable con sus enemigos.

Tercera clave: la oposición está abrumada, confundida y sin liderazgo. El Partido Demócrata se enfrenta a la dura realidad que enfrentan los opositores a los líderes populistas en otros países. Sin mayorías en ambas cámaras, han perdido su poder para detener o modificar las decisiones irracionales y nocivas de Trump. No solo eso. El partido está en su punto más bajo de aprobación ciudadana. Un 57% de votantes tiene una opinión desfavorable de ellos, contra 31% que tiene una opinión favorable. Y solo 21% aprueba el trabajo de los representantes del Partido Demócrata en el Congreso. Lo peor es que, ante la avalancha masiva de desinformación y de decisiones disruptivas de Trump, los demócratas parecen estar rebasados y abrumados, sin un mensaje unificador ni una propuesta alternativa atractiva para la gente. Unos se agotan tratando de combatir cada decisión y cada afirmación del presidente con hechos y datos. Otros intentan movilizar a la protesta social sin mucho éxito. Y otros simplemente consideran que “Trump se autodestruirá”, ya que muy pronto la gente sentirá los efectos negativos de sus pésimas decisiones, como la inflación que provocarán los aranceles o la pérdida de prestaciones sociales. La pregunta es si el partido necesita un líder moderado que libre la batalla para recuperar la racionalidad política, o un líder radical, un “Trump de Trump”, que polarice más a la sociedad y combata al populista con más populismo, solo que de signo ideológico contrario. En la medida en la que Trump se radicalice, los vientos soplarán más fuerte en dirección a la segunda alternativa.

El populismo, señala Pierre Rosanvallon en El siglo del populismo, introduce deliberadamente una confusión colectiva sobre los problemas de un país con el fin de consolidar el poder del líder en medio del caos. En sus primeros 43 días de su segundo mandato, Trump ha logrado confundir y atemorizar no solo a la sociedad de su país, sino a toda la comunidad internacional. Nunca en la historia un demagogo había tenido tanta capacidad y tantas herramientas tecnológicas para infundir confusión y temor en tiempo real a tantas personas en tantos lugares. Al ver lo mismo a oligarcas multimillonarios que a líderes de grandes naciones rendirse impotentes ante él, la única conclusión posible para muchos es que Trump es como un emperador irracional, imparable e impredecible al que no vale la pena –o no es posible– enfrentar. Estamos viviendo tiempos muy difíciles y oscuros.  ~


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: