En aras de la discusión, ¿el objetivo de conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco es unir o dividir? ¿Lo celebra el Estado o lo celebra el Gobierno? ¿Cómo se puede reivindicar “el conocimiento del pasado”, y al mismo tiempo hablar de cincuenta años de libertad, aunque el dictador murió en la cama, no hubo elecciones libres hasta 1977 y la Constitución se aprobó el año siguiente? ¿Enfatizamos la importancia de la memoria y el presidente del Gobierno no menciona a Suárez, Juan Carlos I o Torcuato Fernández Miranda, pero sí a Elon Musk? ¿La libertad llegó en 1975, como insinúa el eslogan conmemorativo, o el franquismo y sus violaciones de derechos humanos pervivieron hasta 1983, como da a entender la ley de memoria democrática?
¿España es una democracia o un régimen represivo, como repiten algunos socios del Gobierno? ¿Estrenamos el Estado de Derecho en el 75, el 78 o algún día distinto, cuando el Gobierno y sus socios consideren que ya no hay lawfare? Si celebramos “la libertad”, ¿por qué el comité científico está compuesto por gente que publica sobre la guerra y el franquismo y no estudiosos de la historia de nuestra democracia? Si este es un proyecto bien meditado como dicen los correveidiles del Ejecutivo, ¿por qué solo se comentó el 10 de diciembre del año pasado? ¿Por qué se anunció el lunes de esta semana la comisionada especial para coordinar los eventos y los componentes del comité que la asesora? ¿Por qué vemos un programa repleto de actos y exposiciones recalentados (o “resignificados”) para los fastos? ¿No podrían haberse preparado, con más debate, pluralidad y tiempo, actos para los aniversarios del 77 o el 78?
¿La herencia del franquismo está en un sistema judicial que ha condenado a ministros y familiares del rey, o en propuestas de reformas legales para blindar a políticos y a su entorno? ¿Los herederos del franquismo son quienes piden un 25% de clase en castellano o quienes se niegan a que los niños puedan estudiar en su lengua materna? ¿Cuál es la posición del PSOE: nuestra democracia es heredera de la Transición, de ese pacto de élites que incluía concesiones mutuas, o debemos añorar la Segunda República? ¿Nos guía el afán de conocimiento o la pulsión falsificadora del recreacionismo? ¿Alguien cree que quien miente de manera sistemática sobre lo que todos estamos viendo será fiable cuando describa el pasado? ¿Alguien imagina que la deslegitimación de la Transición y “el régimen del 78” desde la izquierda no tendrá un efecto especular? ¿Eso sería una consecuencia no deseada o es precisamente lo que se busca?
Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.