gabriel zaid obediencia
Foto: Hab2020, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Peligros de obedecer

La obediencia puede terminar en desastre: por buenas que sean las intenciones de un gobernante, siempre estarรก sujeto al error.
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Desobedecer puede ser fatal para los niรฑos, enfermos, pasajeros y tripulantes de medios de transporte. Pero obedecer no estรก exento de peligros.

Un secretario de Gobernaciรณn, que volaba en un jet de la secretarรญa y medio sabรญa pilotar, le pidiรณ al capitรกn el mando de la nave. Obedientemente, se lo dio, y todos acabaron muertos.

Fue una abdicaciรณn irresponsable del capitรกn, que tenรญa la mรกxima autoridad en la nave, aunque era subordinado en la secretarรญa. Tambiรฉn serรญa irresponsable que un cirujano cediera el bisturรญ al director del hospital. Sus autoridades siguen siendo vรกlidas, en su propia esfera, aunque eso dรฉ lugar a tensiones con superiores administrativos. Tensiones normales, que suelen atribuirse a cuestiones personales, pero son inherentes a la divisiรณn del trabajo.

Sucede lo mismo en la divisiรณn de poderes polรญticos. Cuando la Suprema Corte, los legisladores o los gobernadores abdican de su propio poder ante el ejecutivo federal, los abdicantes se degradan y lo paga el paรญs.

Un presidente de la repรบblica, como cualquier ciudadano, puede tener opiniones legislativas, judiciales, mรฉdicas, literarias, religiosas, acadรฉmicas, pedagรณgicas o deportivas. Pero no tiene autoridad para imponerlas. Aunque sepa mucho de beisbol, no le corresponde decidir si un lanzamiento fue bola o strike. O si hacen falta refinerรญas. O el mejor lugar para construir un aeropuerto.

Ni a Platรณn ni a Aristรณteles les gustaba la democracia. Entre los extremos de que el poder polรญtico se concentre en uno solo (monocracia) o se disperse en todos (democracia), preferรญan que se fragmentara en varios (oligocracia). En la democracia veรญan el peligro de que un demagogo se apoderara del voto popular y se impusiera como tirano.

Pero estaban pensando en la democracia griega, que era directa: en ciudadanos reunidos para discutir y votar. En aquellos tiempos no existรญan las multitudes de las megalรณpolis industriales, que aparecieron en el siglo XIX.

Gustave Le Bon fue quizรก el primero en hablar de esta novedad en un libro muy leรญdo, que todavรญa se vende: Psicologรญa de las masas (1895). Se ocupรณ de las masas (les foules) como “personas” en sรญ mismas, distintas de las personas que se funden en ellas y asumen la conducta colectiva, casi involuntariamente, como hipnotizadas o poseรญdas. Le Bon influyรณ en Freud, en los expertos en mercadotecnia y en los aspirantes al poder.

Despuรฉs de los horrores de la Primera Guerra Mundial, en el clima de decepciรณn y desaliento que vivรญan las democracias liberales, surgieron movimientos de adhesiรณn carismรกtica a lรญderes salvadores. Asรญ fueron vistos Hitler y Mussolini. La invenciรณn del micrรณfono y la radio hizo posibles mรญtines masivos, virtuales o presenciales en grandes plazas pรบblicas; asรญ como el ascenso de los demagogos modernos, caudillos de la poblaciรณn que no lee periรณdicos.

Harold Laski, militante del Partido Laborista britรกnico, profesor de la London School of Economics y autor prolรญfico (admirado por Keynes, Roosevelt, Einstein y Chaplin), publicรณ en Harper’s Monthly Magazine “The dangers of obedience” (junio de 1929). Hay traducciรณn en un librito de la editorial Sequitur: Los peligros de la obediencia.

La obediencia puede terminar en desastre. Por buenas que sean las intenciones de un gobernante, “siempre estarรก sujeto (…) al error y la equivocaciรณn”. “Ningรบn Estado tiene cimiento mรกs seguro que la conciencia” ciudadana. “No le debemos obediencia ciega e irracional a ningรบn Estado, a ninguna Iglesia” (p. 36).

Josรฉ Ortega y Gasset habรญa publicado un poco antes artรญculos sobre la apariciรณn del “hombre-masa”, que desembocaron en el libro La rebeliรณn de las masas, aรบn mรกs leรญdo y traducido que el de Laski; aunque mal recibido en algunos medios por asemejar fascismo y bolchevismo, cuando tal comparaciรณn era anatema.

Aรฑos despuรฉs, Erich Fromm publicรณ Escape from freedom (1941, El miedo a la libertad), una especie de psicoanรกlisis de la sumisiรณn del hombre-masa a lรญderes carismรกticos.

Hay una obediencia racional y hasta un conformismo racional, sin el cual no podrรญamos vivir, por ejemplo: la aceptaciรณn del habla comรบn. Si llamo perro a lo que todos llaman gato, no me entenderรกn.

Pero hay que distinguir la obediencia racional de la abdicaciรณn irresponsable, daรฑina para los abdicantes y para los demรกs.

Publicado en Reforma el 28/VII/22.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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