El barrio Carapita se localiza al oeste de Caracas. Como en tantos lugares de la ciudad, las viviendas de autoconstrucción se comunican a través de escalinatas y calles estrechas por las que pasan el precario transporte público y las motocicletas. Contrasta con los edificios y las autopistas planificadas del siglo pasado, situación de tantos barrios que define sin duda a la capital de Venezuela. Nueva York es la capital del mundo, se decía en otros tiempos: el paradigma del capitalismo y los desmanes del terror, el éxito supremo y la miseria de emigrar para ser despreciado, la multiculturalidad con sus limitaciones y el todo se puede para quien tenga cómo. ¿Es posible en una frase reunir Carapita y Nueva York*, las modestas viviendas con problemas de servicios públicos y el conjunto esplendente y monumental de Manhattan? María Corina Machado lo ha hecho posible con su victoria arrolladora en la elección primaria del pasado domingo 22 de octubre: ganó por paliza en ambas localidades.
Inhabilitada de manera írrita para el ejercicio de cargos públicos, Machado se negó a retirarse de la primaria, a pesar de la insistencia de parte de los analistas políticos y de la oposición organizada. Hizo bien: con casi 93% de los votos, la candidata liberal de centro, como ella misma se define, probó que la política se hace en la calle, no en la televisión ni en las redes sociales. Machado está vetada en los medios de comunicación venezolanos, los cuales siguen la línea oficialista o se autocensuran para sobrevivir, escarmentados por el cierre de decenas y decenas de emisoras y diarios independientes; por otra parte, la penetración de internet sufre los mismos inconvenientes que los servicios de electricidad y agua potable. Las mujeres de Carapita no se guían por los debates de Twitter o de Facebook; de hecho, una parte respetable de la intelectualidad venezolana con más seguidores en las redes votó por el independiente Andrés Caleca, de centroizquierda, un muy buen candidato que emergió hace poco en el panorama político y tiene una larga carrera como gerente de empresas y funcionario público.
La exigencia de un liderazgo cualitativamente distinto se impuso sobre los partidos opositores que hasta el momento han llevado la voz cantante. Henrique Capriles Radonski (Primero Justicia) y Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo) sembraron de dudas el camino de las primarias, una vez que se dieron cuenta del imparable ascenso de Machado. El domingo salieron a votar, subrayaron la participación de sus organizaciones en el evento y han confirmado su apoyo a la ganadora, después de una larga historia de menosprecio hacia la ahora indiscutible lideresa de la oposición. Machado ha sido acusada de soberbia y destemplada, típicas descalificaciones que señalan a las mujeres por “problemas de carácter”; también se le ha acusado de derechista, clasista, divisionista y violenta. Las ideas propias, la dignidad y la sinceridad no parecían convenientes a la hora de enfrentar a un gobierno como el de Nicolás Maduro, decían y dicen los apaciguadores que cuentan con la bendición de su situación conveniente en medio del descalabro nacional.
En Carapita y en Nueva York desmienten estas afirmaciones: la verticalidad de Machado demostró fehacientemente que las bases de la sociedad están hartas de componendas, entreguismo y apaciguamiento. Su discurso democrático liberal promueve la conjunción Estado-empresa privada en la provisión de bienes públicos como salud y educación, a diferencia del contradictorio libertarianismo de ese enemigo jurado de la democracia, Javier Milei. Machado está lejos del nacionalismo cristiano de Jair Bolsonaro y del partido español Vox; tampoco comparte el modelo de autoritarismo de Nayib Bukele, con amplio respaldo popular y sin un ápice de respeto a los derechos humanos. Ha hecho política durante años, no es precisamente una “outsider” ni, al estilo de José Antonio Kast, una defensora de las dictaduras militares anticomunistas. La pobreza del vocabulario político público es incapaz de entender estos matices dentro y fuera de Venezuela; por ende, es imprescindible señalarlos.
La dictadura de Nicolás Maduro ha reaccionado como era de esperarse: Cilia Flores, la esposa del hegemón, ha salido de años de mutismo (copiado, suponemos, de las esposas de los líderes iraníes y rusos aliados del gobierno) para acusar a la primaria de “megafraude”. En lugar de los más de dos millones trescientos mil sufragios que informa la Comisión Nacional de Primaria, Flores y el cancerbero comunicacional del régimen, Diosdado Cabello, niegan el alcance de esta elección, a la que atribuyen apenas alrededor de quinientos mil votos. Siempre han hecho lo mismo al referirse a las victorias opositoras, al estilo de Donald Trump en las elecciones presidenciales pasadas de Estados Unidos. Los enemigos de la democracia liberal se parecen más de los que suelen admitir, a despecho de su ideología.
A diferencia de Cuba y Nicaragua, la izquierda antiliberal en el poder busca deliberadamente que no se le considere una desembozada dictadura, cuando en realidad lo es. La “concesión” de las primarias opositoras hay que entenderla en el marco de las estrategias de legitimación de la revolución bolivariana. Hugo Chávez se imponía en los procesos electorales, bañado de fervor popular; así, el mito fundacional presiona a Maduro de puertas adentro. A sabiendas de que el voto es parte esencial de la vida nacional desde hace 65 años, se permiten ceremonias electorales siempre y cuando no se ponga en peligro el poder. De lo contrario, se procede a inhabilitar a los candidatos(as) con trucos leguleyos; el Tribunal Supremo de Justicia confisca atribuciones de los cargos públicos en manos del otro bando político (alguna gobernación o alcaldía) y se corrompe a opositores venales, a los que la imaginación popular ha calificado sin más de “alacranes”.
El saboteo a la primaria fue constante e insidioso: la gente votó hasta en casas particulares y plazas públicas a falta de los centros tradicionales, las escuelas, ubicadas en todo el territorio nacional. En las primarias del año 2012, el Consejo Nacional Electoral prestó asistencia técnica a la primaria opositora porque sabía que Chávez iba a ganar; el meteórico ascenso de Machado, prácticamente aclamada como candidata, sí es una amenaza real. Entre migrantes que no pueden votar, jóvenes que no han podido inscribirse para sufragar a cuenta de la desidia gubernamental y personas que han cambiado de residencia sin ubicarse en algún centro de votación, el universo real de electores no excede los trece millones de personas, en palabras de la candidata presidencial opositora. Dos millones y medio de votos es una participación popular espectacular.
Las recientes negociaciones oposición-gobierno en la isla de Barbados suponen un punto de inflexión. Ciertamente, la sombra de la suspensión del evento opositor retrocedió ante el empuje decidido de la Comisión Nacional de Primaria y de la sociedad civil dispuesta a todo, incluso con riesgos para la propia seguridad. Desde luego, el apoyo de las mujeres de los sectores populares fue clave: el mensaje de Machado apela a la reunificación de la familia, institución central de la vida colectiva, la única seguridad social real con la que hemos contado las y los venezolanos desde siempre.
La negociación gobierno-oposición acordó expresamente que el gobierno no intervendría en los mecanismos internos para escoger candidaturas, aunque el levantamiento de la inhabilitación de Machado quedó en veremos. A cambio, Estados Unidos levanta las sanciones respecto al intercambio comercial energético. La revolución bolivariana ha significado una grave pérdida de soberanía al lanzar al país al ruedo de los conflictos entre grandes potencias como Rusia, China y Estados Unidos. Ante este escenario, la amenaza de restaurar las sanciones si no se cumplen los términos políticos del acuerdo no es juego; entre la espada y la pared, la dictadura más devastadora de la historia republicana de Venezuela ya no tiene la excusa cubana por excelencia para explicar la ruina del país, absolutamente fraguada antes de 2019, año en que fueron impuestas.
Es poco probable que repartir bolsas de comida o electrodomésticos tenga el efecto al que aspira el chavismo desde su profundo desprecio hacia la gente. El video producido por el partido de Machado titulado “Así vamos a tocar y a transformar la vida de los venezolanos” muestra al nuevo sujeto de la política venezolana: una maestra de escuela de los sectores populares que soporta estoicamente la falta de servicios públicos y la migración de su esposo mientras sueña con una vida mejor. El sociólogo Rafael Uzcátegui, importante defensor de los derechos humanos, cita en su cuenta de X a una ciudadana de los sectores populares que declaró: ella es mujer, es madre y está preparada. La macho-política venezolana, que no respeta ningún signo ideológico, ha sufrido un descalabro importante. El respetado historiador Elías Pino Iturrieta afirma, también en X, que María Corina Machado es la mujer más poderosa de la historia de Venezuela a partir de los resultados del domingo.
Sin duda, se impedirá a toda costa que compita con Maduro y la treta será dividir a la oposición en torno al tema de la participación en las presidenciales. El respaldo incondicional a la lideresa con más arrastre popular desde Hugo Chávez y Carlos Andrés Pérez es la mejor de las opciones porque todos los actores trabajarán en función del objetivo común, su participación sin trabas en las presidenciales. La mejor no deja de ser la más arriesgada: supone la posibilidad de abstenerse en las elecciones del 2024 o de que se acuda con un candidato de consenso sin masivo apoyo popular. Este es el escenario conveniente para la dictadura, por supuesto.
Un cisne negro, un fenómeno que nadie preveía hace un año, emerge en Venezuela; no solo en el significado político del término sino en su significado balletístico: Machado encarna el renacimiento de las apetencias democráticas y también a la mujer que enfrenta al estatus quo, acusada falsamente de maldad.
En 2020 escribí para esta revista un artículo llamado “Venezuela desahuciada”: solo el futuro dirá si le pondremos fin a la Revolución bolivariana, lo que sí sabemos es que hay una vena democrática invencible en Venezuela que a mí misma me sorprende, dolida como he estado en mi sentido de nación desde hace un cuarto de siglo. ~
* La frase que titula este artículo se inspira en la declaración del líder máximo de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, quien descalificó los reclamos a la Comisión Nacional de Primaria que hizo Carlos Prosperi, nada más y nada menos que el candidato del partido para las presidenciales del 2024.
Escritora y profesora universitaria venezolana. Su último libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de México.