No hay campaña política en vano. Aunque las posibilidades de ganar sean cercanas a cero, una campaña siempre da visibilidad y, bien llevada, permite amasar un capital político considerable que sirve para negociar posteriores alianzas, candidaturas, secretarías, etcétera. Por eso no sorprende que Mikel Arriola haya aceptado –o lo hayan convencido– ser el abanderado del PRI o, como les gusta decir, “su candidato ciudadano” (Arriola, al igual que Meade, no está afiliado al partido).
Lo que no quedaba claro era a qué sector de la población iba a dirigir sus mensajes. En su discurso de despedida del IMSS dijo que “El PRI quiere presentar algo fresco, con una persona honesta que ha podido transitar en diversos cargos sirviendo a la gente; soy una persona transparente y aquí estamos muy dispuestos a sumar a todos”. Pero, ¿qué ideas frescas y a quién se las vendes cuando el 73% de la población rechaza al partido que te postula, 28.6% tiene una mala opinión de ti y 37% no te conoce?
Pues al parecer, para el cierre de la precampaña (recordemos que es el precandidato único) la agencia de marketing político que los asesora dio con “la narrativa diferenciadora”: si con López Obrador fuimos la ciudad de la esperanza, con Ebrard la ciudad en movimiento y con Mancera la impronunciable CDMX (aunque también fuimos la ciudad en la que “decidimos juntos” y después del sismo de septiembre del año pasado fuimos la ciudad de la resiliencia), con Arriola habremos de convertirnos en “la ciudad de los valores”. Valores… conservadores, habría que precisar, porque en su discurso de campaña se pronunció en contra de la mariguana para uso recreativo, el aborto y la adopción entre parejas del mismo sexo y propuso llevar a consulta pública estos temas “polémicos” que “dividen a la sociedad” (una propuesta que, por cierto, desde 2005 ha caracterizado las tres campañas de AMLO). La familia, dijo, será su prioridad. Por suerte no habló de restituir la obligatoriedad de los exámenes médicos prenupciales para bien encaminar el logro de una población saludable.
Las declaraciones de Arriola causaron reacciones inmediatas: la Coalición Mexicana LGBTTTI emitió un comunicado y hubo montones de tuits en contra de estas posiciones. El problema es que, por mucho repudio que veamos en nuestras redes sociales, lo que propone Arriola le hace eco a un porcentaje escandalosamente grande de personas en este país y en esta ciudad. Solo como muestra: 47% cree que el aborto es moralmente inaceptable (no importa si te violaron, si el embarazo en inviable y pone en peligro tu vida o si tiene menos de 12 semanas), 65.2% se oponen a las leyes del matrimonio entre parejas del mismo sexo y 39.4% ¡no estaría dispuesto a permitir que en su casa vivieran personas homosexuales!
Pero quizá lo más resbaladizo de las propuestas de Arriola es afirmar que él defenderá “los valores”. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Que los que usan mariguana de manera recreativa y los gays no tienen? ¿Qué sus valores son más endebles?
Me gustaría pensar que no tenemos nada de qué preocuparnos, y que nuestra constitución local aguanta los embates de esta y varias campañas más que enarbolen la bandera de los verdaderos valores familiares, pero creo que es mejor que no nos sintamos demasiado confiados. Ahí tienen a Fabricio Alvarado, el candidato evangélico costarricense que, haciendo campaña en contra del matrimonio gay, el aborto y la fecundación in vitro, llegará, con muchas posibilidades de ganar, a la segunda vuelta electoral. Mantengámonos atentos porque lo peligroso de las “campañas de valores” es que suelen ser campañas de suma cero.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.