Hace unos días tuve la oportunidad de charlar con dos jóvenes reservistas de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), invitado por la Comunidad Israelita de Guadalajara. Dos jóvenes, de 26 años ella, a quien llamaremos Ariela, y de 24 él, a quien le pondremos Ezra. Los dos argentinos judíos que hicieron aliá, inmigración a Israel: ella con su familia, cuando tenía catorce años, aunque en realidad no quería dejar Buenos Aires ni a sus amigos, y él a los 22, por voluntad propia.
Aliá han hecho cientos de miles de judíos desde el siglo XIX, cuando huían de los pogromos en Rusia y Polonia y, en el siglo XX, escapando de la barbarie nazi y del antisemitismo en la civilizada Europa, además de los 800 mil judíos que fueron expulsados de los países norafricanos, así como de Etiopía, Yemen e Irak. Miles de judíos de América y otras partes del mundo han decidido establecerse en Israel desde su fundación como Estado en 1948 y hasta nuestros días.
Ariela y Ezra habían vivido una vida relativamente pacífica en Tel Aviv, aunque acostumbrados a los constantes lanzamientos de misiles desde Gaza y Líbano –casi todos interceptados por el sistema de misiles antiaéreos Cúpula de Hierro– y a correr a los numerosos refugios cuando suenan las alarmas y las sirenas.
El 7 de octubre de 2023 se despertaron muy temprano con la terrible noticia de la masacre en el sur de Israel. Más de seis mil terroristas de Hamás –organización totalitaria, patriarcal, homofóbica y misógina que gobierna Gaza desde 2007– violaron, torturaron, decapitaron, quemaron, secuestraron y asesinaron judíos, en la peor masacre contra ellos desde el Holocausto. No tuvieron ninguna compasión por bebés y niños, ni por mujeres y ancianos indefensos, desarmados, ni por familias escondidas en refugios; tampoco por extranjeros ni por otros árabes. Se filmaron mientras mataban y violaban; reían mientras decapitaban personas a palazos y les prendían fuego. Masacraron a jóvenes que bailaban en un festival que celebraba la paz. Se pasearon con los cuerpos de sus víctimas como si fuesen trofeos y se llevaron a vivos y muertos a Gaza, como piezas de caza. Hay quienes aun frente a estos hechos se atreven a negar el pogromo, como los que niegan el Holocausto. Hamás cumplía lo que dice su Carta Fundacional: matar a todos los judíos del mundo y destruir el Estado de Israel.
Ariela es una de las personas a cargo de las redes sociales de las FDI y confiesa que es un trabajo arduo, pues consiste en informar con la verdad y tratar de desmentir y desmontar la propaganda terrorista, como cuando el Ministerio de Sanidad de Gaza y la cadena Al Jazeera “informaron” que los israelíes habían bombardeado el hospital Al–Ahli y causado 500 muertes. Investigaciones de The Wall Street Journal, de Associated Press y de los servicios de inteligencia franceses, ingleses, canadienses y estadounidenses coincidieron en que la bomba fue lanzada desde territorio gazatí y que cayó en el estacionamiento del hospital, matando a unas diez personas. Aun así, la versión del misil israelí prevaleció e Israel quedó como el culpable ante la opinión pública.
Entre otros casos, Ariela contó el de un palestino al que usuarios de redes sociales apodan “Fafo” y que ha salido en numerosos videos representando una variedad de papeles: luchador por la libertad, donador de sangre, padre amoroso, paciente en recuperación, cadáver resucitado, corresponsal de guerra –con un chaleco con las letras “Press”–, radiólogo, guía de turistas y hasta concursante en American Idol. El creador de contenidos Saleh Aljafarawi se ganó el sobrenombre después de publicar un video en el que se alegraba por los ataques aéreos de Hamás y luego otro en el que lloraba por las represalias israelíes.
Ariela también organiza exhibiciones de videos para la prensa internacional sobre el 7 de octubre y otros episodios de una guerra que Israel no quería –Israel nunca ha empezado una guerra–. Desde ese día hubo miles de lanzamientos de misiles desde Gaza, Líbano, Yemen e incluso desde Irak.
Hay organizaciones como Honest Reporting y Acción y Comunicación sobre Oriente Medio, A–COM, que se dedican a investigar las noticias que publican los medios occidentales, muchas veces sesgadas o sin corroborarlas, y a exigirles su corrección, lo que han logrado en varios casos.
Ezra nos contó de su experiencia como soldado en Gaza, de las interminables semanas en territorio enemigo, descubriendo túneles y destruyéndolos. Parece más joven, pero su relato es de una madurez encomiable. Mientras narra es imposible no recordar un episodio de la serie Fauda, de la que varios actores y actrices se alistaron para combatir el terrorismo también en la vida real.
Ariela y Ezra tienen algo en común: su amor por Israel y la claridad con la que han asumido su responsabilidad. Occidente es la cuna de ideas fundamentales para el desarrollo humano: la democracia, los derechos humanos, la libertad de prensa y las libertades individuales. A pesar de sus fallas históricas y contemporáneas, estos valores han sido pilares que promueven la dignidad y el respeto a las diferencias, incluyendo los derechos de las comunidades LGBTQ. Defender este legado no implica ignorar sus defectos, sino reconocer que representa una alternativa ética y política frente a sistemas autoritarios como las teocracias islámicas, donde prevalecen la intolerancia, la misoginia y la homofobia.
Israel es el único país del Medio Oriente en el que las mujeres y el colectivo LGTBQ tienen derechos y pueden vivir y amar libremente. Es el único país que tiene libertades y Estado de derecho, a pesar de los vaivenes de la política. Un país en donde hasta el día anterior al 7 de octubre había manifestaciones pacíficas por reclamos de decisiones políticas adoptadas por el gobierno.
“Cuando critican a los sionistas, se refieren a los judíos. ¡Eso es antisemitismo!”, les dijo Martin Luther King a estudiantes que se quejaban de Israel el 27 de octubre de 1967. Hoy, el antisemitismo se ha recrudecido y se manifiesta con violencia en el mundo.
Defender a Hamás no es defender a los palestinos. La libertad para ellos llegará con la democracia. Las derrotas de Hamás y de Hezbolá, así como la caída de Bashar Al Assad en Siria, podrían ser los primeros pasos hacia la paz. ~
(Torreón, 1956) es periodista, escritor, editor de la revista cultural Replicante y profesor del ITESO. Actualmente está enfrascado en la redacción de su primera novela.