En las películas de acción, el arresto de un peligroso grupo criminal por parte del héroe trae consigo autos quemados, puentes destruidos, ventanas rotas, puestos de fruta derribados, bombas, agentes heridos o muertos y emocionantes persecuciones. Si no hay fuego, explosiones, edificios derrumbados y autos lujosos convertidos en chatarra, la historia pierde intensidad, el público pierde emociones y los productores pierden mercado.
¿Está bien? ¿Está mal? Esa es discusión para homilías en donde no tengo voz. Pero el debate sobre el sentido que tienen la sangre y los daños materiales en esas producciones me es útil para reflexionar sobre una de las más recientes y relevantes acciones del gobierno mexicano: la detención de Ovidio Guzmán.
Ovidio es hijo del narcotraficante Chapo Guzmán y ha sido acusado de participar en el tráfico de fentanilo y de formar parte de la mafia criminal que vive y opera impunemente en Sinaloa. El gobierno mexicano lo detuvo el 5 de enero en un operativo de revisión de vehículos enmarcado, según explicaron, en una operación mayor de inteligencia.
El efecto inmediato pareció salir del guion de Misión: Imposible, Matrix o Robocop: vehículos incendiados, calles bloqueadas, tráileres en llamas, ráfagas de balas, banquetas tomadas por autos blindados y hombres armados. El aeropuerto fue sitiado, las ametralladoras fueron protagonistas y dos aeronaves recibieron disparos. El gobierno registró 250 vehículos incendiados (lo mismos que se destruyeron en la última superproducción de Rápido y Furioso) y reportó 29 muertos, 35 heridos y 21 personas detenidas.
Contener la violencia (así habla el secretario de Defensa) le tomó al Ejército y a la Guardia Nacional poco más de 15 horas, según el diario Noroeste. Las aerolíneas suspendieron vuelos, las clases fueron canceladas, la vida económica se interrumpió y el gobierno hizo un llamado a los ciudadanos para que permanecieran en casa. Al menos cuatro municipios vivieron el terror.
Como en Misión: Imposible o en alguno de los episodios del agente 007, el público celebró el resultado: Ovidio Guzmán fue trasladado a un penal, los malos no lograron abrir las cárceles y además nos cuenta el gobierno que los muertos los pusieron tanto las fuerzas de seguridad como los malos. Son muertos aceptables y no lo entrecomillo porque así es como quedan en la opinión pública que aplaude el final de la película.
Pero esta no es una película. Para celebrar es preciso saber si la operación siguió la lógica adecuada, de modo que los daños sean compensados en la balanza. Ojo, esos daños no son de utilería. Son vidas humanas y millones de pesos. ¿Valió la pena el sacrificio? Veamos.
La lógica de una acción de gobierno puede obedecer a razones menores y coyunturales, como al mercado (los electores) o al tablero geopolítico (los aliados), pero también a motivos fundacionales, como la preservación de las instituciones y la conservación misma del Estado. Este listado no es exhaustivo, pero abarca las lógicas principales que son aceptables para el poder y/o los ciudadanos.
Empiezo con la primera. Si la lógica hubiera sido electoral, el despliegue de daños es absolutamente desproporcionado, el impacto de la destrucción pega en la lógica interna (quedar bien con los ciudadanos) y por lo tanto el operativo es claramente fallido.
Pero aunque detener a Ovidio Guzmán puede tener un impacto electoral, es poco probable que la acción gubernamental haya tenido ese sentido, pues no hay renovación inmediata de autoridades en Sinaloa y por el contrario, las alianzas o la vista gorda con el crimen organizado han mostrado ser una ventaja para la gobernanza territorial.
Segunda lógica: la detención como pieza ventajosa en el tablero geopolítico. Algunas reacciones inmediatas a la detención de Guzmán ligaron el operativo con la cumbre de los líderes de Norteamérica, y la entendieron como una muestra de buena voluntad a Joe Biden, presidente de Estados Unidos interesado en detener el tráfico de fentanilo. Pero no. Los expertos en seguridad desestiman la relación entre la cumbre y la detención, considerando variables de inteligencia previa e impactos posteriores. Que sirva como carta no significa que haya sido un operativo diseñado para servir como un as. La no extradición inmediata, sumada a la diversidad y complejidad de las relaciones con Estados Unidos, son elementos para desestimar esa lógica en la acción gubernamental.
Sigo indagando. Descarto la lógica de la detención en sí misma, porque lo que intento averiguar es si las vidas y la destrucción merman el adjetivo de operativo exitoso que escucho por doquier. La detención de una sola persona de ninguna manera admite como saldo la muerte de 29 y una destrucción a lo Hollywood. Si la lógica se agota en la detención de una persona, entonces estamos en manos de idiotas criminales.
Pero puede haber una razón de Estado. Una razón que nos permita aceptar que por más dolorosa que haya sido la operación, era necesaria, pero además, legítima y proporcional, para la sobrevivencia del orden.
Cuidado, no me malinterpreten, no quiero decir que haya acciones gubernamentales que valgan más que una sola vida humana. Nunca. Lo que quiero indagar es si los daños, que no considero aceptables, aún nos permiten hablar de una acción exitosa del gobierno federal.
¿Era esta la única forma de conseguir el objetivo? ¿Se guarda una proporcionalidad adecuada entre el objetivo, la fuerza y los daños causados? Uno de los teóricos de la razón de Estado, Giovanni Botero (1544-1617), que no gustaba de la idea de que el fin justifica los medios, advertía que hay una razón de Estado si se conocen y usan los medios propios para fundar, conservar y ampliar el dominio del Estado. Claro que estaba hablando de otro tipo de Estado, uno con corona y legitimidad divina, pero el razonamiento del siglo XVI sigue funcionando: ¿los medios son los propios del Estado (legítimos, legales) y el objetivo tiene que ver con la conservación institucional? Creo que sí, pero me parece que el gobierno ha quedado a deber.
El gobierno mexicano tiene que detener a Ovidio Guzmán y a otros criminales, no solo porque la ley lo obliga, sino porque necesita recuperar su dominio para mantener la paz. ¡Es para lo que sirve el gobierno! Para evitar que haya guerra entre ciudadanos, violencia entre los gobernados, invasiones de otras fuerzas (internas o externas). Esa es la razón de Estado y la detención de Ovidio Guzmán está enmarcada en esa necesidad. Sin embargo, no la completa. El gobierno mexicano dio un paso importante en la recuperación de dominio, pero da la impresión de que entró y salió de ese sendero. Si no da los siguientes pasos, entonces los daños no podrán enmarcarse en una razón de Estado y, por lo tanto, de ninguna manera se podría celebrar una acción aislada que de exitosa no tiene nada y de desastrosa, sangrienta y costosa tiene mucho. Esta no es una película de Robocop. Los daños y las vidas no son de utilería. ~
es politóloga y analista.