Foto: PAN

Patria, familia… y plan

El PAN parece tener, por primera vez en mucho tiempo, una dirección estratégica. Falta por verse si generará entusiasmo entre sus militantes.
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La llamada renovación del Partido Acción Nacional en México ha sido leída por algunos como una muestra de adaptabilidad, por otros como un disfraz. Para mí, lo relevante no es el nombre sino la estrategia que presentó este mes su dirigente nacional, Jorge Romero. No me refiero a usar encuestas, quitar la alianza con el PRI y abrir la afiliación, sino a tres líneas de acción políticamente significativas.

La primera: el llamado a la militancia. Si a alguien le incomodó el tono predicador de Romero o su apelación a los “hermanos y hermanas”, es porque ese discurso no era para el público general, ni para los panistas VIP, sino para la base. En tiempos en que los partidos buscan diluirse en “movimientos ciudadanos”, “frentes amplios” o “causas sociales”, Romero eligió dirigirse a quienes aún se asumen como militantes. No habló al gobierno, ni a sus adversarios, ni a los medios. En su evento nacional, no dominaron los reflectores los gobernadores o senadores más conocidos, sino jóvenes líderes de los estados. La invitación a líderes de opinión fue clara, pero el mensaje de fondo lo fue aún más: el PAN se abre, sí, pero no se disuelve. Quiere ser el portaaviones, no una lancha más. Frente a la lógica de alianzas que diluye identidad, el PAN apuesta por reconstruirse desde dentro.

Eso lleva a la segunda línea: la reafirmación identitaria. “Patria, familia y libertad” no es un eslogan inocente, ni de lejos. En un entorno político dominado por narrativas populistas que apelan a símbolos nacionales, valores morales y pertenencia emocional, el PAN responde con una oferta conceptual desde la derecha pero en la misma lógica de la identidad. Podrá parecer polarizante o excluyente, pero esa estrategia está funcionando en otras partes del mundo. El riesgo es claro: una identidad excluyente puede limitar el crecimiento (y aumentar la polarización social), pero en un sistema donde Morena hegemoniza el tablero, diferenciarse desde la identidad conservadora se ve rentable.

La tercera línea es territorial. En lugar de concentrarse explícitamente en la disputa presidencial, el PAN parece haber entendido que la clave está en la calle. Y eso quiere decir, también, en lo local. Esa es la lección que el PAN parece haber aprendido (tarde) de la expansión territorial de Morena. Ahí tiene con qué: gobierna estados con peso político y económico, cuenta con cuadros competitivos en el norte y el Bajío y tiene formadores de cuadros. Desde ahí puede reconstruirse.

Me llamó la atención el número limitado de liderazgos fuertes, ya conocidos, convocados al centro del escenario. Trajeron a Manuel Gómez Morin (de los 40 del siglo pasado), pero no a Felipe Calderón (de este siglo). Eso refuerza mi lectura sobre la recuperación identitaria, pero también muestra un corte con el pasado reciente, con el PAN de la alternancia, y eso generará resistencias. De hecho, fuera de la Ciudad de México no encontré eco de dirigentes estatales o publicaciones de comités juveniles en Instagram o en X o en medios locales. Quizá estoy buscando mal pero el hecho es que el eco no es fácil de hallar o es aún tenue en las regiones o entre los jóvenes. La estrategia está clara, pero el equipo se ve reducido y la resistencia es evidente. 

No importa si lo que presenciamos será renovación efectiva o no. Lo que importa es que, por primera vez en mucho tiempo, el PAN parece tener una dirección estratégica. Si esto genera entusiasmo en todo el país y en todos los sectores panistas, está por verse. ~


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