En este siglo han ganado el premio Nobel de la Paz diez mujeres, provenientes de países con graves problemas de pobreza, violaciones a los derechos humanos, discriminación por razones de género y falencias democráticas de diversa naturaleza: Irán, Irak, Filipinas, Pakistán, Liberia, Kenia, Yemen y Venezuela. El Comité Noruego del Nobel otorgó el Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado (Caracas, 1967) por su liderazgo en la consecución de un objetivo: la construcción de una democracia en su país.
El veredicto apunta a un conjunto de valores que deberían ser compartidos por toda persona que se apunte a la causa democrática más allá del signo ideológico: el coraje para defender el pluralismo político, las libertades públicas y la lucha cívica y pacífica. En el veredicto se indica el rol de la ganadora en la unificación de la oposición con el fin de celebrar unas elecciones libres (vale la pena recordar que Venezuela está sumida en una tiranía acusada de crímenes de lesa humanidad, que la ha llevado a la pobreza extrema y ha sido la causa de la migración de la cuarta parte de la población). También se destaca la valentía de Machado, quien permanece clandestina en el país dando la cara por la resistencia en condiciones tan duras.
María Corina Machado, ingeniera industrial, empieza a participar en la política venezolana con la ONG Súmate, dedicada a la vigilancia del sistema electoral y que estuvo detrás de la organización del referendo revocatorio a Hugo Chávez en el año 2004, quien salió victorioso en esta ocasión. En las parlamentarias de 2010 llegó a ser una de las diputadas más votadas de la historia de Venezuela, pero el gobierno revolucionario la despojó de su investidura. Se define como una liberal de centro, defensora de los derechos humanos, el Estado laico y la economía de mercado, además de promover los bienes públicos y la seguridad social universal desde una perspectiva de sinergia entre el sector público y privado.
Fundadora del partido Vente Venezuela, Machado ha sido víctima del machismo rampante de la política venezolana, que la discriminó por ser mujer hasta que su liderazgo, construido desde las bases mismas de la sociedad en sus recorridos por todo el país, fue tan arrollador que los hombres del lado opositor, con excepciones que ni vale la pena mencionar, la respaldaron y se ganó, además, el apoyo de sectores de izquierda antes afectos al gobierno. A hombros de un movimiento popular dispuesto a todo, ganó las primarias opositoras del 2023, pero fue inhabilitada de inmediato por la dictadura, empeñada en farsas electorales al estilo de Rusia. Le dio entonces su apoyo al diplomático Edmundo González Urrutia, candidato tolerado por Maduro porque pensaba que jamás ganaría. Como ya se sabe, la dictadura desconoció los resultados electorales de las presidenciales del 2024, que le fueron adversos.
Para Venezuela, el Nobel de Machado se trata de una excelente noticia, porque el país vuelve a estar en el foco de la atención internacional, más allá de la presencia de Estados Unidos en el Caribe, y porque la distinción podría servir de protección para y los casi mil presos políticos del régimen.
Como ocurrió con Rigoberta Menchú (1992) y Adolfo Pérez Esquivel (1980), la institución otorga el premio a luchadores contra dictaduras deleznables. De todos modos, este premio será de los más controversiales. Mientras mi golpeada gente celebra, veo, sin inmutarme, las abruptas declaraciones de esa singular figura de la izquierda española, Pablo Iglesias, con su curiosa comparación de Machado con Adolfo Hitler, o la reticencia de la actual presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien zanjó el tema del Nobel de la Paz 2025 con la reivindicación de la soberanía y autodeterminación de los pueblos (¿?). Vladimir Putin lanzó un comentario displicente sobre la falta de legitimidad del premio y el gobierno de Venezuela acusó a Machado por enésima vez de promover una invasión estadounidense. La derecha y la izquierda se unen por la misma razón de siempre: todo termina y empieza con el enemigo común, Estados Unidos. Como la tiranía de Venezuela se define como “antiimperialista” –siendo aliada nada más y nada menos que de Rusia, un país que ha invadido a otro para anexárselo–, entonces quienes nos oponemos a dicho gobierno somos sospechosos. Y, qué duda cabe, María Corina es la máxima sospechosa porque no oculta su preferencia por Estados Unidos en lugar de Nicaragua, Cuba, Rusia, China e Irán, aliados de la tiranía de Nicolás Maduro. El que esté libre de autócratas, que tire la primera piedra.
En cuanto a mis compañeras feministas: la líder venezolana no ha necesitado el respaldo de ningún varón para llegar lejos y permanece en la clandestinidad. ¿No deberíamos felicitarnos porque una de las más grandes luchadoras por la democracia ha sido galardonada? ¿O se van a callar como tantas han callado frente a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua o frente a la lucha de las iraníes, la más grande lucha feminista de este siglo, porque todos estos regímenes se oponen a Estados Unidos?
Saludo la victoria de mi connacional, una victoria de la sociedad venezolana democrática en su conjunto: ganamos el Nobel de la Paz. ~