Imagen: Gage Skidmore/Flickr

La debilidad de Sanders por los caudillos latinoamericanos podría costarle en la elección

La afinidad del senador de Vermont por algunas políticas de regímenes autoritarios de la izquierda latinoamericana podría transformarse en un arma para sus adversarios durante las elecciones del 2020.
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El martes pasado, como parte del anuncio de su segundo intento por ser el candidato presidencial del partido Demócrata, Bernie Sanders conversó con Jorge Ramos, periodista de Univisión. Después de cuestionarlo acerca de su plataforma nacional, Ramos aprovechó los últimos minutos de la entrevista para preguntarle por Venezuela. “¿Considera a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela?”, le planteó. Una pregunta relevante, sin duda. No solo porque la catástrofe venezolana parece empeorar a diario y con toda seguridad se transformará en los meses siguientes en un enorme reto diplomático para Estados Unidos y el resto de Latinoamérica, sino también porque el presidente al que Sanders busca vencer estaría feliz de transformar la elección del año que viene en un referendo sobre el socialismo.

Unas horas antes de que Sanders anunciara su decisión de sumarse a las ya muy pobladas filas de precandidatos Demócratas, Donald Trump subió al estrado en Miami para condenar con vehemencia al régimen de Nicolás Maduro, en un discurso que pronto se transformó en una denuncia del socialismo en general y en una advertencia, políticamente conveniente, para los Estados Unidos: “El socialismo ha devastado tanto a ese gran país [Venezuela] que ni siquiera las reservas de petróleo más grandes del mundo fueron suficientes para que no se les acabara la luz. Eso nunca nos va a pasar a nosotros”, dijo Trump, volviendo a un tema que antes había planteado en su discurso del Estado de la Unión.  

En su respuesta a Ramos, Sanders se guardó de respaldar a Guaidó y dijo cautelosamente: “Creo que hay preguntas importantes que plantear sobre la elección más reciente”, en referencia a la farsa trágica con la que Maduro se robó un segundo periodo como presidente. “Creo que Estados Unidos tiene que trabajar con la comunidad internacional para asegurarse que haya elecciones libres y justas en Venezuela”. Ramos indagó un poco más. “¿Nicolás Maduro es un dictador?”, le preguntó. “¿Debe dejar el poder?”. Sanders se negó a caracterizar a Maduro como un líder autoritario (no obstante la gran cantidad de evidencia que dice lo contrario), y se limitó a describir las acciones del caudillo venezolano como “muy abusivas”.

No es la primera vez que Sanders elige andar con tiento cuando se trata de regímenes autoritarios latinoamericanos de izquierda. En la década de los ochenta, viajó a Nicaragua. Al volver defendió una y otra vez a los Sandinistas y a su líder Daniel Ortega. (Michael Moynihan hace un excelente repaso de la relación entre Sanders y Nicaragua aquí). El entusiasmo que Sanders manifestó tanto por Ortega como por el régimen de Castro en Cuba le pasó factura durante la campaña presidencial de 2016. Hace tres años, en un debate con Hillary Clinton durante las elecciones primarias, organizado por Univisión y el Washington Post en Miami, le mostraron un video tomado en 1985 cuando era alcalde de Burlington, Vermont, en el que hablaba de Nicaragua y describía con entusiasmo la manera en que Fidel Castro había “transformado por completo” a la sociedad cubana, al otorgarle educación y salud. A la pregunta de la periodista María Elena Salinas, de Univisión,  Sanders reconoció que Cuba era un país “autoritario y antidemocrático”, pero luego elogió al régimen de Castro por sus “avances en cuestiones de salud pública” (una aseveración por lo menos dudosa).

Unos días después del debate, Sanders apareció en CNN. Anderson Cooper mencionó el intercambio en Miami y le preguntó al senador si la revolución de Castro había sido benéfica para los cubanos. Sanders intentó desestimar la pregunta y virar hacia la (sin duda inmoral y trágica) historia de intervención estadounidense en la región. Cuando Cooper intentó que le respondiera directamente, Sanders lo acusó de tratar de desacreditarlo por “rojillo” e insistió con su acostumbrada rutina de condena y elogio del gobierno de Castro.

Yo tuve la oportunidad de presenciar de primera mano la incomodidad y la impaciencia del senador Sanders ante cuestionamientos sobre el fracaso del experimento socialista en América Latina cuando lo entrevisté en Los Ángeles, hacia el final de las elecciones primarias en 2016. En esa ocasión le pedí que nos explicara si el modelo socialista había llevado a Venezuela al borde del colapso. Exasperado, Sanders desechó mi cuestionamiento y se negó a ofrecer una opinión. “Estoy contendiendo por la presidencia de Estados Unidos”, me dijo, como si esa posición de alguna manera le impidiera hacer una evaluación clara de la crisis venezoalna.

Es muy posible, sin duda, que al electorado Demócrata no le importe la ambivalencia histórica de Sanders frente a los regímenes socialistas represivos de América Latina. El capitalismo cada vez es menos popular entre jóvenes votantes Demócratas; una mayoría de ellos tiene ahora una opinión positiva del socialismo. Alexandria Ocasio-Cortez, quizá la política más dinámica del país y una Demócrata socialista, trabajó en la campaña de Bernie Sanders en 2016 y considera al senador de Vermont como una fuente de inspiración y un mentor.

Aún así, los Demócratas harían mal en desestimar el instinto político de Trump. La elección primaria no es la elección general. En una época de disparidad e injusticia social, los millenials y los votantes decididamente progresistas quizá se sientan atraídos por el socialismo que propone Sanders, pero esa etiqueta podría convertirse en un problema con los votantes de mayor edad y más conservadores que sufragarán en noviembre de 2020.

Si gana la candidatura, los antiguos (y no tan antiguos) videos en los que Sanders elogia los fallidos experimentos socialistas y en los que le saca la vuelta a pronunciarse sobre las crueldades recientes en Latinoamérica sin duda volverán a salir, y estarán en rotación continua mientras Trump advierte de la llegada de la temida invasión socialista. Quizá se trata solo de azuzar el miedo, pero si los Demócratas ignoran su efectividad, será bajo su propio riesgo.

Publicado previamente en Slate y reproducido con autorización. 

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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