La desvergonzada explotación política de la muerte de una joven

La decisión de un jurado de absolver del cargo de homicidio intencional a un indocumentado mexicano desata una nueva embestida de Trump contra México y la comunidad latina
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A pesar de su inmenso dolor, la familia de Kate Steinle, la joven de 32 años que murió en San Francisco, California a causa de un disparo hecho por un imprudente vagabundo indocumentado mexicano llamado José García Zárate no se ha prestado a la manipulación política de la muerte de su hija iniciada por Donald Trump. Pero a dos años y medio del desventurado suceso, Trump sigue empecinado en sacarle provecho político a la tragedia renovando su campaña de demonización contra México, la comunidad latina y las ciudades santuario, con vistas a la elección intermedia de 2018 y la presidencial en 2020.

La deshonesta embestida de Trump, que empezó en 2015 cuando él era candidato a la nominación republicana a la presidencia y tuvo lugar la trágica muerte de Steinle, ha resurgido ahora porque la semana pasada, el jurado del juicio contra el hombre que la mató lo absolvió de la acusación de homicidio.

El veredicto del jurado es irrefutable porque la pregunta que el juez le planteó al jurado era inequívoca: ¿Consideran ustedes que el acusado tuvo la intención de matar a la víctima? La lógica de la respuesta fue también contundente. El disparo no pudo ser intencionado porque la bala letal primero pegó en el piso a unos tres metros del acusado y luego viajó casi 24 metros antes de pegarle en la espalda a la víctima y matarla.

La muerte de la joven fue un lamentable accidente que empezó la noche del 1 de julio de 2015 cuando Steinle y su padre caminaban en el embarcadero de San Francisco y ella recibió un balazo en la aorta. Su muerte fue casi instantánea.

Recién sucedida la desgracia, Trump responsabilizó a México de la muerte de la joven aduciendo que el vecino del Sur empujaba a criminales, narcotraficantes, violadores, y asesinos como García Zárate a Estados Unidos. Su disparatada acusación tuvo un eco enorme entre sus seguidores, tanto que le catapultó del séptimo al primer lugar entre los candidatos republicanos a la presidencia.

Durante el juicio, García Zárate declaró que esa noche encontró la pistola envuelta en un trapo debajo de una banca del muelle y que al sacarla del envoltorio se disparó accidentalmente, que se asustó, la aventó al mar y huyó del muelle para ser capturado a unas cuadras de distancia del lugar de los hechos.

Su explicación despertó muchas suspicacias, sobre todo entre los dueños de armas que aseguran que las pistolas no se disparan solas. En este caso, sin embargo, la pistola que pertenecía a un agente federal y aparentemente fue robada de su vehículo es de una marca diseñada para militares de elite y tiene un largo historial de descargas accidentales. El Centro Nacional para la Prevención y Control de Lesiones estima que desde el año 2000, este tipo de descargas accidentales de armas han causado más de 10,000 muertes, y de un número mayor de heridos de bala no fatales.

En su instrucción al jurado durante el juicio, el juez tuvo el tino de subrayar que la situación migratoria del acusado no era relevante al caso. García había sido deportado por lo menos cinco veces; tampoco habría que considerar sus antecedentes penales: García había sido arrestado varias veces por delitos menores. Lo que había que determinar era si el acusado tuvo la intención de matar a la víctima. 

Previsiblemente, la prudencia del juez fue desoída por Trump que inmediatamente relanzó su ofensiva de manipulación política utilizando el caso para argumentar a favor de la construcción del muro con México y para demonizar a la comunidad latina. Convertir el infortunado caso específico de un bueno para nada como García Zárate en un problema generalizado dentro de la comunidad latina inmigrante es una infamia y una gran mentira. Como también lo es sostener que son los extranjeros los que cometen actos violentos en Estados Unidos es ridículo.

Estados Unidos es un país sumamente violento, sobre todo si se le compara con países desarrollados como Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Suecia o Australia, y la mayor parte de los 16 mil homicidios que anualmente suceden en el país los cometen los nacidos aquí, no los inmigrantes. Una verdad irrefutable que, sin embargo, no detendrá las maniobras políticas del demagogo que hoy ocupa la Casa Blanca.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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